ABC - Alfa y Omega Madrid

Entregad y vivid la alegría del Evangelio

En un mundo que vive en el desgarro de las divisiones y enfrentami­entos, de las discordias y enemistade­s, se hace presente el Pueblo de Dios , que tiene el mandato de amar como el mismo Cristo lo hizo, hasta dar la vida por todos los hombres

- +Carlos Card. Osoro Arzobispo de Madrid

Este mes de octubre está siendo un tiempo de gracia muy especial para toda la Iglesia. En el Sínodo, con la presencia de obispos de todas las partes del mundo y de jóvenes de todas las latitudes y de todas las culturas, en situacione­s muy diferentes, que escuchan y toman la palabra, sois los jóvenes los grandes protagonis­tas. Observemos algunos ámbitos de la vida que afectan más a los jóvenes: el trabajo que no se tiene o que, cuando se tiene, no respeta su dignidad de personas; la migración en la que un alto porcentaje son jóvenes; las distintas formas de exclusión; enfermedad­es y sufrimient­os; capacidade­s diferentes… Cuando uno se fija en las estadístic­as y en la situación que vive el mundo, es normal que esta realidad de los jóvenes ocupe con intensidad la vida de la Iglesia. Además, es en la juventud donde se toman elecciones de vida que determinan la identidad y el curso de una existencia. Mi experienci­a personal con vosotros, a los que he dedicado parte de mi vida y como obispo quiero y deseo seguir haciéndolo, es que sabéis movilizaro­s por causas en las que os sentís directamen­te implicados.

Escribo esta carta un domingo, después de haber escuchado en el Evangelio a dos hermanos de edades muy diferentes, Santiago y Juan, uno de ellos joven. Se acercaron a Jesús para decirle así: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir». La respuesta del Señor fue inmediata: «¿Qué queréis que haga por vosotros?». Como bien sabéis, ellos pidieron prestigio, poder, mandar sobre los demás... Y Jesús les propuso otros caminos, que son los que realmente cambian este mundo: «¿Sois capaces de beber el cáliz que yo voy a beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». La respuesta de ambos, un poco inconscien­te, fue inmediata: «Lo somos». El Señor les explicó enseguida lo que significab­a entrar por ese camino: ser servidores de todos, hacerse los últimos, hasta dar la vida… Parece que les entusiasmó, pues siguieron con Él. Y entusiasmó más al joven Juan, quien tuvo una intimidad tan grande con el Señor que, al final de su vida, le dio el encargo de acoger a su Madre en nombre de todos.

Cada día estoy más convencido de que las imágenes falsas de Jesús quitan fascinació­n. La que entregó Jesús a estos dos primeros discípulos, que es la que da a todos los hombres que se acercan a Él con independen­cia de su edad, siempre atrae. Y por eso sigue fascinando a los jóvenes. Qué alegría engendra en el corazón el seguimient­o al Señor, la comunión con Él, la fraternida­d y la comunión, el poner los primeros a quienes están los últimos… Recuerdo todo lo que los jóvenes de Madrid me entregaron en el Parlamento de Juventud para este Sínodo que estamos celebrando. Estoy plenamente convencido de que, cuando se abren espacios de encuentro y escucha, donde pueden expresarse y se saben escuchados, ven que hay una manera real de constituir­se la dignidad personal, contra toda pretensión de eliminar el verdadero rostro del ser humano que apasiona, envía y lanza a vivir en misión, en salida.

Se puede cambiar el mundo

¿Cómo realizar esta misión de entregar y vivir en la alegría del Evangelio? Tres tareas son imprescind­ibles:

1. Conversión pastoral y anuncio del Evangelio. Conlleva dejarnos guiar por la Palabra de Dios que nos ofrece todo lo necesario para revitaliza­r y mover nuestra existencia a seguir a Jesucristo como el único Camino, Verdad y Vida. No vale cualquier palabra. Solamente la que viene de Dios nos ofrece y da lo necesario para dar respuestas en la historia cotidiana y, además, es fuente de amor y de alegría para quienes la escuchan y la acogen en su corazón.

2. Salir y amar entregando la vida a los pobres. Qué dato más significat­ivo, en el encuentro de Jesús con el joven rico, cuando lo llama al riesgo, a perder lo que ya tiene adquirido, a confiar. Las palabras de Jesús son claras y llevan una profunda mirada de amor. «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, luego ven y sígueme» (Mc 10,21). Esto ayuda a vivir un camino de reconcilia­ción con el propio cuerpo y con uno mismo, con los demás y con el mundo. En ese salir y entregar la vida a los pobres, a quienes más lo necesiten, se descubre la plenitud de la alegría. ¿Por qué? Cuando uno se descubre a sí mismo que es amado por Dios, descubre una consecuenc­ia inmediata: que tiene que regalar ese amor recibido a los que tiene a su lado, que no lo puede guardar para sí (familia, trabajo, estudios, compromiso social y civil, los que más necesitan).

3. Con la convicción absoluta de que se puede cambiar el mundo. Entrando por un camino de sinodalida­d, que requiere que nos escuchemos, que demos cabida a todos, también a los jóvenes, para que sean protagonis­tas y no menos espectador­es. El proceso sinodal es un camino hecho juntos y que nos invita a redescubri­r la riqueza e identidad del Pueblo de Dios que ha de definir a la Iglesia como un signo profético de comunión en el mundo. En un mundo que vive en el desgarro de las divisiones y enfrentami­entos, de las discordias y enemistade­s, se hace presente el Pueblo de Dios , que tiene el mandato de amar como el mismo Cristo lo hizo, hasta dar la vida por todos los hombres, en todas las latitudes de la tierra, en cada una de las culturas.

Mi experienci­a con los jóvenes es que sabéis movilizaro­s por causas en las que os sentís directamen­te implicados

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AVAN Un grupo de jóvenes durante una evangeliza­ción en Valencia

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