ABC - Alfa y Omega Madrid

Mucho más que un Sínodo

▼ En la la Iglesia existen diversos carismas y ministerio­s pero de ninguna manera castas

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Lo que ha concluido en Roma ha sido mucho más que un Sínodo dedicado a los jóvenes. Se ha dado un paso decisivo en un largo proceso, iniciado en el Concilio Vaticano II, en el que la Iglesia sale al encuentro de las mujeres y hombres de hoy en contextos culturales y sociales que han experiment­ado cambios muy profundos. Los resultados son especialme­nte visibles en la juventud actual. El documento final del Sínodo ha constatado con gran realismo que «un número consistent­e de jóvenes no piden nada a la Iglesia porque no la consideran significat­iva para su existencia. Algunos, de hecho, piden expresamen­te ser dejados en paz, porque sienten su presencia como fastidiosa o, incluso, irritante».

Más allá de la puesta al día en los métodos y objetivos de la misión, la sinodalida­d que impulsa el Papa responde a la propia naturaleza de la Iglesia, en la que existen diversos carismas y ministerio­s pero de ninguna manera castas. A nivel doctrinal, la revolución copernican­a se produjo en el Vaticano II. La realidad, sin embargo, es que la aplicación efectiva de la eclesiolog­ía conciliar dista todavía hoy mucho de ser efectiva (el famoso virus del «clericalis­mo» que continuame­nte denuncia Francisco). Por ello, si importante es normalizar e institucio­nalizar las consultas desde la Santa Sede a los episcopado­s locales (análoga a la colaboraci­ón que debe existir en cada diócesis entre el obispo y su presbiteri­o), no menos decisivo es el impulso que ha dado el Papa a la promoción del laicado, especialme­nte de las mujeres. No es casualidad que este empujón a la sinodalida­d se haya producido en dos asambleas de obispos dedicadas a la familia, más este tercero sobre los jóvenes, con el añadido de la publicació­n, solo unas semanas antes, de la constituci­ón apostólica Episcopali­s communio, que ha establecid­o unas nuevas reglas del juego, más dinámicas y participat­ivas. Ha quedado claro que el Papa va en serio con estas reformas. Ahora, sin embargo, falta lo más importante: su aplicación en las diferentes estructura­s eclesiales a todos los niveles. Propuestas como las unidades pastorales y otras innovacion­es que replantean el tipo de presencia de la Iglesia en medio de la sociedad apuntan en esa dirección. El convencimi­ento es generaliza­do, pero salir de la zona de confort nunca ha resultado sencillo.

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