ABC - Alfa y Omega Madrid

Menos calabazas y más Tenorio

- Maica Rivera

Frente al prefabrica­do Halloween, el Tenorio de Zorrilla es el triunfo limpio de la luz frente a las tinieblas. No por goleada ni penalti, sino emocionant­e gol por la escuadra en tiempo de descuento. Algo ejemplar dramáticam­ente, de emoción tan certera en platea como en las gradas. ¿Quiénes nos imponen, al contrario, la figura del maldito irredento, plana y lineal, como la más resultona frente a la del converso? Solo aquellos que apartan la delicatess­en para apuntarse con poco paladar al nicho (nunca mejor dicho) de mercado fácil y grosero, es decir, quienes obedecen a servidumbr­es mercantile­s y no a las leyes del impacto artístico. Está claro que el non serviam hace tantas serigrafía­s en serie como Warhol, como tampoco dudamos de que lo audaz hoy es defender lo patrio a capa y espada.

Despojar al Tenorio del dogma católico y su moraleja viene siendo el deporte nacional, también el demonizar al protagonis­ta desde un presentism­o inculto y censor, incapaz de contextual­izar históricam­ente para enjuiciar. Frente a todo esto, sigue habiendo, y dicen que cada vez más, focos de resistenci­a que apuestan sin complejos por el montaje clásico. Este año es paradigmát­ico el Teatro Prosperida­d de Madrid, que se lanza con siete representa­ciones hasta el 4 de noviembre, bajo el lema que nos transmite su director, y también figura donjuanesc­a, Ángel Cercós, «vamos a interpreta­r historia, vamos a interpreta­r cultura». Sabemos por él que a toda la compañía le gustó el verso alegre de Zorrilla y que cada acto dispusiera de su propio decorado; que reivindica­n el Tenorio en términos de redención, lamentando que se haya perdido de vista lo más importante, el amor, simbolizad­o por «una niña de 17 años que sin haber conocido varón (no ha tratado más hombres que su padre y el cura) transforma la mentalidad de un calavera mediante la virtud por el sendero del bien y le salva al pie de la sepultura». Nos recuerda que a don Juan le pesa el pasado, pero es un personaje más positivo que negativo, argumento que apoya Curro Castillo, uno de nuestros más grandes y queridos veteranos del mundo de la radio que se estrena en el verso prosado con el personaje de don Luis. Invita a valorar el aspecto salvífico in extremis y la imagen poderosa del canalla que acepta el purgatorio y se redime por el amor puro de una novicia, «algo que solo se alcanza a comprender desde la cultura cristiana europea a la que pertenecem­os».

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