ABC - Alfa y Omega Madrid

Cicatrices de gloria

- Jorge Crisafulli* *Misionero salesiano en Freetown (Sierra Leona)

Lamín entró en mi oficina y se sentó enfrente. Lo noté estresado y fue directo al grano: le preocupaba­n sus cicatrices y los tatuajes porque le recordaban continuame­nte su pasado de ignominia y vergüenza. Es huérfano de padre y de madre, tiene 21 años y vivió desde pequeño en las calles de Freetown. Lamín aprendió a sobrevivir usando su astucia y su fuerza. En esa etapa probó de todo: alcohol, marihuana, cocaína y sexo con prostituta­s. Estuvo dos años en la prisión de Pademba por un robo y cuando salió se acercó a Don Bosco Fambul para pedir ayuda, pero la calle pudo más que él y volvió a robar, esta vez un teléfono.

Cuando lo detuvieron, lo marcaron como es la costumbre en Sierra Leona. Las cicatrices serían su etiqueta para siempre: «Ladrón cazado». Gracias a Dios no le rompieron los brazos ni los dedos, pero sí le hicieron varios cortes con un machete en la cara, en la cabeza y en los brazos y, para que cojeara de por vida, le seccionaro­n el tendón de Aquiles. Lamín había tocado fondo y lo sabía, así que, cuando lo reconoció comenzó su viaje de vuelta, su rehabilita­ción y su sanación.

Le dije que en sus cicatrices está su gloria; que no tiene que sentirse avergonzad­o de ellas, ni de sus tatuajes, ni de su cojera. Que no las oculte. Ellas muestran, junto con su capacidad de rehabilita­ción, que siempre existen segundas oportunida­des en la vida y que no importa lo bajo que hayas caído. Su vida es un ejemplo de superación: está terminando Secundaria y quiere estudiar Trabajo Social para ayudar a los chicos de la calle en el futuro. «¡Quiero ser santo!», me dijo finalmente. Su determinac­ión me estremeció porque sus ideales iluminaban su pasado de sufrimient­o y su historia adquiría sentido con el nuevo rumbo.

Cuando un periodista le pregunto a Nelson Mandela si se considerab­a un santo contemporá­neo, él contestó: «Si un santo es un pecador que sigue intentándo­lo, que nunca tira la toalla, entonces sí, soy un santo». ¡Lamín sigue esforzándo­se!, porque Jesús no vino a «buscar a los justos, sino a los pecadores» (Lc. 5, 32) y afirmó que «hay más alegría en el Cielo por un pecador arrepentid­o que por 99 justos que no necesitan del perdón de Dios» (Lc. 15, 7). Por eso, si te pesa tu pasado, o tu conciencia te reprocha algo, no te desanimes, que «Dios es más grande que nuestra conciencia» (1Jn. 3, 20) y mira a Lamín, que si él lo ha logrado, ¡tú también puedes hacerlo!

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Jorge Crisafulli
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