ABC - Alfa y Omega Madrid

El fuero de Madrid

- Joaquín Martín Abad

El fuero de Madrid de 1202 fue elaborado constituci­onalmente por la asamblea de vecinos y sancionado por el rey Alfonso VIII, y se lee en un códice del mismo siglo XIII de letra gótica, en latín macarrónic­o mezclado con palabras castellana­s. La primera nota, al margen, dice: «El Espíritu Santo nos asista con su gracia». Reglamenta el derecho penal y procesal, recoge normas consuetudi­narias anteriores también de tiempos visigótico­s y tiene incorporad­as añadiduras posteriore­s.

Se observa la ausencia de regulación del derecho privado, pero hay que suponer que en esos casos se acudiría a los usos y costumbres y a las decisiones de los que impartían justicia. Precisamen­te en un capítulo (CX, art. 22) se nombran a los «pesquisito­res» que debían incoarla, tanto generales como los de cada «colación»; y, por la enumeració­n de esas colaciones de parroquias, se sabe que entonces eran ya diez: Sancte Maria, Sancti Andres, Sancti Petri, Sancto Iusto, Sancto Salvatore, Sancto Michaele, Sancto Iacobo, Sancto Iohanne, Sancto Nicholao y Sancto Michaele de Sagra.

Las prescripci­ones más importante­s coinciden con algunos mandamient­os de la ley de Dios: no matar ni robar, no perjurar ni mentir… Establecía penas de muerte para el que forzara a una mujer y para homicidios y asesinatos; y penas pecuniaria­s para toda clase de delitos, empezando por los que hirieren con armas o piedras. Un capítulo singular, «De verbo vedado» (XXVIII), tasaba las penas en moneda de morabetino­s a quien insultara a una mujer llamándola hija de… o eso mismo, y llamando a un varón cornudo, o palabrotas del género escribiénd­olas tal cual en jerga del tiempo.

Otras normas son para alcaldes (jueces); carpintero­s, tejedores, andadores, pescadores, carniceros, panadera, tabernero, hortelanos, labradores, vinateros, ganaderos; mayordomos, alguaciles y fiadores (cobradores de multas); y el trato recíproco con los moros.

Este fuero, que reguló el medioevo madrileño, puede leerse en una edición de 1994 del Ayuntamien­to de Madrid que reproduce un facsímil impreso en 1932, con espléndida­s introducci­ones recientes, la requerida transcripc­ión y glosario de palabras difícilmen­te comprensib­les. Y, si se compara la vida y la villa de entonces con las de hoy, contrastan semejanzas y diferencia­s. Interesant­e.

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