26 Cultura
años y después de 30 años viviendo fuera de México.
Cuarón ha dejado claro que no le ha interesado hacer una película política, pero ello no impide que el contexto social en el que ocurre la historia, a principios de los 1970s, se cuele en la película, como los sucesos luctuosos de Corpus Christi, ocurridos el 10 de junio de 1971 en Ciudad de México y la aparición de grupos paramilitares. También es evidente la relación entre razas y clases sociales en una casa de clase media, donde todas las trabajadoras domésticas son mixtecas. Pero, fundamentalmente, la película, rodada en blanco y negro, es el retrato de una mujer buena, sencilla, temerosa, de firmes convicciones elementales. Una mujer que vive y se desvive para una familia que no es la suya, que acepta sin rechistar los desaires de la vida, y que sufre en sus carnes alguna de las tragedias más duras que puede vivir una mujer. Pero de su boca no sale una sola maldición, sino que sigue al pie del cañón pase lo que pase, dispuesta incluso a jugarse la vida por unos niños que no son los suyos, sino los de sus patrones. En la película no hay una sola mueca de rebeldía, resentimiento o militancia de empoderamiento femenino. No es el objetivo de Cuarón. No quiere reprochar la docilidad y sumisión de esta mujer, sino agradecerle su amor y su entrega; es –en palabras de Cuarón– un regalo de cumpleaños.
Roma no es una película comercial al uso. No hay escenas de acción –o casi–, ni encontramos efectos especiales o un montaje picado. Es una cinta contemplativa, minuciosa, lenta, como el emerger de los recuerdos de la infancia. Apenas ocurren cosas peliculeras, sino que ocurre la vida, tal cual, llena de silencios, de cosas no dichas, de dolores no aireados. En realidad, en Roma suceden un montón de cosas, que no se ven con los ojos, pero sí con la inteligencia y el afecto cómplices del espectador. 13tv.es; Tel. 91 784 89 30)