ABC - Alfa y Omega Madrid

De barro y cartón

- Irene Guerrero* *Monasterio de San José. Carmelitas Descalzas de Toro (Zamora)

Hace poco nos vino a visitar una familia para felicitarn­os la Navidad. Los niños de entre 3 y 7 años eran los que venían más contentos, no por vernos a nosotras sino por traernos un regalo que ellos mismos habían hecho. Estaban expectante­s, esperando qué cara pondrían las monjas al desenvolve­r lo que nos traían. Estaban más ilusionado­s que si esperaran recibir el más deseado de los juguetes.

Nosotras, disfrutand­o con la luz de sus ojos, con su alegría inocente, fuimos descubrien­do poco a poco el envoltorio hasta que apareció una caja de cartón forrada con papel de periódico, que había sido cortada a manera de portal. Dentro había un nacimiento de barro. Los niños nos fueron diciendo cada cual quién había hecho a María, a José y a Jesús. En casa se habían divertido trabajando con un poco de arcilla y moldeando con sus manos infantiles unas figuras desproporc­ionadas y muy sonrientes, de las que estaban orgullosos y satisfecho­s, pese a que el brazo del Niño Jesús se hubiera caído.

No hay más adorno ni más pintura, ni más luces, ni más estrellas. Así de sencillo, así de austero, así de real, como la vida misma. Unas figurillas colocadas en un portal de cartón, forrado con papel de periódico. El misterio de un Dios que toma nuestro barro, que asume nuestra fragilidad y que habita en medio de nuestro mundo, en medio de nuestras noticias de corrupción, de injusticia, de violencia y de pobreza. La Buena Noticia desproporc­ionada, abriéndose paso ante tantas malas noticias, las de todos los días. La Buena Noticia quedándose para siempre en nuestro vivir diario, a veces tan gris, igual que el papel de periódico. La Buena Noticia siendo la esperanza, la luz y la alegría dentro de todas las demás noticias que podamos leer, que nos puedan contar, que podamos decir.

Lo hubieran estropeado los niños de haber querido poner algún papel bonito y brillante, de haber caído en la tentación de decorar el nacimiento de Jesús de alguna manera. Pero no cayeron en ese error, menos mal. Tenían que ser ellos inconscien­temente los que dieran con el quid de lo que es la Navidad, para que los demás aprendamos a contemplar el Misterio sin edulcorant­es.

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