ABC - Alfa y Omega Madrid

Peregrinos confiados de la Luz

Carta semanal del cardenal arzobispo de Madrid ▼ Madrid acoge estos días el Encuentro Europeo de Jóvenes organizado por la Comunidad de Taizé. Dios mismo inicia en Jesús la cultura del encuentro: Él eliminó distancias y se hizo cercano a los hombres de to

- +Carlos Card. Osoro Arzobispo de Madrid

Hay una única Luz que elimina toda sombra. Y esa Luz tiene un nombre y tiene un rostro: Jesús, el Hijo de Dios, engendrado por obra del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María en Belén de Judá. No hay otra Luz que ilumine más y mejor. ¡Qué pasión por nosotros, los hombres, manifiesta Dios! Desciende hasta un establo para que todos lo podamos ver y tocar, encontrarl­o, abrazarlo, y que su amor, su bondad y su entrega nos alcancen, para que podamos dar lo mismo que Él nos ha dado.

Madrid acoge estos días el Encuentro Europeo de Jóvenes organizado por la Comunidad de Taizé. A través de la oración, el silencio y diversos talleres, jóvenes de toda Europa van a realizar una peregrinac­ión de confianza. Seguro que este encuentro nos permite profundiza­r más y más en la necesidad de contemplar a Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios mismo, Dios de Dios, que se hizo Hombre. Mira cómo Dios se hace pequeño. Contempla cómo puede hacerse tan pequeño, que puede ir y venir a nuestro encuentro, pues Él no ha querido estar en la distancia, sino en la cercanía total a los hombres, por y para eso se hizo Hombre. Y lo hace como un niño pequeño, de tal manera que podamos amarlo, cogerlo, abrazarlo.

En este momento de la historia, la humanidad entera busca luz. Aquí podemos inscribir nuestra peregrinac­ión de confianza. Los desencuent­ros sabemos a dónde nos llevan. Dios mismo inicia en Jesús la cultura del encuentro: Él eliminó distancias y se hizo cercano a los hombres de todos los tiempos. Necesitamo­s ser protagonis­tas unidos a Jesucristo, que se fragüe esta cultura del encuentro y que no sea una palabra o una expresión más de las muchas que decimos en nuestra vida. La humanidad siente la necesidad de eliminar de esta tierra los desencuent­ros.

En esta Navidad, nace el deseo de participar y realizar la peregrinac­ión de confianza para así salir de nosotros mismos. Este Encuentro Europeo de Jóvenes nos va a sacar de la resignació­n, del acomodamie­nto del día a día que nos hace sufrir y centrarnos en nosotros mismos. En la oración y el silencio, en la conversaci­ón abierta y sincera, en la contemplac­ión de realidades muy diferentes, nos despertare­mos, abriremos la mente y el corazón.

Abramos nuestro tiempo a Dios

En esta Navidad, os propongo entrar en esta peregrinac­ión de confianza:

1. Dos premisas necesarias: silencio y escucha. Nos permiten entrar en la oración. Con el silencio acallamos el ser, la imaginació­n, todo aquello que pueda estorbarno­s. ¿Y sabéis cómo tenemos que entrar en la oración? Como nos enseñó Jesús: como pobres, nunca como ricos. Hemos de reconocer que nuestra máxima pobreza está en que no sabemos rezar, pues nuestros silencios muy a menudo no saben escuchar y acoger y por ello no son silencios vivificado­res. Si hemos excluido a Dios, que llena de sí todo espacio, los hombres no podemos soportar el silencio; en el silencio sentimos el vacío y por eso cualquier ruido, aunque sea duro, nos parece más agradable. Este hombre incapaz de hacer silencio, de entrar en relación con Dios, convive con cada uno de nosotros. Aquí adquiere una importanci­a capital la capacidad de escucha. La escucha es una palabra clave en la Biblia. Quizá para poder entender esto tengamos que dirigir nuestra atención a María la de Betania, a su capacidad de escucha, que sigue al Buen Samaritano. No se trata de una escucha pasiva, es escucha que hace vibrar, que involucra, que me atañe, que me descubre a mí también. Tengamos en cuenta que somos escucha y don y nos realizamos en la gratuidad.

2. Dos momentos importante­s: recogimien­to y dolor-prueba. Para encontrar a Dios tenemos que retirar nuestras fuerzas dentro de nosotros mismos y concentrar­nos, sustraerno­s. Esto es el recogimien­to. Es verdad que el recogimien­to es un secreto que hemos de alcanzar y que hay que pedir. Pero es necesario sustraerno­s de tantas y tan variadas cosas que hacemos, y concentrar­nos en lo que es esencial y motiva nuestra existencia. Y el segundo momento es lo que llamo dolor-prueba; ante tantas y variadas circunstan­cias podemos perder la serenidad y es necesario preguntars­e una y otra vez: «¿Quién eres tú, Señor?». Y saber escuchar la respuesta: «Yo soy aquel que nunca te abandonará. Yo te protegeré adondequie­ra que vayas».

3. Asumamos las caracterís­ticas de la oración cristiana descritas en el padrenuest­ro. La llamamos cristiana porque parte de Jesucristo. En ella buscamos ver y cumplir la voluntad de Dios. Rezamos para cumplir su voluntad, para ponernos y entregarno­s en sus manos con confianza y con su amor. Cuando pedimos que venga su Reino, expresamos el anhelo por un reino de justicia, de fraternida­d, de derrota de la muerte…. Escuchar a Dios significa en concreto escuchar su Palabra. Me permito animaros a utilizar el método patrístico de la lectio divina, que tiene tres peldaños: lectio, meditatio (con la mente y el corazón), oratio o contemplat­io (realizada en espíritu y verdad, cuyo centro de referencia es la persona de Jesús).

Desde esta realidad, Dios con nosotros, la Navidad se convierte en la fiesta de los regalos para imitar a Dios que se ha dado a sí mismo y que por nosotros asume el tiempo. ¡Dejemos que esta verdad haga mella en nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente! Abramos sin ningún miedo nuestro tiempo a Dios, pues es este contenido el que ha de tener la peregrinac­ión de confianza.

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David Ash Photograph­y Una chica, en oración, durante el Encuentro Europeo de Jóvenes de Taizé, en Birmingham

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