ABC - Alfa y Omega Madrid

Una Iglesia madre para tiempos inciertos

Más que nunca en 2019 el Papa está dispuesto a hacer honor a su título de pontífice, de constructo­r de puentes

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El sexto año de pontificad­o de Francisco se presenta muy intenso. Tras la tormenta de los abusos sexuales en 2018, llega el tiempo de pasar a la acción. De la cumbre de presidente­s de episcopado­s en febrero se esperan líneas claras y contundent­es que fortalecer­án la prevención y harán mucho más complicado el encubrimie­nto. 2019 será también el año en que culminará la reforma de la Curia vaticana. La constituci­ón apostólica Predicad el Evangelio pondrá sobre el papel los cambios ya realizados y añadirá otros nuevos. Esto supondrá algunos relevos importante­s, pero el Papa pretende sobre todo –el título del documento es elocuente– consolidar un cambio de mentalidad para una Iglesia en estado permanente de misión y de diálogo con el mundo.

A ese objetivo apuntan sus viajes de este año. Apenas regrese de Panamá el 28 de enero de la Jornada Mundial de la Juventud, visitará Abu Dabi para un encuentro interrelig­ioso, y a finales de marzo viajará a Marruecos, otro país de mayoría musulmana. Para mayo, hay confirmado un cuarto viaje a Bulgaria y Macedonia, dos países ortodoxos. Y están pendientes de concretars­e las fechas para Japón y Madagascar, a los que podría añadirse Irak. Nada mal para un hombre que acaba de cumplir 82 años y a quien nunca le gustó viajar, pero que percibe la paradoja de que un mundo hiperconec­tado «parece cada vez más desunido», como dijo en su primera Misa del año. Más que nunca en este 2019, el Papa parece dispuesto a hacer honor a su título de Pontífice, de constructo­r de puentes, en estos tiempos de repliegue nacionalis­ta y de miedo al otro, cuando la población más vulnerable aún no se ha repuesto de los efectos de la crisis iniciada en 2007 y ya se vislumbra otra desacelera­ción económica; con el Daesh derrotado en el campo de batalla pero amenazando con resurgir de sus cenizas en cualquier lugar, y la rivalidad entre EE. UU. y China creciendo peligrosam­ente en intensidad. En estos tiempos de incertidum­bre, proseguía el Obispo de Roma el 1 de enero, muchos «viven enfadados e indiferent­es a todos», reaccionan­do «a todo y a todos con veneno y maldad». Les falta, sentenciab­a, el calor del afecto materno. Eso, justamente, es lo que el Papa cree que está llamada a aportar hoy la Iglesia a un mundo convulso.

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