Locura colectiva
Parece que el mundo se acaba cuando está terminando el año. Prisas y ansiedades reflejadas en el rostro de las personas que invaden las calles; coches y personas, a punto de arrollarte en los pasos de cebra; el todo mundo es bueno, en las aglomeraciones, se convierte en codazos, pisotones, malos modos y atropellos de los demás en busca de regalos y hartazgos de comidas y bebidas (seguimos olvidando el suplicio de Tántalo). Es la alegría de estas entrañables fechas navideñas, aunque, con cierta frecuencia, la Feliz Navidad se transforme en frenéticas prisas nerviosas, colas, griterío innecesario, ruidos descontrolados y petardos a punto de saltarte un ojo. Una locura colectiva, que por fin se termina el día 7 de enero del año siguiente, con los bostezos de la resaca de la borrachera felizmente terminada. Desea uno que vuelvan la cordura y el sosiego; y los pocos valores, que van quedando, los que dimanan del cristianismo, vuelvan a aflorar. Nunca mejor dicho: feliz año nuevo.