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de tener amigos de ese país. Los rusos que vinieron a Kiev eran conscientes de la situación y visitaron con nosotros a los soldados ucranianos heridos en el frente y a desplazados por la guerra. Hablábamos sinceramente y nunca tuvimos problemas políticos. De hecho, como hablábamos en inglés, ahora mismo no recuerdo quién era ruso».
Las actuales tensiones entre los ortodoxos ucranianos leales al Patriarcado de Moscú y los que apuestan por la nueva Iglesia ortodoxa ucraniana que el día 6 recibirá su tomos (decreto) de autocefalia del patriarca de Constantinopla suponen un nuevo reto. La mayoría de los jóvenes ucranianos que participan en Taizé son grecocatólicos del oeste, y por tanto más ajenos a esta vertiente del conflicto. Pero también hay ortodoxos. Juliia está vinculada al Patriarcado de Moscú, pero se alegra de que haya una nueva Iglesia independiente. Martina, que estos días estrenará esta nueva Iglesia, cree que «más que entre personas, el conflicto se da en el interior de la gente, que se debate entre la fidelidad a la Iglesia de sus padres y el rechazo» a su politización. «Para muchos es muy doloroso –explica el hermano Jean-Daniel– ver esto en la Iglesia, que siempre ha sido el lugar de relacionarse con Dios y crear comunión».
Cuando los jóvenes le abren su corazón sobre estas cuestiones, el religioso intenta «escuchar y ser cercano a todos, más que dar consejos». Y reconoce que, «más que animarlos, soy yo el que recibe ánimo de ellos. Su esperanza de que el mal, el miedo y la muerte no tienen la última palabra, algo muy presente en cómo los cristianos orientales viven la Pascua, termina transmitiéndome confianza a mí».