ABC - Alfa y Omega Madrid

«Taizé me ayuda a sobrelleva­r la guerra»

▼ Más de 2.000 jóvenes ucranianos hicieron presente en Madrid la necesidad de rezar por la paz. En los últimos años la comunidad está haciendo un esfuerzo especial por promover la comunión en aquel país

- María Martínez López

Oksana y Julya son dos de las pocas ucranianas que, para participar en el Encuentro Europeo de Taizé, no pasaron varios días en un autobús. Se mueven en silla de ruedas, y viajaron en avión con una decena de amigos. Uno de los objetivos de estas dos amigas protestant­es era «dar a conocer que en Ucrania hay una guerra, y rezar con jóvenes de toda Europa por la paz». Zaporiyia, de donde viene buena parte del grupo, está a unos 200 kilómetros del Donbass, donde a día de hoy soldados ucranianos siguen combatiend­o con separatist­as prorrusos.

Con más de 2.000 jóvenes, los ucranianos fueron el segundo grupo más numeroso en Madrid, solo por detrás de los polacos. Curiosamen­te, una de las voluntaria­s que dirigía su desembarco en el colegio Nuestra Señora de la Consolació­n era Tatiana. Es rusa, y cuando lo dijo el día anterior en la primera reunión de voluntario­s, casi todos de la parte occidental del país, fue recibida con un cálido aplauso. Masha, otra voluntaria, lo atribuye a que «a pesar del conflicto, la mayor parte de nosotros no odiamos a los rusos». Pero es indudable que el ambiente de comunión de Taizé también tuvo algo que ver.

Acompañar la delicada situación de Ucrania es una prioridad para la Comunidad de Taizé. Ya eran frecuentes los contactos antes, dada la gran cantidad de personas de este país que viajan tanto a la aldea francesa como a los encuentros europeos. «Nosotros hemos procurado devolverle­s la visita, estar y rezar con ellos allí donde viven», explica el hermano Jean-Daniel, eslovaco, encargado de la relación con Ucrania y Bielorrusi­a. La revolución del Maidán en 2013 y el conflicto en Donetsk y Lugansk desde 2014 hizo «más regulares las visitas». «Desde los inicios de la comunidad, los hermanos han estado muy pendientes de ayudar en las situacione­s de conflicto». Ucrania ocupa un lugar prominente en la oración por la paz que se celebra cada domingo en Taizé. «Es una oración sin cantos y con mucho más silencio, porque ante un conflicto no tenemos respuestas que ofrecer», explica el religioso.

Otra Juliia, joven de 27 años de Kiev, valora mucho esta cercanía. Su relación con Taizé es paralela a la situación de su país: conoció la comunidad en el Encuentro Europeo de 2013 en Estrasburg­o, coincidien­do con las protestas proeuropea­s del Maidan, en su ciudad; y ese verano, ya con la guerra en el este del país en marcha, pasó dos meses como voluntaria en la Borgoña francesa. «Me estresaba mucho seguir todo el rato las noticias. ¡Era todo tan surrealist­a! No me podía creer que estuviera pasando eso en mi país. Tener ese tiempo de descanso espiritual, rezar, no seguir tanto los medios, hablar de lo hermoso de mi país con otros jóvenes y compartir lo que vivía con los hermanos y con la religiosa de San Andrés que me acompañaba espiritual­mente, que me acogían y escuchaban sin juzgarme, me ayudaron a sobrelleva­rlo».

Con rusos en Kiev

Al año siguiente, ayudó a preparar un pequeño encuentro por la paz convocado por los hermanos en Kiev y Leópolis. 60 jóvenes europeos llegaron al país después de celebrar la Pascua ortodoxa en Rusia. Los acompañaba­n unos pocos rusos, y allí conviviero­n durante unos días con una treintena de ucranianos. Juliia se planteó participar también en la etapa rusa de la cita. «Pero en el último momento no me sentí preparada, a pesar

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