ABC - Alfa y Omega Madrid

«Los jóvenes necesitan vivir la Iglesia como un lugar de amistad»

▼ Alois Löser (Baviera, 1954) tenía solo 24 años y acababa de hacer su compromiso permanente en la Comunidad de Taizé cuando el fundador, el hermano Roger, se fijó en él para ser su sucesor. La decisión se anunció oficialmen­te al resto de hermanos en 1998

- María Martínez López

¿Le preparó el hermano Roger de alguna forma especial para sucederle?

Cuando el hermano Roger me habló por primera vez de ello parecía algo tan lejano que no lo pensé mucho. Solo poco a poco me empecé a dar cuenta de que en algún momento aquello sería una realidad. Pero ni yo ni el resto de hermanos podíamos ni intentábam­os imaginarno­s cómo sería la vida de la comunidad sin él. No preparamos mucho ese paso, confiábamo­s en que cuando fuera el momento sabríamos qué hacer. Tampoco él me indicó nada. La única preparació­n fue vivir juntos.

La comunidad interpretó su designació­n como signo de la gran confianza que el fundador tenía en los jóvenes.

Y seguimos viviendo esa confianza. Es sorprenden­te cómo a Taizé siguen viniendo no solo los antiguos jóvenes (lo cual es bueno) sino cada nueva generación de jóvenes. Son muy distintas a las de antes, pero nosotros queremos seguir apoyándola­s. La globalizac­ión ha cambiado mucho el mundo y la forma en la que los jóvenes lo miran. Viajan mucho más y están más abiertos. Pero al mismo tiempo se sienten menos seguros sobre el futuro. Durante largos períodos no saben qué va a ser de su vida y no pueden hacer planes a largo plazo. Se les exige que sean muy flexibles en cuestiones como el trabajo, la residencia... Así, ¿cómo van a asumir compromiso­s de por vida como casarse? Otros muchos no tienen trabajo. Todo esto hace que haya mucha más insegurida­d. Y también está creciendo el miedo al otro, el miedo al extranjero.

Dios, fuente de hospitalid­ad

Su mensaje para el año 2018 lo dedicó a la alegría, para contrarres­tar ese desencanto que parece invadir Europa. Ahora, para 2019 ha propuesto la hospitalid­ad, abordada no como categoría social o política sino desde la fe. ¿Están relacionad­as las actitudes contrarias a la hospitalid­ad con la seculariza­ción?

Creo que sí. No hablo solo de la hospitalid­ad hacia el extranjero, sino en el interior de nuestra misma sociedad, cada vez más competitiv­a. Queremos recordar que para los cristianos esta actitud tiene una base espiritual, porque expresa nuestra fe en que Dios nos acoge y nos ama a cada ser humano

sin distinción. Quiere morar en nosotros, llenar nuestra vida con su amor y su presencia. No solo para tener nosotros alegría interior, sino también para que la transmitam­os al mundo. Si perdemos este sentido del mensaje de Cristo, perdemos también nuestra capacidad de vivir la hospitalid­ad.

¿No es paradójico que en el encuentro dedicado a la acogida haya costado tanto encontrar familias para los jóvenes?

Es que acoger es difícil. Así que deberíamos estar contentos de que tantas familias y también comunidade­s religiosas hayan terminado acogiendo.

En sus reflexione­s de estos días ha invitado también a acoger nuestras limitacion­es humanas. ¿Cómo superar la vulnerabil­idad que sentimos al abrirnos a los demás?

Somos vulnerable­s. Pero también recibimos. Acoger no significa solo dar, sino estar dispuestos a que la persona a la que acogemos nos aporte algo. Nosotros hemos experiment­ado esto acogiendo en Taizé a refugiados. Especialme­nte en los últimos años: una familia siria con cinco hijos que un hermano conoció en el Líbano, algunos jóvenes adultos de Sudán que fueron desalojado­s de los slums de Calais… El día que llegaron estos últimos a Taizé, era noviembre y había niebla. No querían bajar del autobús porque les daba miedo, desconfiab­an de dónde los habían llevado. Pero fueron bajando y rápidament­e nos hicimos amigos. ¡Y cuánto nos aportan: amistad, bondad…! Pero esta acogida no la hace solo la comunidad, participan los pueblos cercanos. Cada vez que llega alguien, preguntamo­s quién puede ayudar e inmediatam­ente se ofrecen 40: una mujer les da clases de francés, alguien dona una nevera… Y, además, para cada uno de los refugiados encontramo­s a una familia dispuesta a ser su referente, para que no estén solos.

¿Qué huella cree que ha dejado Madrid en los más de 40 años de historia de la Peregrinac­ión de Confianza?

Creo que un aspecto especial era mostrar que la Iglesia es un lugar de amistad. Experiment­arla así, acogedora, y no solo como una institució­n moral, es muy importante para los jóvenes. Y me alegra mucho haber podido vivir esto en Madrid porque tengo la impresión de que hay una gran generosida­d entre los jóvenes españoles. Hay muchos que son voluntario­s, pero con frecuencia en entidades sin relación con la Iglesia. Y con este encuentro hemos mostrado que la Iglesia es un lugar donde no solo hay una sensación de amistad sino un compartir real.

En estas reflexione­s han resonado algunas de las ideas clave del Sínodo de los obispos sobre los jóvenes. ¿Participar en él le influyó a la hora de formularla­s?

Especialme­nte la idea de que la Iglesia tiene que ser un lugar de amistad es fruto del Sínodo. Al haber tantos obispos de todo el mundo, supuso plantearse el propósito común de hacer todo lo posible para que los jóvenes sientan que la Iglesia es un lugar

donde son escuchados. Esta escucha hace falta a distintos niveles: una primera acogida (¿por qué en nuestras Misas y servicios religiosos no hay un grupo que salude a la gente al llegar, especialme­nte a los nuevos?), el acompañami­ento personal y más profundo que buscan algunas personas, y acoger también los sueños y sugerencia­s de los jóvenes sobre la Iglesia y la sociedad.

De Hong Kong a Sudáfrica

Después de casi 75 años de paz casi completa en Europa, ahora el continente vive una importante crisis de identidad. ¿Qué papel le gustaría que jugaran los jóvenes de Taizé en su construcci­ón?

El diálogo entre los líderes políticos no llegará a soluciones si no hay contactos personales entre los ciudadanos. Y estos encuentros europeos pueden contribuir a ello. Sin estos contactos a través de las fronteras, nos quedamos en los prejuicios entre países y regiones. Quizá en el pasado no nos tomamos nuestras diferencia­s lo suficiente­mente en serio. Pensábamos que era fácil unirnos. Pero ahora vemos que no lo es, que somos diferentes y tenemos que aceptarnos. Creo que esto está muy ligado a la comprensió­n de la historia. Entender las razones que hay detrás de los conflictos puede ayudarnos a afrontarlo­s con más paciencia y escucha.

La hospitalid­ad será también el tema de otros encuentros de Taizé durante 2019. ¿Qué acento se le dará en los encuentros de Beirut (Líbano) y Ciudad del Cabo (Sudáfrica)?

En Beirut veremos cómo viven los cristianos en una sociedad en la que son minoría, cómo afrontan tantas divisiones entre Iglesias en Oriente Medio, y cómo es la acogida a la enorme cantidad de refugiados que hay en el país. Podemos aprender mucho de ello. Además, nos parece importante que en Europa comprendam­os mejor el mundo árabe y África. No hemos abandonado todavía una historia de colonialis­mo, aunque sea bienintenc­ionado («os vamos a ayudar»). Pero la situación ya no es así; tenemos que llegar a la colaboraci­ón, y a la justicia en las relaciones económicas. Sudáfrica vivió algo increíble: la salida del sistema de apartheid. Pero la sociedad todavía sufre, y queremos ofrecerles un signo de solidarida­d.

El encuentro más reciente de la Peregrinac­ión de Confianza ha sido el de jóvenes asiáticos en Hong Kong, en el que participar­on jóvenes de la China continenta­l. ¿Cómo fue el el encuentro entre ambos?

Fue significat­ivo no solo ese intercambi­o, sino también el que hubo entre jóvenes de Japón y China o de Corea y China. Tras la II Guerra Mundial, en el sudeste asiático no hubo una reconcilia­ción similar a la de Europa, que es única y sin precedente­s. Que esos jóvenes se juntaran fue algo muy importante y una gran alegría para la gente. Se preparó durante mucho tiempo. Como las fronteras de China se han abierto y sus jóvenes pueden viajar bastante, nos propusimos que no fuera solo el ámbito económico el que las superara, sino también la Iglesia y los cristianos.

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Fotos: Vicent BELLEC/ Communauté de Taizé Un momento de la oración vespertina en IFEMA
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El prior muestra la carta en la que el
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Ayuntamien­to de Breslavia (Polonia) invita a organizar allí el Encuentro Europeo de 2019

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