España 19
entrar. Decidimos quedarnos a dormir y, tras explicar nuestra situación, nos derivaron al SAMUR, donde se repitió la misma historia», protesta.
«Fue frustrante porque nos sentíamos rechazados y llegamos a quedar en calle algunos días», cuenta Efraín. Finalmente, su familia fue admitida en un centro de acogida temporal de Cruz Roja. Aunque reconoce no sentirse «tan asustado como antes», aún le quedan muchas heridas emocionales por coser.
Precisamente por ese motivo, Patricia Fernández Vicens, abogada de la Fundacuón la Merced, recalca la importancia de que estos casos reciban atención especial de las instituciones. «La posibilidad de integración para los niños que habitan en los centros de tutela pasa por disfrutar de los derechos que tiene cualquier persona, pero la experiencia está siendo decepcionante porque no hay atención», alerta. Además, aunque algunos niños viajan con unos padres en los que se pueden apoyar, Fernández Vicens también advierte de los riesgos de desatenderlos confiando en que las familias conseguirán salir adelante por sí mismas, pues «el niño va a ver sufrir a sus padres y reconstruir el puzle de su vida después de eso va a ser muy difícil».
No obstante, a pesar de las huellas que la violencia ha dejado en sus vidas, la infancia refugiada en España lucha a destajo por cerrar sus heridas sin buscar excusas en la falta de apoyo. Así lo cree Maribel Rodríguez, responsable de la Fundación La Merced, quien los define como «modelos de supervivencia y resiliencia». Estos menores han escapado con vida de situaciones límite que le arrebatarían la cordura a cualquiera: conflictos armados, reclutamientos forzosos, persecuciones religiosas o explotaciones de toda índole. Toda una serie de peligros que, según Rodríguez, «si estuviera en su lugar, no sería capaz de superar».