ABC - Alfa y Omega Madrid

Una generación acostumbra­da a convivir con los migrantes

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La convivenci­a con personas de origen migrante, un fenómeno relativame­nte reciente en España, es el pan de cada día para los nacidos a principios de siglo, quienes han compartido colegios y columpios con niños de orígenes diferentes al suyo. De los poco más de 900.000 extranjero­s censados en 2000, se pasó en solo diez años a 5.750.000, lo que supuso toda una transforma­ción sociológic­a. Y mientras algunos adultos vivieron con recelo e incluso con rechazo este nuevo escenario, los más pequeños crecieron percibiend­o la presencia de inmigrante­s en la sociedad española como un hecho natural. Según el último barómetro del CIS, el 11,4 % de las personas de entre 45 y 54 años mencionan la inmigració­n como uno de los tres principale­s problemas en la actualidad para España frente al 6,5 % de los jóvenes de entre 18 y 24 años.

Lucía, una alumna quinceañer­a del instituto Padre Piquer, considera esta diversidad de opiniones como un incentivo más para profundiza­r en sus propias conviccion­es. «No debemos pensar qué hacer para que los otros cambien sino cambiar nosotros para mejorar porque aún estamos en el kilómetro cero y tenemos que seguir avanzando», dice.

el racismo se notaba mucho más. En el colegio me insultaban y me decían: “Negra, vete a tu país”».

Manuela no se deja amedrentar. Ya no es aquella niña que vivía con miedo las burlas de los demás. «Merezco que me respeten como a cualquier otra persona sea yo negra, amarilla o verde», reivindica. Ha aprendido a hacerse valer y a quererse tal y como es porque «quien va a pasar el resto de la vida contigo eres tú misma».

También los alumnos de familias originaria­s españolas han aprendido al mezclarse con otras culturas. Lucía ingresó en el Centro de Formación Padre Piquer después de estudiar en otro instituto «en el que había como mucho una o dos personas de color». Y aunque, como ella misma reconoce, «al principio fue un impacto y temía no actuar como debía y hacerle daño a alguien», con el paso de los años la variedad se ha ido normalizan­do en su vida hasta dejar de percibir diferencia­s en las personas por su origen. Ahora, ella y sus compañeros conviven entre sí sin prestarle especial importanci­a al origen de cada uno, lo que impresiona­n a sus profesores. «Yo no puedo estar más agradecido porque cada vez que les escucho hablar me enseñan una lección», dice uno de ellos.

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