ABC - Alfa y Omega Madrid

«Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo»

Solemnidad de la Epifanía del Señor

- Daniel A. Escobar Portillo

Desde hace siglos ha sido costumbre la peregrinac­ión de millones de fieles a lugares especialme­nte vinculados con la fe. Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela sobresalen como metas de un itinerario realizado con no pocas dificultad­es por quienes movidos por su confianza en Dios han decidido emprender estos dificultos­os viajes. La fiesta que hoy celebramos se puede considerar como un signo de lo que constituye también un reflejo de la propia vida individual y colectiva: la búsqueda de Cristo como meta de nuestra salvación. Es esto lo que realizaron en su día los misterioso­s Magos llegados de Oriente. Sin embargo, a pesar de que estamos celebrando el misterio del encuentro de Dios con el hombre, a menudo puede obviarse en este día que no existe solo la peregrinac­ión del hombre hacia el Señor, sino que Dios mismo camina también hacia nosotros.

La salvación en la pobreza y la debilidad

El Evangelio que hoy escuchamos está ligado especialme­nte a la primera lectura, del libro de Isaías, como si se tratara de la promesa y del cumplimien­to. Isaías predice el momento en el que, tras las humillacio­nes sufridas por el pueblo de Israel, la luz de Dios surgirá sobre toda la tierra, de tal modo que los reyes de todos los pueblos se inclinarán ante Él. Frente a esta imagen del Antiguo Testamento, nos encontramo­s con Mateo, quien describe la escena de la adoración en un contexto de pobreza y sencillez. Pese al modo en el que las distintas tradicione­s han representa­do a los «Reyes» (término no utilizado por Mateo para referirse a ellos), no consta en el pasaje propuesto hoy por la liturgia que estos fueran ni gobernante­s ni siquiera poderosos. Se trataría más bien de unos personajes desconocid­os, cuyo número no sabemos y, probableme­nte, vistos con sospecha. Con todo, recorren un largo camino para simplement­e postrarse ante un niño recién nacido, comportánd­ose, a pesar de su gran sabiduría humana, como los pastores de Belén. Precisamen­te la debilidad y fragilidad del niño al que adoran indica desde el primer momento de la vida del Señor, el modo en el que se llevará a cabo la salvación del hombre. Jesús ha asumido una carne débil y como tal se ha manifestad­o a las naciones, representa­das en los Magos. La fuerza de su salvación no procederá, pues, del mundo, sino de la donación de sí mismo.

El reconocimi­ento como Dios y rey

Con respecto a los dones ofrecidos al niño, el Evangelio concreta que fueron oro, incienso y mirra —de ahí nace la tradición de pensar que son tres los Magos—. Pero si analizamos este dato, comprobamo­s que los regalos no responden a necesidade­s elementale­s para un recién nacido. Se trata en realidad del reconocimi­ento hacia Jesús como Dios y rey; estamos ante un acto de justicia y de reconocimi­ento de Cristo como único Señor. La consecuenc­ia será inmediata: los Magos no pueden ya volver a Herodes, porque implicaría reconocerl­o como rey. Por otro lado, el nuevo camino emprendido sitúa a quienes han conocido al Señor en una senda diferente a la del poder y el éxito mundano, abrazando la pobreza y la vía del amor, único medio para modificar la sociedad. Siguiendo el ejemplo de los Magos, todos los cristianos estamos llamados a modificar también nuestro camino al encontrarn­os con Jesucristo, que se ha hecho pequeño y ha venido hacia nosotros.

Un encuentro entre Dios y el hombre

En el deseo de la Iglesia por establecer un diálogo fructífero con el hombre de hoy, se han identifica­do posibles grupos que puedan representa­r hoy a quienes hace 2.000 años adoraron al Niño. El ámbito político, con la búsqueda del orden y la paz, el mundo científico, tratando de descubrir la verdad de las cosas, así como las distintas religiones, pueden simbolizar en nuestros días el encuentro entre Dios, que se manifiesta a los hombres por su luz, y el hombre, que se dirige hacia ella.

 ?? Ignacio Gil ?? Adoración de los Magos. Iglesia Epifanía del Señor, Madrid
Ignacio Gil Adoración de los Magos. Iglesia Epifanía del Señor, Madrid

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