Fe y vida 23
1. Tómate como tarea fundamental de tu vida dar la paz de Jesucristo. La misión que da Jesús a sus discípulos es regalar y acercar su paz. Debemos hacernos servidores de esa paz que quiere entregar a todos los hombres. Esa paz tiene rostro, medidas, modos y maneras de hacerse presente, es una Persona, es Jesucristo. Como nos dice el mismo Jesús: «No he venido a que me sirvan sino a servir y a dar mi vida», «quien quiera ser el primero que se haga el último y el servidor de todos». Con la paz de Jesucristo, sal a los caminos y bendice, protege, ilumina y muestra su rostro a todos los hombres.
2. Sé generador de confianza y de esperanza. Vive y hazte hermano de todos los hombres. Genera confianza, escucha, participación y conversación. Es necesario que vivas y sientas en profundidad la realidad que construye tu vida y la da fundamento, como es esa filiación que Dios nos ha dado como regalo: somos hijos de Dios y por eso llamamos a Dios, Padre. Unos hijos libres y no esclavos, libres para vivir desde lo que somos y por ello amar a todos los que encontremos en el camino, sabiendo que esto lo hacemos cuando no contemplamos a los demás desde las diferencias, sino metiéndolos en nuestro corazón y siendo contemplados como hermanos. No hermanos por conquista personal, sino porque los ha conquistado Dios como hijos y nos los puso a nuestro lado como hermanos. Viviendo así generas confianza y esperanza, eliminas de esta tierra la corrupción que surge siempre de ver al otro como enemigo.
3. Da prioridad en tu vida a Jesucristo, ponlo en el centro. En el admirable silencio de María en Belén, contemplamos a la mujer que ha dado prioridad en su vida a Dios. Cuando de Ella se nos dice que «conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón», en ese silencio contemplativo, descubrimos la acogida de Dios, de su voluntad, de sus deseos, de su paz. Necesitamos poner a Dios como prioridad en nuestra vida: cuando está ausente, nuestra vida y la de la sociedad enferman porque, entre otras cosas, el ser humano necesita una respuesta que no se puede dar a sí mismo. Por muy ilustradas que sean nuestras ideas, si se nos derrumba lo esencial y nuestro mundo no puede cambiar, ¿qué hacemos? La presencia de Jesucristo en nuestra vida nos ofrece una conversión del corazón, la paz del alma, como aquella que tenía Santa María. Vivir así nos regala lo que es de primera necesidad para nuestro mundo: la paz con nosotros mismos, la paz con el otro y la paz con la creación.
Comienza el año con lo que ofreció y dio Jesús el día que nació en Belén: comenzó un tiempo de paz. Desármate y busca todos los caminos para hacer llegar a Jesús sorprendiendo siempre. ¡Feliz 2019!