Un nuevo año para sorprender
Carta semanal del cardenal arzobispo de Madrid ▼ Sorprendidos estamos por Jesús: se acerca a nosotros para bendecirnos, iluminarnos y darnos a conocer sus caminos, esos que nos llevan a nosotros y a todos los hombres a la vida, a la verdad.
Al comenzar 2019, sintamos el gozo de una Iglesia que sigue sorprendiendo porque vive de la fuerza del Espíritu Santo, se siente acompañada por Santa María Madre de Dios y quiere seguir diciendo a los hombres el mensaje de de Jesús en su nacimiento: «Paz a los hombres que Dios quiere». Volvamos a contemplar los primeros momentos de la Iglesia, cuando los apóstoles estaban reunidos en el Cenáculo y experimentaron aquel acontecimiento de Pentecostés que se realizó de un modo sorprendente. Viento fuerte, llamas de fuego, miedo que desaparece y deja hueco y espacio a la valentía, lenguas en las que todos comprenden el anuncio… ¿Qué pasa? Sencillamente que allí donde llega el Espíritu todo es nuevo, renace y se transfigura. Ya desde el inicio, el Espíritu Santo produce sorpresa y turbación. La Iglesia tiene que hacerse presente en medio de los hombres, en medio de esta historia y de los caminos por los que van los hombres, sorprendiendo y turbando.
La Iglesia que nace en Pentecostés, la Iglesia fundada por Jesús, conmemora en estos días el nacimiento de Jesús en Belén. Y hoy el Señor, en el año 2019 que acabamos de comenzar, sigue suscitando sorpresa y turbación. Así hemos vivido el Encuentro Europeo de Taizé en Madrid. Jóvenes provenientes de toda Europa, reunidos para escuchar al Señor, para realizar encuentro y escucha; para hacer silencio y oración; para curar nuestras divisiones internas; para vivir la experiencia de la hospitalidad de los primeros cristianos; para descubrir junto a Dios el futuro que Él nos da y las decisiones que hemos de tomar en nuestra vida.
Para entender mejor el año nuevo, entremos en la hondura y profundidad que nos ofrece Jesucristo: sorprendidos y turbados como los pastores de Belén. La sorpresa es la que reciben los pastores y la turbación es lo que ellos provocan en los demás. La sorpresa es característica de una Iglesia que vive y da vida, pues si la Iglesia no sorprende es síntoma de enfermedad, de debilidad. Si fuera así tenemos que poner remedios. Y el remedio más inmediato es ponernos delante de Cristo abiertamente. La turbación es lo que provocan en quienes los ven vivir y actuar. Quizá muchos hubiesen preferido que los discípulos de Jesús viviesen bloqueados por el miedo o encerrados en sí mismos. Pero la Iglesia no quiere ser un elemento decorativo, no duda en salir, no duda en encontrarse con todos en los diversos caminos y en las diversas situaciones existenciales.
Sorprendidos estamos por Jesús. ¿Cómo no cantar a este Dios que en su cercanía nos alegra, nos da su Luz y su confianza? ¿Cómo no alegrarnos cuando Él nos da su presencia que enriquece nuestras relaciones con los demás? ¿Cómo no alegrarnos cuando Dios se ha acercado a nosotros, hemos visto su rostro y nos ofrece su vida para que sorprendamos en este mundo a todos los hombres y los animemos a vivir dando de su Luz? Iniciemos el camino de 2019 sorprendiendo con estos contenidos: