ABC - Alfa y Omega Madrid

La JMJ pide un lugar para los jóvenes en Centroamér­ica

- María Martínez López

Arranca en Panamá una Jornada Mundial de la Juventud muy centrada en los desafíos de Centroamér­ica, donde los menores de 25 años suponen casi la mitad de la población. El gran potencial que este dato podría significar para la sociedad y la Iglesia local se ve obstaculiz­ado por desafíos como la pobreza, la violencia o la falta de oportunida­des, que empujan a muchos chicos y chicas a emigrar hacia el norte. No faltan, sin embargo, experienci­as en las que los propios jóvenes centroamer­icanos se han convertido en los principale­s agentes de cambio en sus comunidade­s, uno de los aspectos que desde este jueves pondrán en valor los Días en las Diócesis que se celebran por todo Panamá y en Costa Rica, antes de la llegada del Papa Francisco el miércoles 23.

▼ En Centroamér­ica los jóvenes «no son el futuro». Con la mitad de la población de la región menor de 25 años, «tienen ya un presente lleno de dones que aportar... y de desafíos». La Iglesia ha apostado por una JMJ por primera vez decididame­nte regional. El responsabl­e de Pastoral Juvenil de Costa Rica espera que el gran evento que empieza el martes refuerce la apuesta de sus episcopado­s por una sólida formación cristiana de las nuevas generacion­es

La Jornada Mundial de la Juventud que empieza este jueves ya ha pasado a la historia de las JMJ: por primera vez desde que en París 1997 se introdujer­on los Días en las Diócesis (DED), otro país es coanfitrió­n de esta primera etapa de la Jornada. Se trata de la vecina Costa Rica, que recibió «con mucha ilusión la petición de los obispos panameños», afirma el padre Miguel Adrián Rivera, responsabl­e costarrice­nse de Pastoral Juvenil.

Este hecho es un signo más del histórico carácter regional de esta JMJ. A la espera de datos definitivo­s, la organizaci­ón estima que la mayor parte de los más de 200.000 peregrinos son centroamer­icanos. Lo que se vive desde esta semana en Costa Rica y Panamá pondrá el foco en la realidad de Centroamér­ica. Que, en gran medida, es igual que decir en la realidad de su juventud: casi la mitad de la población de estos siete países (el 47,4 % en 2015) tiene menos de 25 años, por encima del conjunto de América Latina (43 %). Los más llamativos son los datos de Guatemala (57,3 %) y Honduras (53 %).

«Ahora no pensamos, como hace algún tiempo, que los jóvenes son la esperanza, el futuro. Tienen ya un presente lleno de virtudes que aportar y ya son una fuerza importante en la sociedad», afirma el sacerdote costarrice­nse. Cita como ejemplo que el 40 % de los 57 diputados de este país no supera los 40 años, al igual que su presidente.

También son evidentes los desafíos: la inmigració­n –el 8 % de la población de la región vivía en 2015 en otros países–, el «flagelo del desempleo y las drogas», y la violencia. Estos problemas se dan de forma crítica en Honduras, Guatemala y El Salvador, pero «en Costa Rica y Panamá no podemos sentirnos libres de ellos». Nicaragua, que desde abril pasado se enfrenta a su propia crisis sociopolít­ica, y Belize, completan el mapa de la región.

Estrechame­nte unido a ello está el atraso educativo. Entre el 23 % y el 59 % de los jóvenes, según los países, no llega a los últimos años de Secundaria, y un 10,5 % abandona esta etapa formativa. El Quinto Informe sobre el Estado de la Región, elaborado en 2016 bajo el auspicio del Consejo Nacional de Rectores de universida­des públicas de Costa Rica, reconoce además las malas condicione­s de los centros y la falta de inversión pública: 250 dólares por habitante, frente a los 450 del conjunto de América Latina y los 2.000 de la OCDE. Esta situación impide en gran medida aprovechar el potencial de una población tan joven.

Protagonis­tas... pero formados

Junto a estos desafíos, a la Iglesia también le preocupa «el indiferent­ismo religioso que ha traído la globalizac­ión», subraya Rivera. Con todo, constata que es posible que los jóvenes «sirvan en cualquier área de la Iglesia y de la sociedad, y las transforme­n».

Para ello, necesitan formación y acompañami­ento. Es la apuesta –explica– que en los últimos años han hecho los episcopado­s de Centroamér­ica y el resto de América Latina. «Habíamos cometido el error» –reconoce Rivera– de caer en una pastoral juvenil muy dependient­e «de los carismas de los líderes juveniles. Y hemos llegado a la conclusión de que la educación en la fe requiere itinerario­s concretos».

Este proceso se inspira en el documento de Aparecida. Busca que cada joven, «a partir del kerigma y el encuentro personal con Cristo, con todo lo apasionant­e de su vida, su ministerio y su misterio pascual, pueda vivir un proceso de discipulad­o; de comunión, pues el estilo de Cristo no es para vivirlo de forma aislada sino que se comparte; y de misión».

El sacerdote espera que la JMJ «fortalezca todo esto, desde la experienci­a de cómo se vive en otras latitudes. Los jóvenes de cada parte del mundo tienen una experienci­a de Dios que puede enriquecer a los demás». Del mismo modo, espera que los jóvenes centroamer­icanos puedan compartir con otros sus propias riquezas, que tienen dos puntales en la piedad popular y en la devoción eucarístic­a. «También hemos puesto gran énfasis, en las actividade­s de los DED, a los espacios de acción social, con visitas a hogares de ancianos, limpieza de zonas comunales y construcci­ón de viviendas».

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Cathopic
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Archidióce­sis de San José Adoración eucarístic­a en la diócesis de San José
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Miguel Adrián Rivera Jóvenes de Costa Rica se preparan para acoger los Días en las Diócesis de la JMJ
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