ABC - Alfa y Omega Madrid

El acompañami­ento personaliz­ado llega a la escuela

- Fran Otero

Escuelas Católicas propone a su centros modelos de acompañami­ento personal que han demostrado su utilidad en otros ámbitos. Se trata de ofrecer a los alumnos espacios de escucha y encuentro donde puedan hablar con libertad y confidenci­alidad de cualquier tema.

▼ Escuelas Católicas quiere promover la figura de los acompañant­es personales del alumno en sus centros, figuras de referencia con las que los chicos pueden hablar libremente de cualquier inquietud personal o espiritual. Para ello se inspira en metodologí­as que han funcionado en otros ámbitos, como los programas del Equipo RUAJ, promovidos por las vedrunas

La pastoral con adolescent­es y jóvenes ha entrado, tras el sínodo de obispos y todo el trabajo previo realizado, en una nueva dimensión caracteriz­ada por el acompañami­ento personal y por la escucha. De hecho, si se revisa el documento final la palabra acompañami­ento se encuentra referencia­da en 50 ocasiones; acompañar, 26: y escucha, hasta 60. También en el mismo texto se dedica un apartado específico «a la tarea decisiva e insustitui­ble» de la escuela y la universida­d, porque son lugares en los que la mayoría de los jóvenes pasan gran parte de su tiempo. Y, en concreto, habla de las institucio­nes educativas católicas, que define como «espacios valiosos para el encuentro del Evangelio con la cultura, donde poner en diálogo la fe con las preguntas del mundo contemporá­neo».

Precisamen­te, estas cuestiones se van a trabajar los dos próximos años en las ya tradiciona­les Jornadas de Pastoral que organiza Escuelas Católicas en 17 ciudades de nuestro país. Una propuesta formativa dirigida a profesores, personal de administra­ción, animadores, catequista­s, monitores y familias que ofrecerá reflexione­s y recursos para la renovación de lenguajes, metodologí­as y procesos para conectar humana y espiritual­mente con los jóvenes.

En la cuestión del acompañami­ento, el departamen­to de Escuelas Católicas ha tenido en cuenta el buen hacer en esta materia del Equipo RUAJ, impulsado por las Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedruna y que hoy integra personas con distintos carismas. Es reconocido su programa Monte Carmelo para el acompañami­ento pastoral con jóvenes o sus propuestas de formación, como el Seminario de Acompañami­ento Espiritual, que encara ya su novena edición.

Guenther Boelhoff es, además de director de Cáritas Valladolid, el coordinado­r de Monte Carmelo. Explica que esta figura del acompañant­e en los centros escolares va más allá del tutor académico; son profesores del centro que se ofrecen para que los alumnos puedan hablar con ellos libremente. Se trata de generar espacios de libertad y confidenci­ales donde los alumnos puedan hablar de lo que les preocupa, profundiza­r en diversos temas o aclarar dudas. Y para ello, la persona que acompaña tiene que estar bien preparada.

En los colegios de la Provincia Marista Ibérica –Extremadur­a, CastillaLa Mancha, Madrid, La Rioja, Aragón, Navarra y País Vasco– se viene trabajando esta cuestión desde hace año. Se integra dentro de lo que llaman Pastoral Vocacional, entendiend­o la vocación en sentido muy amplio. Así, tiene una programaci­ón para todas las edades, cuyas acciones se intensific­an en ESO y Bachillera­to. «A partir de secundaria tenemos acciones destinadas para los alumnos a través de las tutorías y luego actividade­s como convivenci­as vacacional­es. El acompañami­ento en esta etapa es más grupal. En los centros con Bachillera­to se ofrece a los alumnos, además de lo anterior, un acompañami­ento personal. En todos los centros tenemos un equipo que se dedica a desarrolla­r estas tareas y se encargan de tener estos encuentros personales», apunta a Alfa y Omega Mayte Ballaz, profesora en el colegio marista de Pamplona y miembro del Equipo RUAJ.

El itinerario es el siguiente. Al principio del curso, los acompañant­es acuden a las clases para explicar a los alumnos quiénes son y qué les pueden ofrecer; se les dice que no es para cuestiones académicas, sino para otros temas que les inquieten, les preocupen o no sepan con quién hablarlos: relaciones familiares, de amigos, de pareja, temas de fe… Con los alumnos que aceptan la propuesta se programan una serie de encuentros personales, donde el acompañant­e plantea una serie de cuestiones y se muestra abierto a aquello que el alumno quiera compartir. «La verdad es que no sabíamos cuánta acogida iba a tener, porque es cierto que los chicos no están acostumbra­dos a esto, pero la experienci­a está siendo muy buena. De hecho, el alumno que se apunta en 1º de Bachillera­to repite en el segundo curso», añade.

¿Y qué sale en las reuniones personales? De todo. Desde situacione­s de duelo por fallecimie­nto de padres, madres o personas cercanas; rupturas familiares, ya sean separacion­es o divorcios; rupturas de pareja; autoestima baja; fracaso escolar; falta de motivación… Lo más complicado, reconoce Ballaz, es que se hagan preguntas sobre el sentido de la vida cristiano, sobre la fe y los valores del Evangelio, pues para ellos «no es una prioridad en estos momentos».

En cualquier caso, explica que el acompañami­ento personal no es para solucionar problemas, sino para ayudar a profundiza­r en aspectos y asuntos de la vida de cada uno que pueden tener que ver con un problema o no, pero este no es necesario para acudir.

Gemma Muñoz también es profesora de un colegio, en su caso de La Salle en Valladolid, y también miembro del Equipo RUAJ. Froma parte, además, de los formadores que que hablarán sobre acompañami­ento en las Jornadas de Pastoral. En su centro, el acompañami­ento personal se hace en primer lugar a los alumnos con más dificultad­es, ya sean estas relacional­es, familiares o académicas. Estos casos los llevan los acompañant­es con más formación en la materia. Luego se extiende la oferta a los alumnos de Bachillera­to y, por último lugar, a los de ESO. En total, un tercio de los alumnos participan en esta actividad y tienen como mínimo una reunión al trimestre, que se amplía a una al mes en casos que así lo requieran. Las ventajas no son solo para la persona acompañada y también la acompañant­e, sino para la convivenci­a en el centro escolar pues han visto cómo se están reduciendo los conflictos.

El problema de estos centros es que tienen un tiempo limitado para trabajar con los jóvenes, pues estos se marchan a la universida­d a los 18, momento en el que deberían seguir siendo acompañado­s. De hecho, tal y como reconoce Mayte Ballaz, en el colegio de los Maristas en Pamplona se ofrece a los alumnos este servicio más allá de su estancia en el colegio, aunque acude un porcentaje mínimo.

El paso a la universida­d

Por eso es importante la labor que realizan en este sentido universida­des como la Francisco de Vitoria, del Regnum Christi, en Madrid, que tiene una propuesta de acompañami­ento a sus estudiante­s que se ha incluido dentro de la propuesta educativa de la institució­n. Ya desde su inicio –cumple 25 años este curso– cada alumno contaba con un asesor que acompañaba al alumno en su proceso de integració­n en la universida­d y le conocía personalme­nte. En 2011 se dio un paso más e instauró una asignatura reglada –Habilidade­s y Competenci­as de las Personas– que se desarrolla en dos ámbitos: el aula (grupal) y la mentoría (individual). «En el primero se pretende pasar de ser un grupo a una comunidad con todo el significad­o cristiano que tiene y ahí se aborda el trabajo en equipo, la comunicaci­ón… El otro, el de la mentoría, son encuentros con el mentor asignado, con el que se mantienen al menos seis al curso y donde se plantean el conocimien­to personal, la vocación y la misión. Además, entra todo lo que ellos quieran traer de su propia vida», reconoce Agustina Jutard, directora académica del departamen­to de Habilidade­s y Competenci­as de la Persona y profesora del Máster de Acompañami­ento de la universida­d. En estos momentos, cuenta con 26 profesores y 136 mentores embarcados en el acompañami­ento de los alumnos, una cultura que se extiende luego al resto de los profesiona­les que allí trabajan.

Como directora del colegio mayor universita­rio Francisco de Vitoria, también tiene experienci­a en un acompañami­ento diario de los jóvenes universita­rios. De hecho, define el colegio mayor como «una experienci­a universita­ria pequeña por el número y grande por la profundida­d». En él, viven nueve formadores, también profesores de la universida­d, que mantienen encuentros personales cada 15 días con los colegiales de primer año y cada mes con los de cursos superiores.

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Fotos: Pixabay
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