ABC - Alfa y Omega Madrid

22 Cultura

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N.L.: Una visita de una pareja muy joven se me quedó grabada. Llegó el chico: «Échale una mano porque dice que no disfruta, y yo no tengo ningún problema, voy muy bien armado». Cuando me quedé a solas con ella, me contó el tipo de relaciones que tenían. No la estaba teniendo en cuenta a ella para nada.

chico solo tenía un arma y solo sabía utilizarla de una manera.

N.L.: No se estaba compartien­do con la otra persona. Y atendiendo a parejas te das cuenta de que muchos de ellos han visto mucho porno y su imagen de la sexualidad está muy condiciona­da. Pero muchas mujeres lo que quieren es más intimidad, vivir la sexualidad desde el afecto. Por eso hay que revisar la educación sexual que estamos dando por parte de la sociedad. Habría que empezar desde la escuela infantil, pero cada vez que lo planteo me miran los directores con cara de susto: «¿Pero qué les vas a contar?».

J.T.: Yo creo que hay evitar los rigorismos, pero tampoco ser ingenuos: hay personas que imparten una formación yo diría que ultraliber­al. En la Amoris laetitia, el Papa sorprendió a algunos con su sí rotundo a la educación afectivose­xual. Eso no está ya en cuestión. El debate está en el cómo.

N.L.: Sexólogos somos pocos y rara vez se nos llama para dar este tipo de talleres. Y si te llaman de un instituto normalment­e es porque han tenido ya algún episodio: un embarazo no planificad­o, una infección...Y pretenden que tú, en 45 minutos, lo soluciones todo. Otro problema es tener que hacer un discurso que se adapte a todos, cuando entre los chicos y chicas hay situacione­s personales muy distintas, algunas muy delicadas. A mí por eso me gusta ofrecerles un espacio personal para que, el que quiera después, pueda acudir.

J.T.:El

J.T.: ¿Y acuden?

N.L.: ¡Sí! Y además con unas dudas existencia­les enormes. «¿Entonces, tengo que empezar a tener relaciones sexuales ya? Porque tengo 15, y me han dicho que se empieza a los 14». Yo les digo: «No tienes por qué hacerlo si no quieres. Eso depende de ti». La presión del grupo es enorme.

J.T.: Es importante educar a los chicos en una ética de la responsabi­lidad. Decirles no solo: «Haz lo que tú quieras», sino: «¿Te consideras suficiente­mente adulto para tener una relación de escucha, de atención del otro...?».

El despertar sexual en el ser humano es muy anterior a la madurez afectiva e intelectua­l.

N.L.: : Por eso, hacerlo lo van a hacer. Mejor o peor. Yo les digo: «Sé responsabl­e, plantéate si estás haciendo esto simplement­e por la presión del grupo».

J.T.: Hemos pasado de una sociedad donde la sexualidad estaba reprimida, a sacralizar­la. He trabajado bastante con adolescent­es y recuerdo una conversaci­ón: «¿Tú ya has...?». «Sí». «Pues ya te puedes entonces morir en paz». Vamos a ver: yo creo que la sexualidad es importante, pero tanto como decir que es la cumbre de nuestra existencia o que, si no lo hacemos cuatro veces a la semana, como nos hacen creer algunos anuncios, es que estamos enfermos...

N.L.: Entiendo lo que dices, pero sigue habiendo mucho tabú, mucha vergüenza a hablar de sexo. Y a la vez, un bombardeo constante a través de los medios de comunicaci­ón con mensajes muy explícitos. Y los chavales y las chavalas tienen una confusión enorme. Eso, además del poso machista que sigue habiendo: si lo hace un chico es un crac, pero si es una chica, entonces es una guarra.

los padres muchas veces están perdidos. El 70 % no pone límite de llegada a sus hijos por la noche. Y

J.T.:Y

cuando los padres claudican los hijos se quedan solos.

N.L.: Yo me encuentro los dos extremos. Chicos y chicas muy solitas, con permisivid­ad total en sus familias, que no saben nada de ellos, y luego una sobreprote­cción absoluta. O madres hipocondri­acas que han visto no sé qué programa y dicen: «Mi hijo es igual que el que vi en un programa el otro día, así que tiene que ser gay». Pues no... O sí. «Pero sigue siendo tu hijo y se llama Julio, y ya está. Acompáñale, edúcale en lo que siente». Hay un falta de educación emocional tremenda en los adolescent­es. Y en la sociedad, mucha falta de tolerancia a la diversidad.

Acompañar a la persona homosexual

J.T.: Estoy de acuerdo en el respeto y la tolerancia, pero tampoco hay que crear dudas innecesari­as. En Estados Unidos, solo el 27 % de los chicos que inician el tratamient­o para el cambio de sexo son después transexual­es en la edad adulta. En los talleres de educación afectivose­xual se hacen a veces unos batiburril­los terribles. Y en cuestiones de género, determinad­as ideologías no son tan puras siempre en sus intencione­s.

Has utilizado una palabra que es muy del Papa Francisco: «acompañar». Hay que tener paciencia, no enseguida ponerles la etiqueta: «Tú eres esto o esto otro». En el fondo, se trata de escucharlo­s; de respetar sus sentimient­os, de ayudarlos a que les pongan nombre; de escuchar sus dudas, su angustia, su miedo al rechazo de la familia o de los amigos... No decirles: «¿Tienes dudas? ¡Yo te doy la solución!». O: «¿Te lo estás pensando? ¡Pues vente conmigo!».

N.L.: Yo les hablo de una construcci­ón libre de su propia sexualidad. Mi identidad sexual me la construyo yo. Aunque naturalmen­te la sociedad y la cultura están ahí. Una persona no construye su identidad del mismo modo en España que en otro continente con otra cultura, pero hay que dejar claro que la persona es libre y es valiosa como es; no porque pertenezca a una minoría tiene menos valor.

J.T.: Uno no puede hacer con su cuerpo lo quiera, al margen de su biología. Es cierto que en cuestiones de la construcci­ón cultural del género ha habido mucha deshumaniz­ación y que hay todavía ahí mucho que deconstrui­r. En esto es fácil encontrar un espacio para el entendimie­nto, pero lo que no podemos es deconstrui­rlo todo.

N.L.: El colectivo LGTBI siempre se ha sentido muy mal con los mensajes que le llegan no sé si de toda la Iglesia, pero sí de un sector del cristianis­mo.

J.T.: En cuestión de derechos no debería haber discusión. Es evidente que al colectivo homosexual se le ha tratado muy mal. Todos. La Iglesia y la sociedad. La tradición jurídica es durísima, con castigos como la pena de muerte. Y la situación sigue siendo muy dura. Cuando estás en contacto con gays y lesbianas ves lo que sufren, y sé de lo que hablo. Eso es una realidad. Pero también es justo reconocer que ha habido pasos adelante; sin entrar en cuestiones doctrinale­s, se va reconocien­do que hay personas homosexual­es dentro de la Iglesia que quieren vivir su fe. Yo me quedo con lo que dijo el Papa [en la entrevista con Antonio Spadaro en 2013]: «Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?». Lo más importante es la persona. Yo, que llevo años explicando estos temas, estoy harto de la aproximaci­ón genética, de la hormonal, de la neuroanató­mica, de la genealógic­a... He llegado a la misma conclusión de Goethe: cuanto más sé, menos entiendo. Es un misterio. La persona homosexual es un misterio y yo debo acompañarl­a. Dios no deja solo a nadie y la Iglesia no debe hacerlo tampoco.

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María Pazos Carretero Nieves Lara y Javier de la Torre, en un momento del coloquio

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