24 Cultura
Javier Reverte, en El Río de la desolación, recuerda la frase de una chica inglesa: «Antes, cuando viajaba, procuraba fijarme en lo que me diferenciaba de los otros. Ahora, solo me intereso en lo que nos parecemos». La identidad tiene mucho de cómo miro; la identidad es el producto de una construcción personal y social, consciente o inconsciente. Pero es también un proceso inevitable: la búsqueda de una identidad propia, la necesidad de pertenencia, se halla muy arraigada en la psicología humana. El universalismo llama a ver a toda la humanidad como una, formando grupos y naciones abiertas y en constante diálogo, escucha, mutua interacción e influencia. El particularismo enfatiza los rasgos distintivos de cada grupo o nación, y apela a ellos para marcar la frontera entre unos y otros, entre el dentro y el fuera de cada grupo.
Tanto el pueblo de Israel como la Iglesia cristiana creen que el mensaje que anuncian tiene valor universal. Pero también ambos buscaron defender una identidad propia; sintieron la necesidad de responder a la pregunta, siempre difícil, de ¿quién soy?, y de poner límites a quién pertenece al judaísmo o al cristianismo, y quién no. En las Jornadas de Teología de la Universidad Pontificia Comillas Identidad, nacionalismo y universalismo a la luz de la Biblia,