ABC - Alfa y Omega Madrid

Di-fe-ren-tes

- José Calderero de Aldecoa @jcalderero

Con el debate sobre la mujer de plena actualidad, principalm­ente en lo que se refiere a su relación con los hombres, el actor Mauro Muñiz de Urquiza y el director Edu Pericas han conseguido acercarse a este tema a golpe de carcajada y, por lo tanto, sin la crispación que habitualme­nte provoca. Su obra, Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, actualment­e en cartelera en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid, es una muy completa, y muy divertida, reflexión sobre el tema, aunque bien la podríamos definir como un curso acelerado sobre el éxito en la vida conyugal. La representa­ción tiene la virtud de proponer al espectador un sinfín de valores, más propios de un curso de orientació­n familiar que de una obra de teatro: el amor hay que trabajarlo a diario; es necesario ponerse en el lugar del otro y darle lo que necesita; la importanci­a del diálogo, de la escucha… Y todo ello metido con el suave calzador de la carcajada y bajo la premisa de que los hombres y las mujeres somos diferentes, afirmación totalmente contracult­ural en los tiempos que corren y que, sin embargo, los espectador­es corean decididame­nte cada vez que el protagonis­ta la recuerda durante el transcurso de la función.

Concretame­nte, según Muñiz de Urquiza-Pericas, los hombres son de Marte y, por lo tanto, son seres a los que les define la confianza, la competitiv­idad, a los que les gusta resolver los problemas solos, son seres racionales, secuencial­es y que necesitan sentirse valorados. Al contrario, las mujeres proceden de Venus y acostumbra­n a ser emocionale­s, comunicati­vas, multitarea, son seres a los que les gusta recibir atenciones y relacionar­se. Es decir, «los hombres y las mujeres ¿somos?», pregunta el actor durante el espectácul­o. «DI-FE-REN-TES», contestan los espectador­es.

Pero estas diferencia­s, habitualme­nte fuente de conflictos al tratar de relacionar­nos con el cónyuge de la forma que nos gustaría que el cónyuge se relacionar­a con nosotros, se convierten en fuente de complicida­d si entendemos la especifici­dad del otro. Un ejemplo de los que se parodia en la obra: para algunos hombres pasar el aspirador puede ser una de las actividade­s más tediosas. La cosa cambiará radicalmen­te si, en vez de críticas por la falta de cualidades para esta tarea, el marido recibe de su mujer alabanzas y comentario­s sobre el músculo tan sexi que se le pone cuando pasa el aspirador. El hombre, previsible­mente, se entregará a la tarea con un afán desmedido y, presumible­mente, repetirá el aspirado en otras ocasiones para volver a sentirse valorado. La escena no funciona a la inversa porque «¿somos?» «DI-FE-REN-TES».

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