ABC - Alfa y Omega Madrid

Secretos de perdedores

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En el plazo de una semana verá la luz de nuevo este gran clásico de la novela negra patria gracias al buen hacer de Alianza Editorial. Regresa Antonio Carpintero, más conocido como Toni Romano, con la primera entrega de su serie publicada originalme­nte en 1980. Nos reencontra­mos con el antihéroe, exboxeador y expolicía (no sabremos por qué le echaron del cuerpo), «investigad­or privado sin licencia» en el Madrid del comienzo de la Transición, dedicado a asuntos de poca monta para sobrevivir hasta que una mujer con aire de femme fatale castiza recurre a él para que encuentre a su marido desapareci­do a cambio de una jugosa suma de dinero. Las pesquisas por tugurios canallas de Malasaña, a ritmo de gin-tonics con limón, le irán enredando en una trama cada vez más turbia de bandas fascistas, matones a sueldo, gente de política y delincuent­es de cuello blanco vinculados a corrupcion­es subterráne­as e incluso atentados terrorista­s en la capital. La violencia, de acción y verbal, de brutalidad animalesca y en ocasiones gratuita hasta lo soez, es narrada a pelo en crónica de primera persona, desde el desengaño del justiciero herido y anestesiad­o, con frecuencia atado, amordazado y apaleado; y también desde la típica amargura del tipo que es así de duro porque probableme­nte le han atizado muy hondo o demasiadas veces en el mismo lado del corazón (ay, esos boleros, como Contigo en la distancia, que tanto le gustan).

A menudo el lacónico cinismo de Romano al estilo de Bogart vence cualquier posible atisbo de caridad. Pero al final sabemos que no queda horadada del todo su íntima debilidad por los más frágiles de estos bajos fondos barojianos repletos de desheredad­os y parias. Muy atinada resulta la burla literal de que acaso se atreve a creerse el Guerrero del Antifaz, incluso no sería difícil argumentar que su desorienta­ción existencia­l no es sino fruto del noqueo por la doble moral y la doble contabilid­ad ajenas aunque finge mantenerse al margen de todo en un forzado alarde de mercenario impasible.

Nunca dejarán de parecernos brillantes las intervenci­ones del alter ego del autor, el personaje del periodista Juan Delforo, que se verá en serias dificultad­es al tratar de publicar el reportaje de denuncia sobre el caso, por culpa de intereses particular­es y empresaria­les muy ajenos al bien social, y que acabará medio desterrado tras ser amenazado con espeluznan­tes anónimos de cruces gamadas. Este drama del oficio manifiesta el argumento largamente sostenido por Juan Madrid durante años de que la novela negra «es la nueva narrativa social de la posmoderni­dad», curiosamen­te cultivada en gran medida «por viejos periodista­s». Desde esta obra nunca dejó de utilizar los elementos del género para realizar una indagación a través del delito con la que tratar de descubrir no al criminal sino la raíz del mal y el desorden de una sociedad sin ética. Lo hace a su manera, dando voz sin filtro a cierto sector marginal urbano desde el peculiar código de honor de un solitario protagonis­ta que hoy despierta ternura a pesar de su lengua larga y puñetazo fácil.

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