El Sínodo que sellará el fin al eurocentrismo en la Iglesia
▼ «Lo mismo que, en los primeros siglos, se hizo el esfuerzo de expresar el evangelio desde las categorías culturales de la civilización griega y latina, ha llegado el momento» de «superar la monocultura europea» y aplicar esa metodología «también a otros
Los trabajos del Sínodo de octubre se centrarán en la Amazonía, pero sus repercusiones con toda probabilidad tendrán importantes repercusiones en toda la Iglesia. Es la marca característica de los sínodos del pontificado de Francisco: el Papa ha fomentado –no solo permitido– un diálogo franco y abierto, precedido de amplios procesos de consulta, inéditos hasta ahora en la Iglesia. De esta forma se han suscitado cuestiones cuyas implicaciones han ido siempre bastante más lejos del tema inicialmente propuesto. Ocurrió con los sínodos dedicados a la familia (2014 y 2015), que abrieron un debate
de profundo calado sobre el discernimiento y la conciencia moral de la persona frente a la norma externa, con la comunión a los divorciados en nuevas uniones como tema estelar. Más recientemente, el Sínodo de los jóvenes (octubre de 2018) puso con fuerza sobre la mesa el deseo de una Iglesia menos clericalizada y más participativa, hasta el punto de que ha derivado en diversas propuestas para la transformación de la propia institución del Sínodo. La petición es que deje de ser un órgano representativo del episcopado, para convertirse en asamblea representativa de la Iglesia en su totalidad, laicos incluidos.
¿Qué grandes debates traerá el Sínodo de la Amazonía? «La Iglesia todavía tiene que tomar conciencia de que la ecología, el cuidado de la casa común, es parte integral de su tarea evangelizadora», del mismo modo que «la [exhortación programática de Francisco] Evangelii gaudium subrayó que el kerigma tiene unos contenidos sociales que no podemos descuidar». Así lo ve el jesuita argentino Miguel Yáñez, profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, encargado de la redacción del instrumentum laboris que, elaborado a partir de las respuestas en las consultas a las Iglesias y comunidades locales, será la base de los trabajos del Sínodo.
La otra gran cuestión es «la inculturación», afirma Yáñez en conversación con Alfa y Omega, apenas unas horas después de la presentación el lunes en rueda de prensa del documento. «La Iglesia está formada por muchos pueblos y la tarea de inculturar el Evangelio tiene que continuar», prosigue. «Nos hemos habituado demasiado a una monocultura, la europea, en la cual se transmite el Evangelio, y nos quedamos tan tranquilos, sin preocuparnos de si estamos penetrando o no en las demás culturas».
El debate, dice este jesuita, «hace tiempo» que está en el aire. «Lo mismo que en los primeros siglos se hizo el esfuerzo de expresar el Evangelio desde las categorías culturales de la civilización griega y latina, ha llegado el momento de aplicar esto a otros pueblos, de modo que puedan expresar desde sus propias categorías culturales el Evangelio, tal como lo entienden y como lo viven».
Un Sínodo que se propone configurar «una Iglesia de rostro amazónico» abrirá de este modo las puertas también a nuevas formas de presencia eclesial en África o en Asia. Esto incluye la incorporación de nuevas formas de expresión en la liturgia, que debe ser capaz de recoger mejor «la cosmovisión indígena», según dijo en la pre