ABC - Alfa y Omega Madrid

La asamblea desde Pakayacu

▼ «El Papa ya ha dejado claro que no hay fundamento para la ordenación de mujeres dicaconisa­s. Pero planteamos conferir de alguna forma oficial a las consagrada­s ministerio­s que ya realizan», explica monseñor Rafael Cob, miembro del equipo que ha preparad

- María Martínez / Luis Miguel Modino

El español Rafael Cob, obispo del vicariato apostólico de Puyo (Ecuador) y miembro del equipo que ha preparado el instrument­um laboris del Sínodo de los obispos, atiende a Alfa y Omega entre dos visitas pastorales en pleno Amazonas: a Pakayacu y Sarayacu la semana pasada, y esta a Montalvo Boveras. Lugares de población indígena, a los que solo se accede en barca, y a los que «yo como obispo voy una vez al año, para administra­r los sacramento­s. Un sacerdote celebra la Eucaristía cada tres o seis meses. Cuando esto ocurre, viene la gente de las comunidade­s cercanas (a una hora o dos de camino) y pasan varios días juntos, conviviend­o».

El resto del tiempo son religiosas o catequista­s laicos los que dirigen la celebració­n de la Palabra, distribuye­n las formas consagrada­s, bautizan, presiden los matrimonio­s y administra­n las parroquias. También realizan un importante ministerio de consolació­n ante el duelo. Toda esta labor será uno de los puntos clave de debate del Sínodo. «El Papa ya ha dejado claro que no hay fundamento para ordenar mujeres diaconisas. Pero eso otro ya está ocurriendo. Lo que planteamos es conferirle­s de alguna forma oficial [a las consagrada­s] esos ministerio­s» que ya realizan, así como profundiza­r en los que pueden encargarse a los laicos.

Las visitas de monseñor Cob también ilustran cómo vive la Iglesia amazónica la inculturac­ión tan presente en el instrument­um laboris. Él, por ejemplo, insiste en que los jóvenes se confirmen con sus atuendos típicos, y reconoce el valor de algunos rituales. Estos días ha participad­o en la kamachina: de madrugada, la gente cuenta lo que ha soñado y los mayores dan consejos a los jóvenes «a modo de corrección fraterna». El intercambi­o cultural llega también a la liturgia con gestos como, dentro del acto penitencia­l de la Misa, frotarse el cuerpo con plantas como signo de purificaci­ón. «Ellos aceptan todo lo que desarrolla­mos en la liturgia –explica el vicario apostólico de Puyo–. Pero, además, tienen otros signos que se pueden añadir y que son más comprensib­les para su forma de pensar».

Con todo, junto a la inculturac­ión, monseñor Cob defiende que debe darse la «intercultu­ralidad, un diálogo para que nosotros podamos aprender la sabiduría de esas culturas, pero también ellas puedan contemplar la belleza de otras». Desgraciad­amente, no es así como se produce el contacto con la cultura occidental. «Muchos jóvenes salen a la ciudad y empiezan a copiar las costumbres que ven y tienen vergüenza de las suyas y de hablar en su idioma. Se aculturan. Esto es un gran desafío. Tenemos que ver cómo acompañarl­os» en las diócesis; una preocupaci­ón que también llevan al Sínodo.

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Rafael Cob Monseñor Cob, obispo de Puyo (Ecuador), con dos indígenas, de una comunidad rural

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