La apuesta del Papa por la diplomacia en zonas calientes
▼ A Francisco le preocupan sus embajadores alrededor del mundo. Sabe que padecen no pocas tentaciones, desde el deseo a ser tratados con especiales honores hasta criticar directamente al Papa, incluso en los medios de comunicación. Por eso, ha reservado p
De Oriente Medio a Sudán del Sur. De Venezuela a Colombia. De Ucrania a la República Centroafricana. De Estados Unidos a Cuba. Jorge Mario Bergoglio ha intervenido activamente en los escenarios más violentos del planeta. Allí donde la concordia escasea. Lo ha hecho a través de la diplomacia vaticana tradicional, pero también de otra paralela. Él habla de promover la «cultura del encuentro» mediante gestos de buena voluntad y cercanía humana entre las partes en conflicto. No siempre ha cosechado éxitos inmediatos, pero esto no ha mermado su voluntad de acercar posiciones.
Un ejemplo emblemático. En noviembre de 2015 y contra la recomendación de algunos de sus colaboradores, el Pontífice viajó a Bangui. Quiso allí cumplir un gesto sugestivo. Una semana antes de la apertura oficial del Jubileo de la Misericordia, decidió abrir la Puerta Santa en la catedral de la ciudad más importante de República Centroafricana. Así, el Año Santo no se inició en Roma, sino en uno de los países que mejor representan la periferia del mundo.
Aquel momento se logró gracias a una intensa labor de diplomacia vaticana silenciosa. Y gracias también a este viaje apostólico, los principales líderes políticos del país firmaron un histórico acuerdo de paz que aún pervive. Aquella arriesgada visita brindó frutos tangibles de reconciliación a un pueblo enfrascado en décadas de lucha intestina.
Esta historia demuestra cuánta importancia reserva el Papa a la diplomacia de la Santa Sede en las zonas calientes del mundo. Por eso, resulta de suma importancia el discurso que Francisco brindó a los nuncios apostólicos del mundo convocados en Roma el pasado 13 de junio. Un mensaje incisivo, que el Pontífice quiso dejar por escrito y hacer público, aunque la reunión tuvo lugar a puerta cerrada y en el más estricto hermetismo.
La prensa se concentró en los pasajes más picantes del mensaje papal. Sobre todo cuando Francisco advirtió que resulta «inconciliable el ser representante pontificio con el criticar por detrás al Papa, tener blogs e, incluso, unirse a grupos hostiles a él, a la Curia y a la Iglesia de Roma». Los observadores identificaron esta frase con el ex nuncio apostólico en Estados Unidos, Carlo María Viganó, quien se ha convertido en uno de los más célebres críticos del Obispo de Roma gracias a sus manifiestos públicos contra el Papa. Pero esas palabras no iban dirigidas solo al diplomático italiano, quien –por cierto– se encuentra desaparecido y no acudió al encuentro del Vaticano. El mensaje llevaba otros destinatarios, esos sí presentes.
Preocupado por la acción eficaz de los nuncios pero, sobre todo, por la congruencia de los diplomáticos, Bergoglio presentó un decálogo de recomendaciones. «El nuncio que olvida ser un hombre de Dios se arruina a sí mismo y a los demás; se sale del carril y daña también a la Iglesia, a la cual ha dedicado su vida», dijo.
«El nuncio deja de ser “hombre de Iglesia” cuando inicia a tratar mal a sus colaboradores, al personal, a las religiosas y a la comunidad de la nunciatura como un mal patrón y no como un padre y pastor. Es triste ver a algunos nuncios que afligen a sus