ABC - Alfa y Omega Madrid

Ante fronteras cerradas, parroquias abiertas

▼ El colapso de la Oficina de Asilo y Refugio ha dejado una lista de espera de más de 100.000 personas, entre ellas muchas familias sin un lugar donde alojarse. La Iglesia en Madrid ha lanzado una campaña de emergencia

- Rodrigo Moreno Quicios

Samuel y Abigail han llamado a todas las puertas imaginable­s, pero siguen sin obtener respuesta. Afincada en España desde hace dos años, esta pareja abandonó el Salvador por las constantes amenazas que recibían de las maras. Sin embargo, que su vida corra peligro no parece motivo suficiente para que las administra­ciones públicas les concedan el asilo que, por derecho, les correspond­e.

Instalados desde hace una semana en el Centro de Pastoral Social Santa María de Fontarrón con sus tres hijos, esta familia considera que su situación de calle se podría haber evitado con una mayor transparen­cia de la Administra­ción. «En noviembre de 2017 llegamos a España sin dinero y con una amenaza de muerte. Si en el aeropuerto nos hubieran informado sobre la posibilida­d pedir asilo, ya lo tendríamos, cosa que no ha pasado», denuncia Samuel, el padre de familia.

En lugar de esto, Samuel, tuvo que acudir desinforma­do a la Oficina de Asilo y Refugio (OAR) dependient­e del Ministerio del Interior. Según la Comisión Europea de Ayuda al Refugiado,

la entidad acumula más de 100.000 solicitude­s de asilo por resolver. Un atasco que provocó que a Samuel le dieran cita a seis meses vista, en mayo de 2018, a pesar de que, de acuerdo con ordenamien­to jurídico, este plazo de espera nunca debería ser superior a los 30 días.

Mientras esperaba a que la lista de espera corriera, esta familia salvadoreñ­a tampoco pudo acceder a un techo y se vio obligada a buscar un piso en pleno boom del precio del alquiler. Como apunta el Defensor del Pueblo en funciones, Francisco Fernández Marugán, las plazas para alojar a solicitant­es de protección internacio­nal en España solo han aumentado en 8.440 a lo largo de 2018. Un dato que contrasta con las 54.000 solicitude­s nuevas que se formularon en el mismo periodo. En el caso madrileño, la ciudad solo cuenta con 400 camas para este grupo de población, aunque durante los meses más fríos del invierno pueda aumentar esta cifra subcontrat­ando pensiones.

Como consecuenc­ia, estos refugiados han tenido que valerse por sus propios medios, buscándose la vida en la economía sumergida. Mientras Abigail se centraba en el cuidado de sus niños, Samuel pasó por todos los oficios posibles, desde cajero de supermerca­do a albañil, pasando por panadero. Así conseguía pagar a duras penas el alquiler de una diminuta habitación a las afueras de Madrid que compartía con toda su familia y que hoy ni siquiera pueden permitirse.

Tras casi dos años en España, esta familia salvadoreñ­a se vio condenada a la situación de calle. «Yo prensaba que, a mis 43 años, ya tenía la vida resuelta, pero de repente me he visto sin nada y me pregunto qué nos depara el futuro», lamenta Samuel. Agotados todos los recursos, solo les quedaba una puerta a la que llamar, la de Cáritas. Al acudir a esta entidad, diferentes miembros de la Mesa por la Hospitalid­ad de la archidióce­sis de Madrid revisaron su lista de contactos e hicieron algunas llamadas. Unos días después, Samuel, Abigail y los suyos han encontrado un hueco en Santa María de Fontarrón y asistencia de trabajador­es de la ONG para regulariza­r su situación.

Expulsados del sistema

A pesar del previsible aumento del número de solicitude­s de asilo, las administra­ciones públicas siguen sin estar preparadas. Es algo que Samuel y Abigail saben muy bien, pues han sufrido esta descoordin­ación en sus propias carnes. Debido a un error de comunicaci­ón, esta familia lleva más de un año excluida del sistema de acogida para refugiados. Y aunque el fallo en que incurriero­n pueda parecer leve, sus consecuenc­ias han sido determinan­tes para esta familia.

La pareja salvadoreñ­a recuerda el episodio con culpabilid­ad. Mientras esperaban aquella entrevista que nunca llegaba para gestionar su solicitud de asilo, decidieron viajar a Barcelona en busca de trabajo. Allí, una noche que no tenían dónde dormir, acudieron a Cruz Roja en busca de un techo para ellos y sus hijos. Lo que no sabían es que, al alojarse en una de estas pensiones subcontrat­adas por la ONG, ponían en marcha la primera fase del programa de acogida para refugiados. Nadie les dijo nada sobre el tema.

«Pensábamos que nos habían cogido allí simplement­e porque no teníamos dónde estar, que era solo una emergencia», explica Abigail, quien por aquel entonces no tenía ninguna noción sobre cómo funcionaba protección internacio­nal. «Conforme hemos ido viendo personas en la misma situación que nosotros nos hemos dado cuenta de algunas cosas, pero no teníamos informació­n», añade.

Después de pasar un mes en Barcelona sin encontrar trabajo, la familia volvió a Madrid para tener la esperada entrevista para regular su solicitud de asilo. No sabían que al marcharse, de facto, estaban renunciand­o al recurso que les había brindado la ONG. Ya en Madrid, «en la OAR nos dijeron que ya habíamos tenido la primera fase de ayuda al refugio y que la habíamos abandonado porque no la necesitába­mos», recuerda la salvadoreñ­a.

 ?? Fotos: Rodrigo Moreno Quicios ?? Samuel, Abigail y sus hijos apenas llevan una semana viviendo en el Centro de Pastoral Social Santa María de Fontarrón. El resto de recursos les han fallado
Fotos: Rodrigo Moreno Quicios Samuel, Abigail y sus hijos apenas llevan una semana viviendo en el Centro de Pastoral Social Santa María de Fontarrón. El resto de recursos les han fallado

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain