ABC - Alfa y Omega Madrid

África también existe

- Jorge Crisafulli* *Misionero salesiano en Freetown (Sierra Leona)

«El Sur también existe», escribió Mario Benedetti en aquel bello poema que Joan Manuel Serrat inmortaliz­ó en la canción homónima. El Norte es poder, dinero, miedo y prisa. El Sur, pobreza, debilidad, porvenir, esperanza y paciencia. El Norte predica, enseña, fija reglas, supervisa y castiga. El Sur escucha, aprende, sigue órdenes y acepta las imposicion­es de los países del Norte.

África también existe y con su sabiduría milenaria tiene mucho que enseñarle al Norte. Yo llegué a pensar que iba a África como misionero a educar, sanar, corregir y salvar. El tiempo me ha enseñado que África es la que me está educando, sanando, corrigiend­o y salvando. África te cambia.

Es maravillos­a. Rica en su geografía, clima, fauna, vegetación y en recursos naturales. Y, sin embargo, su riqueza más grande es su gente, sus jóvenes y sus niños. África te hipnotiza a primera vista. Te enamora, te rejuvenece. Te llena de vida; te la cambia. Te ayuda a soñar y a darle un nuevo sentido a tu vida. ¡Cuánto estoy aprendiend­o a lo largo de estos años de misión! África me ha enseñado que

la vida es siempre un don de Dios y una bendición para toda la familia; que el tiempo es para vivirlo y compartirl­o, no solo para medirlo, usarlo y hacer dinero; que las personas mayores no se descartan, que ellos con su experienci­a nos señalan las estrellas y guían hacia un puerto seguro.

En África la hospitalid­ad va primero y el trabajo y la eficacia después; se deja todo de lado para recibir a un huésped y nadie es tan pobre en este continente que no tenga nada para dar, como nadie es tan rico que no tenga nada que recibir. En África se cumple especialme­nte aquello de que caminando solo se va más rápido, pero caminando junto con la comunidad se llega más lejos.

Todo sufrimient­o es pasajero y Dios siempre acompaña, porque al dolor hay que abrazarlo mirando al cielo. No importa lo bajo que uno haya caído, porque mientras haya vida y capacidad de soñar siempre hay una oportunida­d para salir adelante, siempre hay una razón para seguir esperando.

Concluyo con un detalle de la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro (Lc. 16, 19-31). En la primera parte el rico-indiferent­e está arriba y Lázaro-el indigente, abajo. Después de la muerte hay un cambio de posiciones con un abismo que los separa. Os invito a leerla y a sacar vuestras propias conclusion­es.

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Alberto López / Misiones Salesianas
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