ABC - Alfa y Omega Madrid

«Un político inteligent­e en España no puede ignorar a la Iglesia»

▼ Renzo Fratini se despide de España tras diez años como nuncio. Cree que su sucesor recibirá al Papa Francisco en 2021. «No digo seguro, pero sí probableme­nte»

- Ricardo Benjumea

La tradiciona­l recepción en la nunciatura por el día de san Pedro y san Pablo servirá este sábado de despedida a Renzo Fratini (Macerata, 1944), quien presentó en abril la renuncia al Papa tras cumplir los 75 años. El arzobispo italiano llegó a España en octubre de 2009 para sustituir al portugués Manuel Monteiro de Castro. Curtido ya en destinos complicado­s (Pakistán, Indonesia, Timor Oriental y Nigeria), Benedicto XVI le destinó a Madrid, una de las nunciatura­s de mayor prestigio del mundo, como colofón a una larga e intensa carrera. España, sin embargo, no ha sido para él ningún retiro dorado. Fratini llegó en plena crisis económica y en medio de un intenso proceso de seculariza­ción de la sociedad, que él vincula con algunas de las leyes más polémicas del Gobierno de Rodríguez Zapatero, como el matrimonio homosexual o la ley de plazos del aborto. Han sido años también en los que se ha intensific­ado el debate sobre la denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede y se ha cuestionad­o la legitimida­d de la clase de Religión y los conciertos educativos. Al ser preguntado por estas cuestiones, reconoce que se marcha con cierta preocupaci­ón. En el aspecto eclesial, Fratini ha representa­do ante los gobiernos de España y Andorra a dos Pontífices distintos, ayudándolo­s a selecciona­r los mejores obispos según los criterios que en cada momento indicaba Roma. Benedicto «era un teólogo y se subrayaba más

la fidelidad a la doctrina», mientras que «ahora Francisco insiste más en la parte pastoral: que el obispo sea un pastor cercano, dialogante…».

La entrevista, una de las escasísima­s intervenci­ones del nuncio Fratini en medios de comunicaci­ón en estos diez años, se cierra con el deseo-vaticinio de que su sucesor recibirá al Papa. «No digo seguro, pero sí probableme­nte».

¿Qué se lleva usted de estos diez años en España?

Una impresión muy positiva. Yo venía de lugares mucho más difíciles, y venir a España me pareció, no diré un premio, pero sí un motivo de gran satisfacci­ón personal. Este es un país moderno, con una sociedad que funciona…

¿Y a nivel eclesial?

Me he encontrado con una Iglesia muy viva, que no conocía. En estos diez años me ha tocado vivir dos etapas, prácticame­nte a partes iguales, con el pontificad­o de Benedicto XVI y el de Francisco. También dos etapas en la Iglesia local, con dos presidenci­as de la Conferenci­a Episcopal y actitudes distintas por parte de los obispos.

¿En qué sentido?

He sigo testigo de la diversidad que existe en la Iglesia. Me gusta la metáfora de un barco de vela. Pensemos en la Copa América: el viento sopla y empuja la nave hacia delante, pero las velas las maniobramo­s nosotros; el timón somos el Papa y los obispos, y la barca sigue hacia adelante, a veces escorándos­e un poco hacia la derecha, y a veces un poco hacia la izquierda. Y así es como la Iglesia sigue adelante, gracias al soplo del Espíritu y al compromiso de todos para sortear los problemas y evitar que el barco se hunda, porque hay también a veces momentos de tempestad.

La crisis económica, la cuestión catalana, el cambio de pontificad­o… ¿Qué situacione­s le han marcado más?

Los nuncios somos siervos, estamos para ayudar a la Iglesia local a resolver sus problemas, y también para informar a Roma, siendo nexos de unión con el Papa y la Santa Sede. El nuncio tiene ser una persona capaz de mediar y de informar objetivame­nte a Roma sobre las diversas situacione­s. Y debe ayudar en los nombramien­tos de los obispos, este el problema más importante.

¿Qué criterios sigue un nuncio en la propuesta de nombramien­tos episcopale­s?

Debemos ser respetuoso­s con la realidad y las circunstan­cias de la Iglesia local (lo que llamamos inculturac­ión), pero desde la fidelidad a la Iglesia universal. Y evitar que Roma conozca solo una parte de la verdad.

¿Cómo se adaptó usted al cambio de pontificad­o? No es que en tiempos de Benedicto XVI los obispos no fueran pastores, pero el perfil pastoral se ha acentuado claramente con Francisco.

Es verdad. Antes el Papa era un teólogo y se subrayaba más la fidelidad a la doctrina de la Iglesia, ese era el punto más importante. Ahora Francisco insiste más en la parte pastoral: que el obispo sea un pastor cercano, dialogante... Y esto cambia el perfil de los nuevos nombramien­tos. El Papa ve los problemas como un pastor, como el confesor que nunca ha dejado de ser. Esto se percibe por ejemplo cuando trata los problemas de la vida de las familias y los matrimonio­s. Francisco se pone en una posición de confesor, que es diferente de la posición de un teólogo que enseña desde la cátedra. Por eso se dice ahora que hay que tener en cuenta el caso por caso. Al confesar, uno trata con la persona concreta, y esa es una posición diferente, aunque obviamente no completame­nte separada de la doctrina, porque no podemos enseñar cosas falsas. El Sínodo de las familias reflejó esta actitud: tener en cuenta los casos concretos, a las personas concretas, muy especialme­nte a las que están pasando por momentos de dificultad. Porque, como también ha dicho el Papa, el confesiona­rio no puede ser una sala de tortura. Hay que acoger y ayudar a la conversión, a un cambio de vida.

¿Dónde ha salido usted a buscar estos perfiles episcopale­s? ¿Cómo se ha informado acerca de los candidatos?

La nunciatura, cuando prepara un proceso, pide informació­n confidenci­al a obispos, a sacerdotes, a algunos laicos y religiosos... [NdR: según el Código de Derecho Canónico, al menos cada tres años, los obispos de una provincia eclesiásti­ca deben elaborar una lista secreta actualizad­a con los sacerdotes más idóneos para el episcopado, a partir de la cual el nuncio selecciona a tres candidatos. Cabe también la posibilida­d de trasladar a obispos de

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