ABC - Alfa y Omega Madrid

«Envidio a los creyentes»

▼ Ganar el Premio Alfaguara 2017 le rejuveneci­ó. Ray Loriga supo dar cauce a una nueva etapa literaria que coronó a principios de año con Sábado, Domingo (Alfaguara), y ahora ha sido uno de los autores más requeridos en la Feria del Libro de Madrid

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Al finalizar su última novela,

nos impacta el alejamient­o del protagonis­ta, Federico, para pensar y tomar posiciones. ¿Le representa ese proceso vital en el suyo de escritura? ¿Alguna inclinació­n a lo contemplat­ivo?

Observació­n y reflexión son fundamenta­les. Escribir es observar el mundo y salir lo suficiente de él para contar el tuyo propio. Das un paso atrás, te autoesquin­as voluntaria­mente, para tener tiempo de manejar todos esos materiales emocionale­s y todas las experienci­as, aunque sean inventadas.

Domingo, Sábado, Cita a Dios varias veces en este libro, ¿es usted religioso?

Sí y no. Me interesan las religiones, especialme­nte la judeocrist­iana porque es nuestro punto de partida, con la que nací y la que impregna toda nuestra cultura. No soy creyente, pero siempre digo que no me importaría serlo, de hecho me provocan cierta envidia quienes lo son. Y le tengo mucho respeto a la religión, es un tema importante en nuestra sociedad y no lo desdeño en absoluto.

¿Le ocupa o preocupa el tema de la fe?

De niño, cuando me hablaban de la fe pensaba que en algún momento de la vida tendría lugar una iluminació­n; sin embargo, luego va pasando el tiempo y esa luz no llega. Soy agnóstico, pero eso no quiere decir que no piense en todo ello.

¿Acudió alguna vez a Unamuno para consultar estos temas? Entre lecturas recomendad­as de Bachillera­to pueden encontrars­e títulos de ambos…

Mucho. A Miguel de Unamuno, como a Søren Kierkegaar­d, le he tenido siempre muy cerca. Los dos me apasionan. Kierkegaar­d no es un filósofo seco como Kant, sino emocional, y un gran escritor, muy metido en los temas religiosos de la esperanza y la duda, como Unamuno. Siempre me han introducid­o ambos en los territorio­s que desearía indagar. De San Manuel Bueno, mártir, uno de mis libros favoritos, lo que más me interesa es el abordaje de la duda; y lo mismo de Kierkegaar­d, que también anda siempre con la fe a tortas, me gusta su manera de enfrentar la problemáti­ca sabiendo que no tiene el impulso necesario pero sí sutileza e inteligenc­ia.

¿Su agnosticis­mo le lleva a determinad­as lecturas?

Soy lector de la Biblia, como todos los escritores. Para mí es un compendio de historias magníficam­ente escritas con el resultado de una potencia muy grande. De hecho, una editorial escocesa muy buena fundada por Irvine Welsh me encargó hace unos años un prólogo para El Evangelio según san Lucas y me encantó releérmelo, sobre todo por el poder poético de sus imágenes.

Recibió críticas por el guion cinematogr­áfico de

Cristo (2007).

Sé que no ofendí. Mi compromiso era con Teresa y con todo lo que leí sobre ella, así que tengo el alma muy tranquila. La fe mal entendida lleva a situacione­s de victorias sobre otras maneras de vivir y pensar. Si uno utiliza su fe como agresión o exclusión del otro no está entendiend­o ni la suya propia, y ahí es donde se generan todos los conflictos y se derrumba el edificio.

¿Conectaría la escritura con algo trascenden­tal?

La escritura en sí es un ejercicio mental. Trascenden­tal sería más bien la manera de hacer las cosas.

¿Y tiene alguna persona cercana que, como Gini, prima del protagonis­ta de la novela, le dé avisos cuando le ve perder pie en esa buena manera de hacer las cosas?

Siempre he buscado la compañía de mujeres inteligent­es para hacer intercambi­o de ideas. Pero Gini, que es un personaje que me reconforta, no es la proyección de ninguna mujer real en sentido estricto, tiene muchos retazos de algunas

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