«Newman va a unir a personas muy dispares»
La Iglesia de Inglaterra ha recibido la noticia de la canonización del cardenal Newman como «una muy buena noticia para los católicos», que ella «acoge cálidamente». Poco después de que el Papa anunciara, el lunes, que John Henry Newman y cuatro beatas más serán canonizados el 13 de octubre, los obispos anglicanos subrayaban en un comunicado que el prelado inglés es «una de las figuras más influyentes de su era tanto para el anglicanismo como para el catolicismo romano».
Una delegación de la Comunión Anglicana estará en la plaza de San Pedro el día de la canonización. Unos días más tarde, el sábado 18, la abadía (anglicana) de Westminster acogerá el rezo de vísperas en acción de gracias. El acto –cuenta a Alfa y Omega Jack Valero, responsable de comunicación del comité organizador– estará presidido por el obispo de Canterbury y primado de la Iglesia de Inglaterra, Justin Welby. «Los anglicanos son conscientes de que, aunque abandonara su Iglesia, hoy ofrece un testimonio compartido de ambas. Su formación no se explica sin sus orígenes, y la reforma que supuso el Movimiento de Oxford [que él inició], que propugnaba volver a las raíces, perdura hasta hoy».
Este clima de celebración compartida hubiera sido imposible de imaginar el 25 de septiembre de 1843. Esa mañana Newman, célebre teólogo y predicador anglicano, se subió por última vez al púlpito de la pequeña iglesia anglicana de Littlemore, un suburbio de Oxford al que se había retirado el año anterior, y pronunció su célebre sermón La separación de los amigos. Aún tardaría dos años en entrar en comunión con la Iglesia católica, pero ya tenía decidido renunciar a sus cargos como clérigo anglicano. Sus palabras dejaban entrever el desgarro que le producía ver que su reflexión teológica y su conciencia lo empujaban en esta dirección. Y se despedía pidiendo a los feligreses que, si en algo les había ayudado, «lo recordaran en los tiempos venideros, aunque ya no [me] escuchéis. Y rezad [por mí] para que siempre conozca la voluntad de Dios y siempre esté dispuesto a cumplirla».
«Él allanó el camino»
Menos de 15 años después de que los católicos ingleses recobraran su libertad religiosa en 1829, «aún había mucha rivalidad –explica Valero–.