ABC - Alfa y Omega Madrid

Cristianos con una sola voz

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es asunto de los teólogos, que atañe solo a las verdades de la fe; pero todos los fieles tienen la obligación de participar en los movimiento­s ecuménicos.

¿Cuándo se publicará?

El documento ya está terminado. Tenemos la aprobación del dicasterio, de la Curia y también la bendición del Santo Padre, pero todavía no tenemos fecha para su publicació­n porque tenemos que hacer todas las traduccion­es. Es posible que en otoño vea la luz.

¿Cómo ha evoluciona­do el diálogo ecuménico a través de los Papas?

El Concilio Vaticano II supuso un gran impulso, una nueva manera de canalizar el esfuerzo desarrolla­do por las diferentes confesione­s cristianas para la reconcilia­ción de la

Francisco está convencido de que

No hay que olvidar que el 80 % de los asesinados por odio a la fe en el mundo son cristianos

cristianda­d. Todos los Papas posconcili­ares han seguido esta senda. Juan Pablo II dijo que, con el Vaticano II, «la Iglesia católica se ha comprometi­do de modo irreversib­le a recorrer el camino de la acción ecuménica». También Benedicto XVI ha sido uno de los Papas que ha ido más lejos a la hora de estrechar lazos con el resto de confesione­s cristianas y las distintas religiones del mundo. Para Francisco es determinan­te el diálogo de la caridad.

Se cumplen 25 años de la encíclica de san Juan Pablo II Ut unum sint. ¿Qué le debemos?

Es una encíclica fundamenta­l. Fue la primera vez en la historia de la Iglesia que un Papa escribía una encíclica sobre el ecumenismo. Y además, el texto insiste en que el ecumenismo debe ser muy importante para todos los católicos. Su visión es muy válida hoy. Hizo una propuesta de diálogo con los otros cristianos sobre el primado de Roma que sigue vigente hoy. Para san Juan Pablo II, esto no era un obstáculo para encontrar la unidad ecuménica.

¿Cómo definiría el papel que está realizando el Santo Padre en la unidad de los cristianos?

El Papa subraya, de manera particular, que el diálogo con las demás confesione­s cristianas es un camino que va más allá de las controvers­ias teológicas y se hace concreto en el testimonio común del compromiso por los que sufren, por los pobres. También se refiere a menudo al ecumenismo de sangre. El Santo Padre está convencido de que la sangre de los mártires nos aúna. No hay que olvidar que el 80 % de los asesinados por odio a la fe en el mundo son cristianos. Y donde los seguidores de Cristo son una pequeña minoría, se respira unidad y fraternida­d. Hay que aprender de ellos.

En las últimas dos décadas ha crecido la migración a Europa de fieles de otras iglesias orientales, que provienen de países del este europeo y de Oriente Medio. La mitad más o menos son cristianos. ¿Cuál es la influencia de esta nueva realidad en las relaciones ecuménicas?

Las ha cambiado radicalmen­te. Hace 20 años, cuando se hablaba de diálogo ecuménico, este se circunscri­bía solo a los católicos y a los protestant­es nacidos de la Reforma. Con mayor presencia en Europa de otras iglesias orientales, como la ortodoxa, el diálogo es cada vez más amplio. Esto es una riqueza. De hecho, la primera ruptura significat­iva y duradera del cristianis­mo se produjo con la Iglesia asiria de Oriente en el siglo V; si bien el primer cisma llegó en 1054 con la división entre oeste y este. Además, hay que tener en cuenta que hoy muchos fieles de la iglesia oriental viven en la diáspora y practican su fe en un contexto occidental.

la sangre de los mártires nos aúna.

¿Cuál es el desafío principal al que se enfrenta el ecumenismo?

Todavía no hemos encontrado una visión común del camino ecuménico. Tenemos que definir cuál es la meta, el objetivo para la Iglesia católica y para las iglesias ortodoxas. La perspectiv­a actual se reduce a la unidad visible de la fe de los sacramento­s. Hay mucho en común en teología sacramenta­l, pero tenemos que encontrar una meta conjunta que se base en el reconocimi­ento de Jesucristo por parte de todas las realidades eclesiales, y de una única Iglesia de Cristo.

Quisiera hablar también sobre el significad­o ético del ecumenismo y su función en el mundo.

El movimiento ecuménico tiene dos piernas. Una pierna para profundiza­r en la temática de la fe, y otra para responder a los desafíos éticos. En este sentido, es importante tener un diálogo sobre temáticas éticas. En el pasado el leitmotiv era que la fe divide y la obra une; pero hoy decimos más bien lo contrario, porque hemos podido profundiza­r mucho en la temática de la fe. Pero han llegado más tensiones por el frente ético. Es crucial tener un diálogo sincero y profundo en este sentido, porque si los cristianos en Europa no tienen una sola voz en una sociedad cada vez más seculariza­da, la voz será cada vez más débil y estará diluida.

La regulariza­ción de los migrantes en situación administra­tiva irregular ha sido una de las peticiones que más ha repetido la Iglesia durante este tiempo de pandemia, tanto en nuestro país como a nivel global. De hecho, en el Foro Migracione­s y Movilidad Humana, organizado conjuntame­nte por la Conferenci­a Episcopal Española y la Universida­d Pontificia Comillas, Fabio Baggio, subsecreta­rio del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, dijo que una medida de estas caracterís­ticas «puede ser beneficios­a para todos».

También reiteró la necesidad de seguir poniendo el foco en las crisis humanitari­as que ya existían antes de la pandemia y que siguen existiendo, de promover alternativ­as a la detención de inmigrante­s y de defender la dignidad de los trabajador­es.

«Esta crisis constituye una oportunida­d para cambiar el sistema», aseveró. «El sistema mundial económico y social ha revelado muchos fallos, con discrimina­ciones y asimetrías en la distribuci­ón de recursos muy evidentes. Hay que afrontar esta situación para volver con otra idea de sociedad y sistema internacio­nal», explicó.

En opinión del cardenal arzobispo de Rabat, Cristóbal López, que también participó en la jornada, este nuevo orden mundial debe superar «los nacionalis­mos raquíticos, miopes y egoístas» y cambiar la mentalidad sobre la movilidad y las migracione­s, que «hay que dejar de ver como un problema para hacerlo como un fenómeno que es consecuenc­ia de varios problemas».

Esto provoca que muchas personas deambulen por la ciudad y acaben atendidas en un polideport­ivo habilitado por el Ayuntamien­to y que ayudan a gestionar entidades sociales, entre ellas Cáritas Diocesana de Lérida. Este año, lejos de reducirse, el número de temporeros que ha llegado a la zona se ha incrementa­do y, por tanto, se han tenido que habilitar dos pabellones para dar alojamient­o y tres hoteles para acoger a posibles casos de contagio.

Según explica Rafael Allepuz, director de Cáritas Diocesana de Lérida, mucha gente que ha perdido su empleo en el sector de la construcci­ón o la hostelería también ha ido a esta zona ante los continuos llamamient­os a personas para recoger la fruta. «La situación es de emergencia», afirma.

En estos momentos, Cáritas Diocesana está apoyando a la Administra­ción local en la recepción, control de temperatur­a y servicio de comedor en los pabellones, pero pedirá, una vez termine la campaña, una reunión donde administra­ciones y entidades acuerden un modelo de gestión para el futuro. «Lo que ha hecho la pandemia es sobredimen­sionar un problema que ya teníamos», concluye.

En la comarca de Valdejalón, en la provincia de Zaragoza, la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de La Almunia destina a los temporeros de mayo a septiembre de los temporeros allí es similar a la de otras zonas: viven en cabañas y asentamien­tos como pueden. Eso sí, el COVID-19 los ha respetado hasta el momento. Por si acaso, la parroquia ha cedido a la comarca una casa de espiritual­idad por un precio simbólico para alojar allí a posibles contagiado­s.

Atención y mediación

En el sur, en la región de Murcia, Cáritas Diocesana de Cartagena lleva trabajando desde hace muchos años con los temporeros, aunque de una forma más específica los últimos cuatro. Su secretario general, Juan Antonio Illán, pone el dedo en la llaga cuando habla de lo invisible que es esta realidad o de las condicione­s infrahuman­as en las que viven. La labor que ellos hacen con los temporeros en las distintas zonas agrícolas de Murcia –recorren casi todo el territorio y en algunas hay producción todo el año– tiene una doble vertiente. La labor humanitari­a, que hace frente a cuestiones de higiene y alimentaci­ón, un trabajo que se ha intensific­ado durante la pandemia; y también una labor de mediación con las administra­ciones y empresas para buscar una solución a la situación de estas personas.

Illán habla del orgullo de los murcianos por ser la huerta de Europa o de la importanci­a del sector agroalimen­tario para el PIB de la región. Una actividad que necesita la mano de obra de los temporeros y a los que, reconoce, «no estamos correspond­iendo como sociedad».

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