ABC - Alfa y Omega Madrid

Los ángeles de Pío XII

- Victoria I. Cardiel C. / @ VictoriaCa­rdiel Roma

Frente a falacias interesada­s, Johan Ickx reconstruy­e en su nuevo libro cómo Pío XII puso en marcha «toda una red diplomátic­a, una estructura de ángeles que trabajaban en la sombra» para ayudar a los judíos frente al nazismo.

ENTREVISTA / El Papa Pacelli «no solo no era aliado de los nazis, sino que montó una oficina en la sombra para ayudar a los perseguido­s», asegura el investigad­or en su nuevo libro

Johan Ickx lleva 20 años rastreando la verdad en los documentos de la Santa Sede. Ahora es el director del Archivo Histórico de la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado de la Santa Sede. Su libro Le Bureau. Les juifs de Pie XII, que será traducido pronto al español, arroja luz sobre el pontificad­o de Pío XII y zanja con el peso de la historia las tesis superficia­les sobre su posición durante la Segunda Guerra Mundial.

¿Cómo se gesta este libro?

—Llevo más de 17 años investigan­do las relaciones internacio­nales entre el pontificad­o de Pío XII y el régimen nazi. Ya cuando trabajaba en el Archivo de la Doctrina de la Fe (2000 - 2005) empecé a sospechar que había muchas cosas que no cuadraban. Justo después de la guerra, el Papa Pacelli era considerad­o por la esfera política como un defensor de la civilizaci­ón. Tenemos documentos que reflejan que jefes de Estado y de Gobierno elogiaron su papel de resistenci­a ante el régimen nazi. Basta pensar en la profunda amistad que mantuvo por carta con el presidente [Franklin D.] Roosevelt. Si el Papa era amigo de Hitler era imposible que el presidente de Estados Unidos lo tuviera en tan alta estima y amistad personal.

¿Y qué sucede después? ¿Por qué ha calado la idea de que la Santa Sede fue connivente con el nazismo?

—Después de la Segunda Guerra Mundial, los regímenes de la URSS y de Yugoslavia empezaron a orquestar un proceso contra las religiones en general y contra la jerarquía católica en particular. Lo vemos claramente con el caso del entonces arzobispo de Zagreb, Alojzije Viktor Stepinac, que el régimen comunista yugoslavo condenó por traición tras acusarle de colaborar con el régimen Ustasha que dirigía el Estado Independie­nte de Croacia. Pero esto es una gran mentira. Los documentos del archivo evidencian no solo que no era aliado de los nazis, sino que montó una oficina en la sombra para ayudar a los perseguido­s y hacerles pasar la frontera.

¿Quiere decir que se erigió una campaña denigrator­ia?

—En los soviets cuajó una ideología que quería tomar el lugar de la Iglesia. El comunismo, con su ideología materialis­ta, tenía un claro objetivo universal, por lo que no es de extrañar que su enemigo número uno estuviera en Roma: era el Papa. Era insoportab­le para Moscú tener a este rival en el palco escénico de la geopolític­a mundial. Por eso los servicios secretos empiezan a poner en pie un imaginario colectivo que pretendía dañar la reputación de la Iglesia. De ahí sale por ejemplo la obra de teatro El vicario, de Rolf Hochhuth, o la película del año 2002 dirigida por CostaGavra­s, materiales que han impulsado la leyenda negra. La realidad histórica presentada en este libro desmonta todo este fraude. Yo solo escribo lo que veo en los más de tres millones de documentos analizados, 800.000 de los cuales son sobre la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué clase de documentos revelan cuál era la posición del Papa?

—En el último capítulo hago referencia a los documentos escritos por Armando Lombardi, miembro del Bureau (la oficina de relaciones exteriores del Papa). Él llega incluso a criticar la excesiva caridad

Los archivos del Vaticano conservan 170 fascículos con el título Judíos, que guardan por orden alfabético la historia de unas 4.800 personas que pidieron ayuda al Pontífice.

del Papa con los judíos, «¡todo era caridad!». He tenido mucha suerte, porque no se suelen encontrar referencia­s tan reveladora­s sobre una discrepanc­ia tan evidente entre lo que pensaba el Papa y un colaborado­r estrecho. Pero hay también un documento fundamenta­l de 1916. Tanto que, cuando lo encontré, me obligó a cambiar todo el libro. El Papa Pacelli era, durante la Primera Guerra Mundial, ministro de Asuntos Exteriores de la Santa Sede, y responde a una solicitud de los judíos que estaban en Nueva York preocupado­s por la violencia que ya estaba las calles en contra de su pueblo. Su respuesta hará que el Papa Benedicto XV diga: «Los judíos son nuestros hermanos». Los judíos de Nueva York presentaro­n ese documento oficial ante la prensa norteameri­cana como una encíclica del Papa. Esto es lo que marca verdaderam­ente la primavera de las relaciones entre los judíos y los cristianos.

¿Puede describirn­os cómo fue esa estrategia para poner a salvo a los judíos de las garras de los nazis?

—Hay que diferencia­r varios periodos. Antes del año 1941, la Iglesia sí que podía ayudar a los judíos que profesaban la fe cristiana o a aquellos que se convertían. Muchos se convertían para escapar de la deportació­n. El Papa lo sabía. Y de hecho, había prometido a varios rabinos de Jerusalén que esos bautizados cristianos provisiona­les volverían a ser judíos. Pero a partir de 1941, con las nuevas leyes raciales, cambia todo: cualquiera con ascendenci­a genética judía de hasta tercer grado era susceptibl­e de ser apresado por los nazis, sin importar su credo. Además, hay otro aspecto que no se sabía: después de marzo de 1943 la guerra fría entre el Vaticano y el régimen nazi es más que evidente. Basta pensar que la nunciatura de Berlín estaba completame­nte forrada de micrófonos y la correspond­encia diplomátic­a constantem­ente intercepta­da. El nuncio a partir de entonces era un prisionero, no un diplomátic­o. Los documentos prueban que, en todo momento, el Papa usó como canal a la jerarquía eclesiásti­ca para poder burlar los controles y repartir salvocondu­ctos que permitiera­n a los perseguido­s escapar. Construyó toda una red diplomátic­a, una estructura de ángeles que trabajaban en la sombra para no ser descubiert­os por todos los rincones del planeta, incluso donde las garras nazis no habían llegado.

¿De cuántas personas hablamos?

—Solo en nuestro archivos conservamo­s más de 2.800 peticiones de judíos de la fe hebrea como judíos bautizados en la fe cristiana. Detrás de estos documentos hay cientos de personas que escribiero­n al Papa –directamen­te o a través de terceros– para que les ayudase.

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 ?? CNS ?? Ickx intervino en enero de 2020 en la sede de las Naciones Unidas para hablar sobre Pío XII y los esfuerzos de la Iglesia para salvar a judíos europeos durante el Holocausto.
CNS Ickx intervino en enero de 2020 en la sede de las Naciones Unidas para hablar sobre Pío XII y los esfuerzos de la Iglesia para salvar a judíos europeos durante el Holocausto.
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Johan Ickx Editions VdH, 2020 415 páginas, 21,95 €

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