La pandemia agrava la persecución religiosa
La persecución contra los cristianos creció de forma significativa en 2020, hasta el punto de que por primera vez los 50 países que encabezan la Lista Mundial de la Persecución de la organización Puertas Abiertas muestran un nivel «muy alto» o «extremo», con Corea del Norte, Afganistán, Somalia, Libia y Pakistán a la cabeza. Además, ha aumentado en un 60 % el número de cristianos asesinados por su fe, hasta los 4.761. El 91 % de estos asesinatos tuvo lugar en África; sobre todo en Nigeria, que entra en los diez primeros del ranking por primera vez desde 2015. Con todo, el país con un mayor empeoramiento es Mozambique, que pasa del puesto 66º al 45º de la lista por la actividad de grupos islamistas en la región de Cabo Delgado.
La pandemia de COVID-19 ha influido de forma notable en el aumento de la discriminación y la persecución. Así, por ejemplo, en la India y una decena más de países asiáticos y también en el norte de África, se ha excluido a los cristianos de algunos repartos de comida durante el confinamiento.
Otra causa de preocupación es cómo la lucha contra la propagación del virus está legitimando el aumento de la vigilancia por parte de gobiernos autoritarios y totalitarios. En China, asegura la entidad protestante, «millones de cámaras de videovigilancia», también en los templos de algunas provincias, «incluyen programas avanzados de reconocimiento facial vinculados al Sistema de Crédito Social», que puntúa a las personas según su grado de lealtad al régimen. Por otro lado la pandemia, unida a la ausencia del Estado en regiones de México y Colombia, ha servido para reforzar en ellas el control de los grupos armados y de narcotraficantes, que no dudan en amenazar y atacar a los líderes cristianos cuando amenazan su influencia.
En respuesta a este efecto colateral de la crisis sanitaria y económica mundial, Puertas Abiertas hace en su informe un llamamiento a los gobiernos y organizaciones internacionales para que inviertan recursos en investigar este fenómeno de forma «exhaustiva». Y, en consecuencia, elaboren programas de ayuda internacional que tengan con consideración este factor.
Dentro de este sombrío análisis, uno de los pocos avances se da en Sudán, que pasa de la 7ª a la 13ª posición de la lista como consecuencia de un proceso de reformas legales que garantizan la libertad de religión, omiten la sharia como fuente de derecho y eliminan el islam como religión de Estado.