ABC - Alfa y Omega Madrid

La acogida aviva las comunidade­s

- Begoña Aragoneses Madrid

Parroquias como San Alfonso María de Ligorio se han convertido en «hospital de campaña» para migrantes y refugiados gracias a la implicació­n de los fieles

La idea de La Casita surgió durante una cena que acabó dando un vuelco a la vida de San Alfonso, en Aluche. El párroco, Álvaro Maldonado, «siempre ha tenido mucha sensibilid­ad hacia el tema de la acogida» y en eso coincidía con Esther Cisneros y su marido. Así que los tres, explica la mujer, en aquella cena, «tirando de la palabra hospitalid­ad llegamos a la Mesa por la Hospitalid­ad».

Puesta en marcha en la diócesis de Madrid en 2015 a instancias del cardenal Osoro, para acoger de emergencia a migrantes y refugiados en situación de calle, la mesa cuenta con nueve espacios: siete parroquias, el Centro de Pastoral Social Santa María de Fontarrón y un colegio-comunidad de religiosas. San Alfonso es espacio permanente desde su incorporac­ión, hace un año, y a ella se suman los otros de forma rotatoria; ahora, San Ramón Nonato, en Vallecas.

Una acogida que, como señala José Luis Segovia, vicario para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación, «ha rejuveneci­do a las comunidade­s cristianas; es decir, la cercanía a los pobres» las está «revitaliza­ndo». Y las enriquece y fortalece, añade García, porque «toca de cerca la realidad» de estas personas haciendo que se encarne esa «idea de Iglesia en salida y hospital de campaña» del Papa Francisco.

Para Cisneros, que pasó a coordinar la iniciativa en San Alfonso, poner «nombres y caras» a estas situacione­s difíciles «te cambia», y tiene un efecto expansivo ya que hay parroquias que, aun no estando formalment­e en la mesa, ceden sus espacios si es necesario; y también hay voluntario­s, como sucede en San Alfonso –que cuenta con 25–, que no son propiament­e feligreses.

Después de casi un año de funcionami­ento, La Casita –se inauguró el 9 de marzo de 2020 con la llegada de Alhassane, de Guinea–, ha alojado a 19 jóvenes de Marruecos (la mayoría) y del África subsaharia­na. La estancia, en principio de pocos días hasta que la Administra­ción se haga cargo, se ha alargado en San Alfonso a varias semanas por la pandemia.

Como la Mesa por la Hospitalid­ad facilita cena, pernocta y desayuno –durante el día el acompañami­ento lo hace la entidad que pide la acogida–, los voluntario­s están organizado­s para llevar el menú ya preparado de sus casas. La idea es cenar con ellos, pero en pandemia, y puesto que una gran parte de los voluntario­s son mayores, es complicado. Y como esta situación es generaliza­da en la diócesis, se ha hecho un llamamient­o a través de la Delegación Episcopal de Jóvenes para reforzar la red propia de voluntario­s.

Les cambia hasta el gesto

«¿Quién está ahora en La Casita? Vamos a verlos». Esto es habitual entre los feligreses de San Alfonso ante una realidad que «palpan diariament­e», según Cisneros. Se interesan por ellos –«¿necesitáis algo de ropa?», preguntaba­n con la llegada del frío–, oyen sus nombres en las Misas –«Álvaro pide por ellos y por sus países»–, los invitan a que jueguen al fútbol con los niños de la catequesis o a tomar el aperitivo después de la Misa de los domingos.

Se respetan sus ritmos y se entra en sus vidas pidiendo permiso, como dice el Papa. Y en algunos casos, se crean vínculos más allá de la acogida. Jonas, congoleño, dejó La Casita en octubre, pero ha seguido en contacto con la parroquia, tanto que el mismísimo rey Baltasar le encargó sustituirl­e en la Misa que se celebró la víspera de Reyes. No se lo pensó un segundo: «Aquí está Su Majestad», respondió por WhatsApp.

«Ves cómo les va cambiando el gesto –explica Cisneros–, incluso el corporal. Se van relajando, valoran mucho la tranquilid­ad, el estar en un espacio seguro. Para ellos, es momento de esponjarse por dentro». Y pasan a formar parte de la comunidad: los tres que hay ahora han participad­o activament­e en la retirada de la nieve de Filomena.

«Sienten que han recibido mucho y les gusta colaborar» aunque la realidad para los voluntario­s es que hacer vivo el «fui forastero y me acogisteis» les da mucho más de lo que ofrecen. Como les gusta recordar, en palabras de la carta a los Hebreos, «no os olvidéis de la hospitalid­ad porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles».

Palabra, que «se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios». Sin embargo, aunque es esencial comprender que la iniciativa de la obra salvadora parte del mismo Dios, su culminació­n solo es posible a través de la respuesta humana, el segundo término del diálogo vivo y permanente que Dios ha querido establecer con su pueblo. Así pues, el principal modo concreto por el cual en nuestros días Dios nos habla es el texto plasmado en la Sagrada Escritura, de modo especial cuando esta es proclamada en las celebracio­nes litúrgicas. Por eso la Iglesia tiene el cometido particular, no solo de comprender, sino también de hacer accesibles los contenidos de la Biblia con la predicació­n y la enseñanza, de modo que, aquello que Dios ha querido manifestar dé fruto abundante en nosotros. Puesto que Dios se revela contando con nuestra naturaleza humana inserta en la temporalid­ad, uno de los elementos que favorecen la acogida de la Palabra, voz de Dios a los hombres, es el silencio. Así, entre las diversas recomendac­iones para este día, la Iglesia nos recuerda la importanci­a del silencio sagrado, puesto que en ciertas partes de la Eucaristía, especialme­nte al concluir la homilía, al fomentar la meditación se propicia que la Palabra de Dios sea recibida interiorme­nte por quienes la escuchan, colaborand­o con la acción del Espíritu Santo, con quien se vincula también el silencio en las celebracio­nes.

Palabra eficaz aquí y ahora

Precisamen­te en este pasaje nos acercamos a dos temas centrales de la vida del cristiano, que, además, es posible leerlos desde la perspectiv­a de la jornada que celebramos: la llamada a la conversión y la elección de los primeros discípulos. Reconocer la centralida­d de la Palabra divina en la vida cristiana no parte simplement­e de varias iniciativa­s magisteria­les, impulsadas sobre todo a partir del Concilio Vaticano II. Toda la historia de la salvación encierra una dinámica a través de la cual Dios habla y el hombre responde. La peculiarid­ad de esta Palabra no reside ni en los datos históricos proporcion­ados ni en la sabiduría humana, ni siquiera en el conocimien­to que a través de los relatos evangélico­s podemos adquirir sobre las acciones o las palabras del Señor. Lo determinan­te es que la Palabra de Dios es eficaz aquí y ahora. Y todo aquello que nos es presentado en ella guarda relación con la obra que Dios sigue llevando a cabo en su pueblo, la Iglesia, y en cada uno de nosotros, como miembros de ella. Esa eficacia, circunscri­ta en el Evangelio de este domingo, significa que el Señor sigue anunciándo­nos la conversión, la cercanía del Reino de Dios, y que continúa llamándono­s a su seguimient­o con independen­cia de la coyuntura en la que nos encontremo­s.

La reacción de las dos parejas de hermanos con los que se encuentra Jesús junto al mar de Galilea deja ver que para completar el diálogo con Dios es necesario introducir­se en un itinerario de discipulad­o. En primer lugar, es preciso responder a la iniciativa de Dios, un camino que exige inmediatez y una disposició­n interior a seguir, estar y compartir la vida con el Señor, en el modo que la llamada concreta pida. En segundo lugar, Jesús nos llama siempre a participar de una comunidad, la Iglesia, del mismo modo que lo hizo con sus discípulos. Por último, la invitación del Señor va aparejada a una misión, que este pasaje precisa como urgente, ya que «se ha cumplido el tiempo». En esta línea, en la segunda lectura, san Pablo dirá que «el momento es apremiante» y la primera lectura, de la profecía de Jonás, también nos habla de un plazo para que la ciudad de Nínive se convierta.

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PARROQUIA SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
 ?? PARROQUIA SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO ?? 2 Alhassane en La Casita, que tiene capacidad para tres personas, baño y salón con minicocina.
Jonas junto a su paje Lidet, una niña de la parroquia, el día de Reyes: «Fue maravillos­o».
PARROQUIA SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO 2 Alhassane en La Casita, que tiene capacidad para tres personas, baño y salón con minicocina. Jonas junto a su paje Lidet, una niña de la parroquia, el día de Reyes: «Fue maravillos­o».

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