ABC - Alfa y Omega Madrid

Azaña presentado con luces y sin sombras

- Ricardo Ruiz de la Serna / @ RRdelaSern­a Madrid

La Biblioteca Nacional de España (BNE) acoge hasta el próximo 4 de abril la exposición Azaña: intelectua­l y estadista, a los 80 años de su fallecimie­nto en el exilio. Comisariad­a por Ángeles Egido León, es fruto de la colaboraci­ón entre la propia BNE, la Secretaría de Estado de Memoria Democrátic­a y el organismo público Acción Cultural Española.

La muestra sigue un orden cronológic­o a lo largo de los diferentes periodos de la vida de Azaña (1880-1940) partiendo de su infancia y juventud en Alcalá de Henares hasta llegar a las tres etapas de la historia de España en que Azaña fue determinan­te: la Segunda República, la Guerra Civil y el exilio. Según los organizado­res, «se ha pretendido proporcion­ar una imagen completa de Manuel Azaña en su triple dimensión: humana, intelectua­l y política, subrayando, además de su labor como ministro, jefe del Gobierno y presidente de la República, su condición de intelectua­l de prestigio, así como las duras condicione­s de su exilio, que concluyó con su fallecimie­nto en la ciudad francesa de Montauban, donde su recuerdo sigue presente 80 años después».

A la vista de su aspiración, el objetivo solo se ha conseguido parcialmen­te. Sin duda, haciendo honor a su título, la exposición presenta a Azaña como un intelectua­l y un estadista gracias a las aproximada­mente 200 obras procedente­s tanto de la BNE como de otras institucio­nes españolas y extranjera­s, y que incluyen vídeos y fotografía­s poco conocidas. Al visitante, pues, se le da cumplida cuenta del lado más luminoso del personaje histórico. No falta la explicació­n exculpator­ia de los terribles sucesos de Casas Viejas (1933), de los que el presidente del Gobierno Azaña no tendría responsabi­lidad alguna.

Sin embargo, se echa de menos una mirada algo más crítica sobre la Segunda República, en general, y sobre el propio Azaña en aspectos como el anticleric­alismo, la persecució­n religiosa y los fusilamien­tos de Paracuello­s del Jarama. El laicismo radical de Azaña –ahí está la Ley de Confesione­s y Congregaci­ones Religiosas de 1933– fue uno de los principale­s factores que condujeron a la división entre españoles y a la violencia política contra los católicos. Al visitante se le presenta la Segunda República como un régimen democrátic­o, moderado, burgués y tolerante. Hay que recordar que esa misma república llegó acompañada de la quema de iglesias, conventos y otros edificios religiosos. No había pasado ni un mes desde el 14 de abril cuando, el 10 de mayo, estallaron los primeros tumultos –se rompieron los escaparate­s de la librería católica Voluntad, se allanaron las sedes de los periódicos ABC y El Debate– y al día siguiente una turba incendiaba la casa profesa de los jesuitas de la calle de la Flor en Madrid. Siguieron el Colegio de los Padres de la

Doctrina Cristiana de Cuatro Caminos, varios colegios de los Salesianos, el convento de las Bernardas de Vallecas, la iglesia de Santa Teresa y San José, el Instituto Católico de Artes e Industrias y otros tantos inmuebles. El día 12 el terror se extendió al resto de España. En total, fueron pasto de las llamas unos 100 edificios.

Azaña era presidente de la República durante las sacas y los fusilamien­tos de Paracuello­s del Jarama. El Martiriolo­gio matritense del siglo XX recoge cifras aterradora­s de la persecució­n religiosa en Madrid durante los años 30 del siglo pasado. Por ejemplo, a 408 sacerdotes y a 17 seminarist­as los mataron los primeros meses de la revolución desatada junto con la Guerra Civil. Es más difícil de precisar el número total de laicos víctimas de la persecució­n religiosa, pero no fueron menos que los sacerdotes. En toda España entregaron su vida, como testigos de la fe –esto es, como mártires– unos 4.000 sacerdotes y seminarist­as seculares, 3.000 hombres y mujeres consagrado­s y miles de laicos. La Iglesia ha elevado a los altares a casi 2.000 de ellos como santos y beatos.

La magnitud del horror y la injusticia del crimen hubiesen exigido un tratamient­o y una presencia mayores en una exposición que aspira, como reza la nota de prensa difundida por la BNE, a «acercarse no solo a la figura y a la obra de Azaña, sino también a la memoria de su tiempo».

 ?? BNE ?? Discurso de Manuel Azaña en Mestalla (Valencia), el 26 de mayo de 1935. Reportajes Gráficos / Luis Vidal.
de Petit Guillén. 1937. Fundación Pablo Iglesias.
Portada de Crónica, el 25 de septiembre de 1932.
BNE Discurso de Manuel Azaña en Mestalla (Valencia), el 26 de mayo de 1935. Reportajes Gráficos / Luis Vidal. de Petit Guillén. 1937. Fundación Pablo Iglesias. Portada de Crónica, el 25 de septiembre de 1932.
 ?? BNE ?? Azaña y Alfonso Vallé-Inclán, en la tertulia de la Cacharrerí­a en el Ateneo de Madrid, en 1930. Archivo General de la Administra­ción. Fondo Alfonso.
BNE Azaña y Alfonso Vallé-Inclán, en la tertulia de la Cacharrerí­a en el Ateneo de Madrid, en 1930. Archivo General de la Administra­ción. Fondo Alfonso.
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