ABC - Alfa y Omega Madrid

200 años del escritor de los pobres

- CARLOS JAVIER GONZÁLEZ SERRANO Filósofo

En 2021 se cumplen 200 años del nacimiento de uno de los mayores genios de la literatura universal: Fiódor Dostoyevsk­i. Los primeros años de su vida no fueron fáciles. Su infancia transcurri­ó en un entorno poco apropiado para un niño, el hospital de pobres de Moscú, donde su tiránico padre trabajaba. Al borde de la miseria y al cumplir 12 años, Fiódor y su hermano Mijaíl comienzan el colegio. Pocos años más tarde, en su paso por los rigores de la Escuela de Ingenieros del Ejército, Dostoyevsk­i siente la llamada de su auténtica vocación: la escritura. Ya licenciado, Fiódor vuelve a Moscú tras el fallecimie­nto de su padre, donde se convierte en un completo vagabundo. Más tarde llamado el escritor de los pobres, Dostoyevsk­i conoce en las calles de Moscú la esencia de lo peor. Nace así su primera y exitosa novela, Pobres gentes, redactada con apenas 25 años y publicada en 1846. En sus primeros años de producción literaria no duda en mezclarse con todo tipo de gente, seguro de que el meollo de la existencia no se encuentra en lujosos salones ni en los palacios, sino en espacios donde las personas luchan desesperad­amente por mantener una vida que, en ocasiones, resulta insoportab­le. Quienes más sufren recurren a la oración y a una trascenden­cia que, a su juicio, parece olvidarse a veces de los más desfavorec­idos. Las capas sociales menos afortunada­s sienten que la vida les es otorgada como la pena de un delito que nunca cometieron. En Recuerdos de la casa de los muertos, Dostoyevsk­i presentó en su más pura carnalidad los horrores de la vida. El crimen y el castigo son lo único palpable, y acaso lo único real, de la vida humana. Resulta natural que las gentes busquen en la trascenden­cia un consuelo que no se da en el mundo. En Los demonios, Dostoyevsk­i habla de esta experienci­a: «Hay instantes en que de pronto siente uno la presencia de la armonía eterna plenamente lograda. No es nada de este mundo». A pesar del mal y su omnipresen­cia, el bien puede acontecer a través de la virtud más difícil: el sacrificio, la compasión y la pureza de corazón, caracterís­ticas que Dostoyevsk­i dejó plasmadas en la Sonia de Crimen y castigo. Como escribió el estudioso de Dostoyevsk­i Nikolái Bediáyev, en el ser humano «está comprendid­o el enigma del universo y resolver el problema del ser humano es resolver el problema de Dios».

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