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Cáritas Ceuta da 500 comidas diarias a los migrantes de la calle

- Fran Otero / @ franoterof Madrid

ESPAÑA La Iglesia está al pie del cañón en Ceuta. Mientas Cáritas Diocesana ha ido al encuentro de los migrantes que permanecen escondidos para no ser devueltos, el Secretaria­do de Migracione­s de la diócesis de Cádiz ha acogido a 18 personas con perfil de protección internacio­nal.

A primera hora de la mañana, desde hace unos días, Samir coge la furgoneta de Cáritas Diocesana de Ceuta, de la que es trabajador y voluntario, para ir a buscar pan y fruta. Luego la lleva al centro de distribuci­ón de alimentos de la entidad eclesial, que habitualme­nte atiende a 200 familias y que en la última semana se ha convertido en epicentro de la ayuda más básica a los miles de migrantes que todavía están Ceuta tras entrar masivament­e, hace ya más de diez días. Allí lo esperan Manuel Gestal, el director, y un grupo de voluntario­s, para preparar las bolsas que luego entregarán fundamenta­lmente en los barrios periférico­s, donde se esconden de la Policía para evitar ser devueltos.

Cáritas ha respondido desde el primer momento de la crisis, cuando se puso a disposició­n de las autoridade­s, que solicitaro­n alimentos para los niños custodiado­s en las naves del Tarajal. Allí fueron Manuel y Samir para llevar leche, galletas, batidos, zumos, queso, atún... y allí se encontraro­n con un niño que se acercó a ellos llorando: «Decía que quería volver con sus padres».

Ya no hubo más peticiones y, por eso, decidieron hacer una ruta diaria –entre las 11:00 y las 17:00 horas– para repartir alimentos. Mientras hablamos por teléfono, Manuel Gestal va entregando bolsas. Se intuyen las voces que se van acercando al vehículo. Cuando se aproximan grupos numerosos, se baja y organiza el reparto. Como en el barrio de Loma Colmenar, donde, en un soportal, encuentra cobijados a nueve migrantes. Van a dormir allí.

En el camino se le van grabando los rostros, ajados por el sufrimient­o y, en ocasiones, por llevar hasta dos días sin comer. Entre ellos está el de un joven. Tan joven que Gestal pide a Samir –es musulmán y habla árabe– que le pregunte por la edad. Tiene 13 años. Ha llegado desde Rincón, un pueblo pesquero a 25 kilómetros de Ceuta. «Nos dijo que vivía con su madre en una chabola y que no tenían qué comer. Que con lo que le dábamos aquí podía alimentars­e cuatro o cinco días», añade el director de

Cáritas reparte cada día 500 bolsas de comida entre los migrantes que siguen en las calles de Ceuta y el Secretaria­do de Migracione­s de Cádiz acoge a 18 de ellos con perfiles de protección

Cáritas, que está preocupado por la gran cantidad de menores que sigue en la calle, a los que intenta convencer para que vayan a los centros habilitado­s.

El número de bolsas entregadas se cuenta ya por miles –a razón de 500 diarias–, una carga que está asumiendo Cáritas con la colaboraci­ón de los donantes que en la última semana han sumado 1.000 euros, que se pueden traducir en 5.000 barras de pan para bocadillo. En Cáritas piensan continuar a pesar de las críticas de algunos sectores de la población: que si están fomentando la inmigració­n irregular, que si no les diesen de comer se marcharían... «Si no tienen qué comer, lo robarán. Y eso lo queremos evitar, porque no quieren irse. Cáritas tiene que remar a contracorr­iente. Son personas a las que hay que ayudar. Es nuestra misión: dar de comer al hambriento y de beber al sediento», concluye.

También desde el Secretaria­do de Migracione­s de la diócesis de Cádiz y Ceuta se pusieron manos a la obra tras desatarse la crisis. Dos personas del equipo se trasladaro­n a Ceuta para reunirse con organizaci­ones del ámbito de las migracione­s y con las dos técnicos con las que cuentan en la ciudad y que trabajan en el centro San Antonio, que acoge desde el jueves a migrantes con perfil de protección internacio­nal. Este lunes ya estaban ocupadas 18 de las 24 plazas disponible­s. Se trata de migrantes procedente­s de países tan dispares como Siria, Eritrea, Gambia, Yemen, Costa de Marfil o Marruecos. Personas que han llegado de la mano de ACNUR desde las naves del Tarajal o la misma calle, o que han sido derivadas por asociacion­es como Elín, de las vedrunas, Cruz Roja o Andalucía Acoge.

Según Ana María Rizo Massia, coordinado­ra del área social de inmigració­n del Secretaria­do de Migracione­s de Cádiz y Ceuta, se plantearon como misión en estos momentos la atención a los más vulnerable­s –víctimas de trata, solicitant­es de asilo y menores– en dos aspectos: la defensa de los derechos humanos y el cumplimien­to de las garantías en todas las devolucion­es.

Aunque es cierto, continúa, que muchos de los migrantes «entraron sin saber a lo que venían»; «habían sido alentados» a cruzar o subidos a autobuses prometiénd­oles una excursión y ver a Cristiano Ronaldo. Pero hay otros tantos con un proyecto migratorio y, por tanto, ve necesario «considerar la realidad individual de cada uno». Sobre todo, incide, no se puede devolver a nadie hasta que no se haya comprobado que no es menor, víctima de trata o tiene necesidad de protección. Como es el caso de dos marroquíes recién llegados al centro San Antonio, solicitant­es de asilo con perfil homosexual y que habían sufrido agresiones sexuales y físicas cuando se escondían por la ciudad. Uno de ellos intentó suicidarse en la playa del Tarajal. No lo consiguió gracias a la actuación de la Policía.

Tanto estos como el resto de migrantes están siendo atendidos por las trabajador­as de Cáritas y los voluntario­s. Entre estos últimos está un joven marroquí, al que el propio secretaria­do ayudó hace dos años tras quedarse en la calle al cumplir 18 años. «Es el que más tiempo está pasando con ellos», concluye Ana María Rizo.

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CÁRITAS CEUTA
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EFE / BRAIS LORENZO Un grupo de migrantes se esconde en los bosques de Ceuta para evitar su devolución.
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CÁRITAS DIOCESANA DE CEUTA 0 Samir, de Cáritas, carga bolsas de comida para los migrantes.

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