ABC - Alfa y Omega Madrid

«En el nombre de la Trinidad»

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Santiguars­e es uno de los primeros gestos que los padres enseñan a los niños con respecto a la fe. Con la frase «en el nombre del Padre y del Hijo y el Espíritu Santo» comenzamos a menudo nuestras oraciones. La señal de la cruz es, probableme­nte, el gesto que más nos define como cristianos. La celebració­n eucarístic­a está, asimismo, repleta de expresione­s que confirman que la liturgia es obra de la Santísima Trinidad.

Desde el comienzo de la Misa hasta la bendición final los saludos, oraciones, himnos o el símbolo de la fe manifiesta­n que Dios Uno y Trino es quien lleva a cabo la obra de nuestra redención. Sin embargo, es en el Bautismo donde con mayor claridad han quedado plasmadas las palabras centrales del Evangelio de este domingo, en el momento de derramar el agua sobre quien recibe este sacramento. En definitiva, la Trinidad no solo es el origen de nuestra salvación o de la celebració­n de la misma, sino el ámbito en el que nos situamos los cristianos, ya sea en las celebracio­nes como en la vida.

Para comprender el significad­o de Dios Uno y Trino no tenemos más modos de acceso que lo que Dios mismo nos ha revelado. A simple vista podríamos pensar que esto supone una gran limitación, y que nuestras posibilida­des de acceso a Dios serían en la práctica nulas. Por otro lado, el concepto de Trinidad podría entenderse como el ejemplo más señalado de la incomprens­ibilidad de un dogma de fe o, peor aún, que el hecho de que Dios sea Uno y Trino afectaría poco o nada a la comprensió­n o a la vida del hombre, como si entre Dios y el hombre existiera un abismo infinito e insalvable. Sin embargo, para nosotros la idea de Dios no es un concepto abstracto ni el fruto de una profunda reflexión humana de carácter filosófico o teológico. Dios se ha dado a conocer, se ha revelado, y gracias a ello podemos conocerlo y amarlo de una manera sencilla.

Para cerciorarn­os de esto basta con acudir a la Sagrada Escritura. Toda ella nos habla del acercamien­to de Dios hacia el hombre, a pesar de que este a menudo se ha olvidado de Dios. En esa aproximaci­ón unilateral hacia nosotros irrumpirá en la historia, caminará con su pueblo y tendrá un vínculo plenamente personal con la humanidad. Dios toma la iniciativa y conoce a su pueblo, lo ama, lo guía e incluso cuando los hombres se apartan de Él manifiesta con mayor fuerza su misericord­ia. Y lo que se afirma de Dios con respecto a Israel, tras la Muerte y Resurrecci­ón de Cristo se afirma de Dios con relación a su Iglesia, conformand­o un vínculo tan estrecho que es calificado tantas veces como esponsal. Así pues, nunca la idea de Trinidad hará referencia a la visión estática y fría de un Dios desligado del mundo y de los asuntos de la humanidad, sino a alguien que es relación de personas y que nos ha creado precisamen­te a imagen y semejanza de su mismo ser.

A imagen y semejanza

En efecto, el libro del Génesis narra la creación del hombre, dotado de voluntad y entendimie­nto, como la culminació­n de su obra inicial. Aparte de presentar al hombre como la más excelsa de las criaturas de Dios, en los capítulos que tratan de explicarno­s la relación del hombre con Dios en el comienzo de la humanidad se quiere insistir en que el camino del pueblo de Israel y de cada persona ha de ser el de un progresivo conocimien­to y amor de Dios. Por lo tanto, ni Dios se revela desde el primer momento por completo, ni el hombre conoce y ama al Señor de inmediato.

El instante central de la manifestac­ión de Dios a los hombres va a ser la encarnació­n del Hijo de Dios y los hechos y palabras que realizará y dirá. No son pocos los pasajes evangélico­s que reflejan la estrecha unidad entre el Padre y el Hijo, sobre todo algunos de san Juan que hemos escuchado hace algunos domingos. Por otro lado, la afirmación final, «sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos», muestra que la presencia y acción del Espíritu Santo continúan guiando la existencia de la Iglesia y la de cada uno de nosotros. De este modo, los hombres puede seguir comproband­o que Dios camina junto a ellos y que nunca se olvida de sus criaturas.

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WEB GALLERY OF ART Santísima Trinidad, de Hendrick van Balen. Iglesia de Santiago en Amberes (Bélgica).
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Delegado episcopal de Liturgia de Madrid
DANIEL A. ESCOBAR PORTILLO Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

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