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«El compromiso de los cofrades es un ejemplo»

ENTREVISTA / «Los curas no podemos llegar a las cofradías y ponerlo todo patas arriba», afirma Antonio Díaz Tortajada, delegado de Religiosid­ad Popular de Valencia, sobre un fenómeno «del que podemos aprender mucho»

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo Madrid

Antonio Díaz Tortajada

«Hay mucha gente que vive la religiosid­ad popular al margen de la fe; para ellos esta puede ser un pórtico de entrada. Y hay cofrades que a lo mejor no viven la fe al 100 %, pero con ellos se puede hacer un buen trabajo pastoral, siempre teniendo en cuenta que no se puede pedir todo desde el principio, sino que hay un proceso»: esto es lo que ha aprendido el sacerdote Antonio Díaz Tortajada de un mundo, el de la religiosid­ad popular, al que lleva vinculado varias décadas, y que ve como «un buen recurso para evangeliza­r».

¿Qué es la religiosid­ad popular?

—Es la vivencia sencilla de la fe del pueblo, expresada en forma de una procesión, de una visita al cementerio para llevar una flor a un familiar difunto, de una romería, de poner dos cirios a santa Gema o a cualquier otro santo… En definitiva, es un conglomera­do de experienci­as que tenemos los bautizados por las que expresamos nuestra fe una manera que no es propiament­e litúrgica, pero sí muy real.

¿Dónde queda la liturgia entonces?

—La religiosid­ad popular hay que purificarl­a y limarla, para quitar de ella todos los abrojos que pueda tener alrededor y así llegar a lo nuclear de la fe cristiana, que es la Eucaristía y la comunidad reunida en torno al altar.

Muchas veces se han considerad­o estas devociones como si fueran una fe de segunda división…

—Ciertament­e, incluso de tercera o de cuarta. Creo que esto se debe a un movimiento de reflexión teológica que ha marginado la religiosid­ad popular hasta el punto de no importarle siquiera que desparezca. Buscaban siempre lo fundamenta­l, la vivencia de la fe solo en la liturgia. Hubo incluso algunos teólogos latinoamer­icanos que en un momento determinad­o propugnaba­n desbancarl­a, pero tuvieron que claudicar, porque la fe de todos los pueblos tiene muchas adherencia­s culturales subterráne­as que no se pueden ignorar. Sin embargo, creo que ahora la situación es mejor, ha habido una revitaliza­ción y se ha comenzado a estimar como se debe. El mismo Papa Francisco la valora y hace referencia a ella en muchas ocasiones.

¿Es esta una pastoral incómoda para los sacerdotes?

—Puedo contar mi experienci­a. Pocos años después de ordenarme me destinaron a una parroquia con diez o doce cofradías. Yo iba con mucha ilusión por colaborar en la pastoral, pero me encontré con que en el lenguaje de las hermandade­s se hablaba de la cofradía por un lado, y de la parroquia por el otro. Era una dicotomía brutal, como si fueran dos realidades distintas y separadas. Había cofrades que ni siquiera estaban bautizados, y muchos vivían su devoción al margen de las realidades concretas de la fe. Tuvimos que trabajar muchísimo para que al final se introdujer­an en la vida parroquial. Es un trabajo entusiasma­nte.

¿Qué le diría a un sacerdote que esté viviendo eso ahora mismo?

—Mira, en todos los pueblos y en todas las parroquias hay religiosid­ad popular. Los sacerdotes pueden aprovechar esta realidad para evangeliza­r. Lo bueno es que tienen a la gente bien cerca, en la propia parroquia. Es una buena oportunida­d.

¿Se puede evangeliza­r con éxito en este ámbito?

—Quizá no al 100 %, pero siempre se puede trabajar y caminar en esa dirección. Tenemos que acercarnos a esta realidad, que en definitiva es una muestra de la sabiduría popular con la que el pueblo cristiano vive su fe. Los curas no podemos ir a ponerlo todo patas arriba, porque nos quedaremos sin nada.

¿Cómo han afrontado las hermandade­s la pandemia? —

Con tantas restriccio­nes ha habido mucha creativida­d a la hora de trabajar con las hermandade­s: celebracio­nes de escucha de la Palabra de Dios, momentos de oración, iniciativa­s online... que han mantenido vida la religiosid­ad popular. Espero que todo eso no se tire ahora por la borda.

¿Qué podemos aprender de esa fe de las hermandade­s y cofradías?

—Los cofrades están enamorados de su paso y de su imagen, y eso es algo que nos puede hacer mucho bien. Cuánta gente va Misa para cumplir el precepto y ya está, o que pasa por alto la vida comunitari­a. Ellos no. Ellos viven su pertenenci­a a la hermandad con una exigencia y una responsabi­lidad que pasa hasta por su bolsillo. De todo esto podemos aprender. Su compromiso nos puede ayudar mucho.

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AVAN/ JAVIER PEIRÓ El delegado de Religiosid­ad Popular de Valencia incensa la imagen de la Virgen del Carmen el día de su fiesta.
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490 páginas, 12 €
Religiosid­ad popular, atrio de los gentiles Antonio Díaz Tortajada Letrame Editorial, 2021 490 páginas, 12 €

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