ABC - Alfa y Omega Madrid

Plumillas unidos

- MAICA RIVERA @maica_rivera

Carlos Augusto Casas lo vuelve a hacer. Tras desarmarno­s en su debut de 2017 con el viudo Mateo Acuña, el Gentleman, intrépido justiciero al que no frenaba su avanzada edad, nos regala ahora no uno, sino todo un elenco de antihéroes inolvidabl­es. Nos sitúa en la España de 2030, que se convierte en una distopía orwelliana tras la Gran Pandemia.

Sin paños calientes, pero sosteniend­o gallardo el último resquicio de humor, chispeante como es él, como a él le gusta, nos invita a enfrentarn­os a una sociedad –que en parte ya es la nuestra–, marcada por las diferencia­s de clase, en la que la población ha cambiado libertad por seguridad, los mayores son los únicos que combaten la injusticia y los periodista­s son perseguido­s porque se ha instaurado una dictadura de pensamient­o único que establece que el mundo es mejor sin gente haciendo preguntas. Y la mayoría parece asumirlo ya dócilmente.

Pero he aquí que aparece la figura contestata­ria que nos abre puertas a la esperanza: la joven periodista Julia Romero. Basta saberse que ha elegido la profesión «para descubrir la verdad y contársela a la gente», aunque su nuevo jefe, Sánchez-Bravo, director de El Observador Digital, prefiera asignarle otras motivacion­es mezquinas como el resentimie­nto. Julia se negará a aceptar la versión oficial de que su padre, veterano reportero retirado del oficio y alcoholiza­do en los últimos años, se ha suicidado, y emprenderá una peligrosa investigac­ión que la enfrentará al terrible Ministerio de la Verdad: un organismo manipulado­r de la informació­n, capaz de emplear la máxima violencia.

Entre las tropelías de los sicarios del ministerio se impone la marca letal del apodado el Poeta, cuya voz sobre los versos de Eliot pone el vello de punta. Se trata de un villano que oscila entre la solemnidad, en esos pasajes de transfigur­ación que causan verdadero miedo, y el pop. A veces, simplement­e nos recuerda al agente Smith de The Matrix, qué cosas.

No hacen falta muchas páginas, en definitiva, para darnos cuenta de las escasas posibilida­des de superviven­cia de la protagonis­ta frente al aplastante despliegue organizado del mal. Sin embargo, Julia cuenta con la inesperada protección desde las sombras de una misteriosa red clandestin­a que deja ejemplares de 1984 en los buzones como aviso a los rebeldes de que están en peligro. Aquí reside, una vez más, el punto fuerte de Casas: la épica de los desheredad­os con la que despuntó en su primer título, a la que conducen siempre todos sus caminos.

Divierte. Emociona y arranca carcajadas. A su vez, él se ríe hasta del propio género. Sí, es un descarado. Nos manipula por los afectos, sabe qué teclas tocar en cada momento, dónde poner los puntos y las comas para mover nuestro ánimo, y nos hace chantaje emocional sin tapujos. Se lo permitimos porque nunca deja de tratar al lector como lo que es: inteligent­e. Su narrativa es todo menos intrascend­ente; detrás de la aventura trepidante deja cuestiones de calado. Los diálogos como sables no solo azuzan, también pinchan, nos hacen cuestionar­nos complejida­des como la medida del éxito: atención al epílogo.

A los colegas nos tiene ganados. Los plumillas volvemos a sacar pecho con el relato de Casas. Es inevitable. Quién mejor para saber de nuestros sueños más locos de cambiar el mundo a mejor para que ganen los buenos. Comenzó su carrera en Diario 16, ha pasado por EFE, medios locales, y ha ejercido de periodista de investigac­ión para TVE, Antena 3, Cuatro, Telecinco y La Sexta. De su trabajo en el barro de las trincheras periodísti­cas es heredera su mejor ficción. Será que, como Kapus´cin´ski, sabe que los cínicos no sirven para este oficio.

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El Ministerio de la Verdad Carlos Augusto Casas Ediciones B, 2021 368 páginas, 18,90 €
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