ABC - Alfa y Omega Madrid

«Habían pasado 30 años de mi última confesión y fue fundamenta­l. Es liberador»

ENTREVISTA / El presentado­r publica sus memorias, repletas de excesos, en las que también muestra su camino de redención

- José Calderero de Aldecoa / @ jcalderero Madrid

Furor, Menudas estrellas, La isla de los famosos o Factor miedo. Todos estos programas fueron presentado­s por Alonso Caparrós (Madrid, 1970), que se convirtió en una estrella de la televisión antes de cumplir los 30 años. Pero cuando se apagaban los focos aparecía la Sombra, como él mismo llama a su adicción a las drogas, contra la que estuvo batallando durante 25 años. Durante un cuarto de siglo vivó en la degradació­n más absoluta, visitando hasta el último prostíbulo de carretera e incluso llevando a su hija Claudia a comprar drogas cuando era un bebé. Solo consiguió salir de esta espiral cuando conoció el dolor ajeno como voluntario en un hospital o en la misión de una religiosas que atendían a niños enfermos en Filipinas. Allí se confesó después de 30 años sin hacerlo y este también fue un punto clave de su proceso.

¿Qué supuso aquella confesión?

—Habían pasado 30 años de mi última confesión y fue vital para mí. Fue, digamos, la primera conversaci­ón con esa espiritual­idad, la primera conversaci­ón con Dios que tuve en mucho tiempo. Digo la primera porque luego después ha habido muchas otras, y sigue habiendo a día de hoy. Aquella confesión fue fundamenta­l en mi proceso vital. Contar lo inconfesab­le, lo que no se puede contar, es muy importante, es muy liberador.

¿Se ha vuelto a confesar después?

—Bajo ese protocolo no, pero hago examen de conciencia a diario.

Se confesó mientras visitaba la misión en Filipinas de las hermanas de la Caridad de Santa Ana. ¿Cómo le afectó aquella experienci­a?

—Aquellas monjas de la Fundación Juan Bonal, en la misión Elsie Gaches de Filipinas, me cambiaron la vida. Y me la cambiaron ellas. Su Dios también, pero sobre todo ellas. Sus actos, su forma de vida, me ayudaron a darme cuenta de muchas cosas. Es la entrega de la existencia. Desde el primer segundo del día hasta que termina, están enterament­e dedicadas a los demás. Eso es muy digno y dice mucho del ser humano. Para mí, ellas son la verdadera religión, la que se transmite con el ejemplo, con los actos, con la entrega de absolutame­nte todo el tiempo de su existencia.

¿Cómo le ayudó aquella visita en su proceso vital?

—Antes de contestart­e quiero resaltar esto que dices de «su proceso». Efectivame­nte, es mi proceso y esto quiero recalcarlo. El libro no es una guía universal. Cada uno tiene que encontrar su propio camino y en el libro cuento el mío. La visita, el contacto con las monjas, fue clave e imprescind­ible para mí. De hecho, a día de hoy sigue siendo la singladura de mi vida. Es decir, mi propósito en la vida no es solo trabajar, que es necesario. Mi objetivo es seguir ahondando en mi parte espiritual y seguir cultivándo­la.

¿Se definiría como un hombre de fe?

—Sí, totalmente. Además, yo tuve una educación cristiana. Lo que pasa es que en el libro, igual que menciono al Dios cristiano, también menciono el Corán y el budismo. En todas estas religiones, he encontrado un mensaje común. Creo firmemente, sobre todo, en las religiones no excluyente­s. Y creo que vivimos en un momento en el que es importante abrir la mente. Al final, lo fundamenta­l es escuchar a Dios y su mensaje.

Su respuesta me recuerda a la Iglesia en salida que propone el Papa Francisco. ¿Qué le parece su figura?

—Es un Papa que tiene mucha importanci­a, y con esto no quiero quitarle relevancia a los otros. Ni mucho menos. De hecho, creo que Benedicto hizo un gran acto de generosida­d y de inteligenc­ia. Pero es cierto que este Papa tiene una gran virtud, que es que conecta con la gente, con el mensaje que necesitan escuchar las personas sin separarse de Dios. Y a esto me refería en mi anterior respuesta: en este momento tan crítico de la historia es muy importante que las religiones hablen entre ellas.

Le dedica muchas páginas a su familia. ¿Qué importanci­a tiene para usted?

—Estamos hablando de los puntos en común de todas las religiones, pues la importanci­a de la familia es uno de ellos. A la familia volvemos siempre de una manera natural. En este sentido, recuerdo la historia de Javier, de 15 años, que estaba en el hospital para un trasplante de médula del que dependía su vida. Después de pasar una noche con unos dolores terribles, hasta el punto de que llegó a pedir la muerte antes de seguir con ese sufrimient­o, cuando empezó a pasársele el dolor dijo que lo que más echaba de menos, y recordaba en aquel momento, era el olor de la comida que hacía su madre en casa. Pues a mí me parece que en un momento en el que estás tan cerca de Dios y tan cerca de la muerte, que recuerdes el olor del hogar deja bien claro la importanci­a de la familia para la vida de las personas.

En un momento dado le dice a su padre que quiere dejar la televisión porque gana mucho dinero y teme gastárselo todo en drogas. ¿Cómo ve el consumismo imperante, el querer siempre más dinero, más éxito…? —Esa pregunta ya la deberíamos haber superado hace mucho tiempo. Es una obviedad. No hace falta más que mirar alrededor nuestro, mirar lo que sucede en el mundo, para darse cuenta de lo que está ocasionand­o esta manera de vivir. El otro día escuché un dato tremendo. A día de hoy muere más gente por exceso de comida que por hambre. Significa que hemos llegado a un estado de opulencia tal que cometemos pecados tan graves como este. Y todo ello tiene mucho que ver con el consumismo.

En el libro sugiere la importanci­a de valores como la constancia, el esfuerzo o el trabajo.

—Son fundamenta­les. El ser humano no puede desatender­los ni un solo segundo. El hombre no está aquí, yo creo, para descansar. Cuando toca, sí, hay que descansar, pero creo que la existencia del ser humano es un trabajo. Es un trabajo que requiere toda nuestra atención y cada segundo de nuestra vida.

¿Sigue en contacto con las monjas?

—Hace tiempo que no hablo con ellas. Pero sigo manteniend­o contacto con su entorno. Me hablan de ellas y a ellas les hablan de mí. Tengo muchas ganas de volver para llevarles mi libro, para darles las gracias y para volver a absorber aquella magia que conocí en la misión.

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 ?? ABC ?? Alonso Caparrós (Madrid, 1970) ha logrado superar su adicción, pero es consciente de que «nunca debo bajar la guardia».
ABC Alonso Caparrós (Madrid, 1970) ha logrado superar su adicción, pero es consciente de que «nunca debo bajar la guardia».
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Un trozo de cielo azul Alonso Caparrós Planeta, 2021 304 páginas, 18,50 €

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