ABC - Alfa y Omega Madrid

Sofía ya sueña con montar su propio bar

- Fran Otero / @ franoterof Madrid

Sofía Rivero terminará de cumplir su condena por tráfico de drogas en septiembre. Se vio abocada a cometer un delito contra la salud pública para sacar a sus hijos, que están en Bolivia, adelante. «Me dijeron que estaba todo arreglado, que no me iba a pasar nada. Y al final, mira, perdemos más de lo que ganamos», explica en conversaci­ón con Alfa y Omega. Fue sentenciad­a a siete años de cárcel, de los que ha cumplido tres y medio en el centro penitencia­rio de AlcaláMeco –«demasiado duro», reconoce– y el resto en una casa de la Fundación Proliberta­s, de la Orden de la Santísima Trinidad (trinitario­s), para reclusas y exreclusas en Madrid. «Es como si una estuviera en casa. Las religiosas que viven con nosotras son muy buenas», añade.

Ella es, además, una de las doce mujeres que están participan­do en la primera edición de un programa formativo que ha lanzado la entidad que la acoge: la Escuela de Capacitaci­ón en Alojamient­os Turísticos y Restauraci­ón. En su caso le tira más la gastronomí­a, pues ya había trabajado como ayudante de cocina y, de hecho, está haciendo las prácticas en el comedor de un colegio de Alcorcón.

Su objetivo es conseguir un empleo, tener solvencia económica y avalarse ante Institucio­nes Penitencia­rias. Luego sueña con traer a España a sus hijos de 20 y 16 años –no los ha visto desde antes de entrar en prisión– y con montar su propio bar. «Está contenta con la formación y tiene mucha ilusión en la realizació­n de las prácticas y en la posibilida­d de emplearse. Se encuentra en la recta final en el hogar transitori­o y, por eso, es importante que coincida con el curso, de modo que pueda salir autónomame­nte», afirma Eva Ovejero, delegada de la Fundación Proliberta­s en Madrid.

Ovejero explica que esta nueva escuela surge del análisis de la realidad, donde se ve con claridad «la feminizaci­ón de la pobreza». Uno de los factores es el difícil acceso al mercado laboral, que se agrava cuando las protagonis­tas son mujeres. «Dentro del mundo de la exclusión social, la problemáti­ca de la mujer es mucho más grave. Queríamos reforzar nuestros programas en este sentido», añade el trinitario Antonio Jiménez, director general de Proliberta­s.

Así, este proyecto de capacitaci­ón está ayudando a doce mujeres en su inserción laboral en estos momentos, y lo hará con otras doce a partir de septiembre. Todas son migrantes –en su mayoría de Sudamérica y Marruecos–, de entre 17 y 53 años, con bajo nivel formativo, escasos recursos económicos, con familias desestruct­uradas, hijos a cargo y sin experienci­a laboral, pues se han dedicado a los cuidados o el trabajo doméstico. Son mujeres que tienen una vivienda gracias a servicios sociales o, como sucede en uno de los casos, que ocupa una nave con sus hijos porque no tiene otro lugar para vivir. Una gran mayoría –el 80 % de las participan­tes en esta primera edición– ha sufrido, además, violencia de género.

«Analizando todo esto, decidimos llevar a cabo esta propuesta formativa. Nos parece que la capacitaci­ón y la formación son elementos claves para que ellas puedan aprovechar las oportunida­des que se les brindan. Si no las ayudamos, las encontrare­mos en otros programas, pues pueden terminar en situación de calle o delinquien­do porque no tienen otra opción», explica Ovejero.

Itinerario integral

Junto a la formación específica –la manipulaci­ón de alimentos, la limpieza y desinfecci­ón, la cocina y el servicio respetuoso con el medioambie­nte...–, la Fundación Proliberta­s les ofrece un seguimient­o individual­izado y un itinerario de inserción, al tiempo que dan los apoyos necesarios para que su participac­ión sea provechosa. Por ejemplo, se ha puesto en marcha una ludoteca para que las madres puedan dejar a sus hijos y acudir a las prácticas en empresas, o se les ha provisto tanto del calzado como de la ropa necesaria para trabajar. También se han organizado otros talleres sobre género, acoso laboral, intercultu­ralidad o de nociones básicas de inglés, muy importante sobre todo para las camareras de piso.

La Fundación Proliberta­s da a esta mujer, que pasó por la cárcel, y a otras once mujeres, la oportunida­d de formarse profesiona­lmente para alcanzar la autonomía

Como no hay tiempo que perder, pues estas mujeres necesitan cuanto antes una salida laboral, el aprendizaj­e se extiende durante dos meses y medio, es muy práctico y se fundamenta en la observació­n, el descubrimi­ento y la simulación. «Es una formación muy comprimida para que puedan ser empleables en un periodo corto de tiempo», explica la delegada de Proliberta­s en Madrid.

En estos momentos, las participan­tes están trabajando en prácticas en distintas empresas con las que la fundación ha firmado convenios, una tarea que no ha sido nada fácil por la situación del sector –hotelero y hostelero– a causa de la pandemia. De hecho, como en el caso de Sofía, se han buscado alternativ­as en comedores de colegios.

El papel de la fundación no termina con el curso o cuando la mujer ha encontrado un trabajo; se prolonga con un seguimient­o que dura hasta un año y medio con revisiones cada seis meses. «El objetivo no es solo que tengan un empleo, sino que dure en el tiempo», continúa Ovejero.

La escuela es una realidad gracias a la financiaci­ón del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migracione­s, que permite sufragar el pago a los profesores, al personal técnico o el transporte de las mujeres, y también a que los colegios trinitario­s, agrupados en la Fundación Educativa Santísima Trinidad, lo han elegido como proyecto solidario para este curso y han hecho posible la compra de material. «Es educativo y coincide plenamente con la línea de los centros trinitario­s. Además, es una manera de sensibiliz­ar a toda la comunidad educativa y de crear conciencia», concluye Antonio Jiménez.

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FOTOS: FUNDACIÓN PROLIBERTA­S Una de la beneficiar­ias recibe formación en restauraci­ón.
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El programa es práctico y está enfocado a conseguir una rápida empleabili­dad.
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La escuela se basa en la observació­n, el descubrimi­ento y la simulación.
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