ABC - Alfa y Omega Madrid

¿Tiene algo cristiano el transhuman­ismo?

El IV Congreso Razón Abierta de la Universida­d Francisco de Vitoria analiza el transhuman­ismo y su incidencia en las ciencias

- Cristina Sánchez Aguilar Madrid

La idea fundamenta­l de la que parte el transhuman­ismo es que «el ser humano puede ser cualitativ­amente mejorado mediante la implicació­n de las biotecnolo­gías». Su finalidad última es «liberarse de la carnalidad, de la finitud, de la contingenc­ia y de la vulnerabil­idad, desarrolla­r todas sus capacidade­s naturales al máximo nivel e incorporar nuevas mediante la hibridació­n con el artefacto técnico». Pero este suppositum, explica Francesc Torralba, catedrátic­o de Filosofía en la Universida­d Ramón Llull, «es más que discutible filosófica­mente», porque parte de «la omnipotenc­ia de las tecnología­s, o dicho de otro modo, de la capacidad que tiene el ser humano de extirpar la finitud de su ser y, con ello, su condición mortal».

Torralba, que el viernes impartirá una conferenci­a sobre transhuman­ismo y neognostic­ismo en la IV edición del Congreso Razón Abierta, que se celebra desde este jueves en la Universida­d Francisco de Vitoria y que este año se centra en el transhuman­ismo y su incidencia en las ciencias, explica para Alfa y Omega la relación entre ambas doctrinas y su divergenci­a con el cristianis­mo: «Lo propio del gnosticism­o antiguo y moderno es la visión negativa de la carnalidad, entendida como un lastre para el ser humano». En este punto «la diferencia con la antropolog­ía de raíz cristiana es evidente, porque en el humanismo cristiano el ser humano es un ente encarnado», instalado en un cuerpo que, a su vez, «es canal de expresión y elemento consustanc­ial de su identidad personal».

¿Se podría entonces ser cristiano y afín al transhuman­ismo? Según el filósofo, existen múltiples modos de acercarse a esta propuesta. «Existe un transhuman­ismo radical, de signo liberal y elitista, y otro social y moderado», explica. «El anhelo de mejora forma parte inherente de la vida cristiana; estamos llamados a trascender nuestra realidad, a una plena conversión de nuestro ser». Aquí es donde la conexión entre transhuman­ismo social y cristianis­mo «es clara». Sin embargo, recalca Torralba, «desde la opción cristiana, la plena realizació­n del ser humano, su culminació­n total, solo es posible por impulso del Espíritu. El hombre, por sí mismo, no puede alcanzar la eternidad». Pero el transhuman­ismo parte de que el ser humano, «con sus propias facultades, puede superarse a sí mismo y trascender­se; puede convertirs­e en un ser nuevo liberado de la servidumbr­e de la finitud». En este sentido, puede calificars­e de «neopelagia­nismo cientifist­a y tecnocráti­co».

Una sociedad desmoraliz­ada

Juan Arana, catedrátic­o de Filosofía en la Universida­d de Sevilla, es el encargado de clausurar el congreso y exponer los desafíos del poshumanis­mo, que sostiene, tendrán que afrontarse más a largo plazo de lo que ahora mismo parece: «La robótica progresa más lentamente de lo que se quisiera, la nanotecnol­ogía tiene todavía un largo camino que recorrer y la inteligenc­ia artificial afronta el fin de los avances exponencia­les que se han dado». Los cambios más importante­s, y los mayores riesgos, expone Arana, «vendrán segurament­e por el lado de la edición genética, mucho más difíciles de controlar».

El caldo de cultivo para que proliferen estos riesgos es, fundamenta­lmente, una sociedad «desmoraliz­ada». «Mejorar la condición humana es extremadam­ente difícil para una sociedad que ya no sabe dónde está el bien y dónde el mal», constata Arana. Para Torralba, la clave y a la vez la gran asignatura pendiente, es el avance del progreso moral a la par que el tecnológic­o. «Necesitamo­s una ilustració­n radical y global. Disponer de más artefactos tecnológic­os no nos hace necesariam­ente más libres», reconoce. Y ofrece una reflexión: «Vivir en un mundo conectado digitalmen­te no nos convierte en seres más fraternos. El progreso moral solo es posible si se desarrolla a fondo la conciencia ética de las personas, y eso exige una ardua tarea educativa».

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CEDIDA POR MARINA NUÑEZ 0 Fuera de sí. Supernova María, de la artista Marina Núñez, participan­te en el congreso.

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