«Teletrabajar deshumaniza, no hay espacios para conocerse»
Imanol Morales Montesinos
Cuando a la Coordinadora Internacional de la Juventud Obrera Cristiana (CIJOC) le ofrecieron cinco puestos como observadores para la edición de este año de la Conferencia Internacional del Trabajo, desde JOC España propusieron a Imanol Morales, su representante en Iglesia por el Trabajo Decente. Ha participado en los trabajos de su Comisión de Respuesta a la COVID-19, donde se ha elaborado un documento final que se aprobará este viernes.
Se afirma que la pandemia solo ha agravado una precariedad laboral que ya existía. ¿Es su experiencia?
—Así es. Ahora mismo, tener un contrato de trabajo no te permite estar seguro de que mañana lo sigas teniendo. Esa incertidumbre constante es preocupante. También nos parece peligroso que en el mundo juvenil esté normalizado que nuestro primer trabajo tiene que ser precario. Como eres joven y «te están haciendo un favor», parece que te tienes que conformar con todo.
¿Qué supone para una entidad de jóvenes trabajadores cristianos participar en la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT y en su comisión de respuesta a la COVID-19?
—Está siendo muy enriquecedor poder entender las distintas posiciones de los gobiernos, los empleadores y los trabajadores. Es curioso, porque en los debates todos hablan de trabajo decente, pero no sé hasta qué punto lo concebimos de la misma forma. Por otro lado, no han llegado a un consenso sobre el término precariedad. Vemos que se sigue poniendo en el centro el beneficio económico, y nos preguntamos dónde queda la dignidad de la persona.
Aunque solo estén en calidad de observadores, ¿se puede aportar algo desde la doctrina social de la Iglesia?
—Sí, y ser escuchados es muy importante. Nos hemos centrado en lo testimonial, con ejemplos de precariedad femenina. Queríamos poner rostro a las cifras que se han ido compartiendo, porque detrás de cada una hay proyectos de vida aplastados o rotos. También nos parece importante reivindicar el sentido del trabajo como servicio.
La declaración que ha salido de ese comité habla de un nuevo contrato social, y en él han participado tanto trabajadores como gobiernos y empleadores. ¿Es ahora más necesario que nunca superar un discurso dialéctico, de lucha de clases?
—Creo que hay que reflexionar de nuevo sobre el concepto del trabajo. Parece que tenemos un poco olvidado que el trabajo es algo vocacional y un servicio. Trabajo para mantenerme, para pagar unos gastos, pero ¿solo para eso? El trabajo también me ayuda a realizarme como persona, a contribuir desde mi ambiente laboral a construir una sociedad más justa e igualitaria. Nos tenemos que escuchar, pero luego hay que ir más allá: traducir esto en derechos, en hechos concretos, ver dónde están los fallos. Está comprobado que con mejores condiciones de trabajo se rinde mejor.
Unos trabajadores que en estos meses han tenido más trabajo han sido los riders. ¿Cómo se valoran en la JOC la nueva ley que regula este sector?
—No hay un posicionamiento oficial. Creo que es positivo reconocer que son asalariados, no autónomos. También me parece importante la alusión a la transparencia de los algoritmos. Ahora mismo, no se sabe cómo se reparten los pedidos, por qué llegan a una persona y no a otra, que puede ser despedida. Si fuera público, ayudaría a identificar situaciones de precariedad.
¿Es bueno que el teletrabajo haya llegado para quedarse?
—Habrá que regularlo bien. Con el teletrabajo es más fácil que se hagan más horas de las contratadas, o tener que cubrir gastos como la electricidad. Hemos tenido compañeras a las que se lo han alargado para ahorrarse costes. Y nos preocupa que al teletrabajar o hacer turnos, los compañeros no coinciden en el lugar de trabajo. Esto deshumaniza y no hay espacios para conocerse, para compartir, o reivindicar mejoras.