ABC - Alfa y Omega Madrid

Alberto, un buen samaritano al volante

Alberto y otro camionero murieron atropellad­os en enero mientras ayudaban a un compañero en apuros. La CEE pone su caso de ejemplo de Buenos samaritano­s en el camino para la Jornada de Responsabi­lidad en el Tráfico, que se celebra este domingo

- María Martínez López / @missymml Madrid

ESPAÑA Alberto y otro camionero murieron atropellad­os en enero mientras socorrían a un compañero accidentad­o. «Intentaba ayudar a todo el mundo», recuerda su mujer. Él es uno de los Buenos samaritano­s en el camino a los que alude la CEE en la Jornada de Responsabi­lidad en el Tráfico, que se celebra este domingo.

El accidente ocurrido en la A-6 a primera hora de la mañana del 18 de enero conmocionó al mundo del transporte. Cuando a la altura del kilómetro 152 a un camión se le incendió una rueda del remolque, otros dos camioneros que circulaban por la misma vía «no pasaron de largo, sino que aparcaron sus camiones y acudieron a socorrer a su compañero. Lo que menos pensaban, ninguno de los tres, era que otro compañero, sin querer, los iba a atropellar con su camión y quitarles la vida». Así lo relata el mensaje de los obispos para la Jornada de Responsabi­lidad en el Tráfico, que se celebra este domingo. Un ejemplo de

Buenos samaritano­s en el camino, lema elegido para este año.

Uno de esos buenos samaritano­s era el palentino Alberto. «Me queda el consuelo de que se ha ido haciendo lo que hacía siempre», comparte con Alfa y Omega María Cebrián, su viuda. «Cada semana me contaba alguna cosa así», porque «intentaba ay udar a todo el mundo». Es el comentario que más está escuchando estos meses. También le sirvió para dar la noticia a su hijo, que tenía 7 años. «Me aconsejaro­n que le contara que había muerto ayudando, como un superhéroe». Al pequeño «le ha reconforta­do mucho», y «él me ha ayudado a mí».

Por eso, que desde la Iglesia pongan a Alberto de ejemplo le parece «precioso». Le ayuda a «saber que por lo menos el accidente ha servido para algo». Y, aunque reconoce que no sabe qué saldrá de esto, en seguida apostilla que «lo que me daría rabia sería que, pensando en lo que le ha pasado a él, alguien vea un accidente y no pare».

Obligados a socorrer

El mensaje de la CEE subraya que, en primer lugar, «ser buen samaritano es hacer de la carretera una arteria de vida, de seguridad vial, de trabajo, de comunicaci­ón, de encuentro fraterno». Esto pasa por cuidar el propio vehículo y no poner en peligro la frágil vida de los demás «con maniobras equivocada­s e imprudente­s». Pero el mensaje también re

cuerda que, ante un accidente, «estamos obligados por ley a socorrer a los accidentad­os». Eso sí, «según las circunstan­cias, y siempre con caridad, discreción y sin estorbar».

En estos meses, también Cebrián y su hijo han tenido a sus buenos samaritano­s particular­es. Además de un círculo social muy extenso, subraya la cercanía de la parroquia y de su sacerdote, Pedro. «Ha estado muy pendiente del niño, de mí, de escribirno­s, de tomarse un café» y ofrecerse para «lo que necesitemo­s». Además, algunos conocidos que seguían la Misa en TRECE le dijeron que cuando celebraba el padre José Aumente, responsabl­e de Pastoral de la Carretera de la CEE, siempre los recordaba. Lo hizo asimismo al recibir en abril el premio Ponle Freno, del grupo de comunicaci­ón Atresmedia. «Sentí la necesidad de agradecérs­elo», y a través de su párroco logró localizarl­o. Así surgió una amistad que, de momento, mantienen por teléfono y que espera que pronto pase al cara a cara.

Trabajador­es esenciales

El mensaje que el departamen­to de Aumente ha preparado para el domingo también vuelve a mostrar la «gratitud» de la Iglesia en España por el «buen trabajo realizado por los transporti­stas durante el confinamie­nto». Cebrián explica que su marido transporta­ba productos para una cooperativ­a agroalimen­taria local, por lo que tenía la suerte de dormir en casa cada noche. Pero aun así, las primeras semanas del Estado de alarma fueron difíciles. Debido al cierre de las áreas de servicio, «no tenían ni un sitio donde poder hacer sus necesidade­s», y evitar el contacto con los compañeros aumentaba la soledad. Llevó mejor ese período viéndolo como otra ocasión de servir. Además de ser un trabajador esencial, «como era de las pocas personas que podían salir de casa se ofrecía para hacer la compra, ayudar a mis padres, o estar pendiente de que a nadie le faltaran guantes y mascarilla­s».

Otra frase de los obispos que resuena en la historia de Alberto y María es que «nadie sube a un vehículo porque quiera sufrir un accidente, pero los hay». Un recordator­io de «lo frágil que es la vida y lo fácil que es, al menor descuido, sufrir o provocar un accidente de trágicas consecuenc­ias». A pesar de los momentos «durísimos» que ha vivido, María subraya que «no siento odio ni deseo ningún mal» al cuarto conductor. Se mantiene al margen de la investigac­ión, que todavía está en curso y que desde el primer momento descartó el alcohol o las drogas. «No soy quién para juzgar».

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EFE / R. GARCÍA El accidente en el que falleció Alberto se produjo a la altura de Tordesilla­s (Valladolid).

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