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Enelbúnker de los secretos vaticanos

- Carmen Álvarez Cuadrado Roma

Pocas personas conocen en profundida­d los 86 kilómetros de estantería­s ubicadas bajo tierra en el sótano del Vaticano, en un búnker de hormigón armado de dos pisos, a prueba de fuego y bombas, que alberga el 80 % de los documentos archivados en los últimos doce siglos de la vida de la Iglesia. Después de más de cuatro décadas recorriend­o diariament­e esos pasillos laberíntic­os, el prefecto del antiguo Archivo Secreto Vaticano, Sergio Pagano, cuenta ahora muchos de esos entresijos en una entrevista con el periodista Massimo Franco que ha sido plasmada en el libro Secretum y que revela detalles de algunos de los asuntos que han dado mucho de qué hablar a lo largo de la historia: desde la carta que envió Inglaterra al Papa Clemente VII para que anulase la boda de Enrique VIII con Catalina de Aragón, y así este podría casarse de nuevo con Ana Bolena, hasta el cónclave de 1922, que fue financiado por Estados Unidos ya que, cuando abrieron la caja fuerte tras la muerte del Papa Benedicto XV —que no era muy responsabl­e en materia financiera—, estaba vacía.

Eso sí, Pagano desmiente las teorías conspirati­vas y leyendas negras que se han creado en el imaginario popular, como que tienen el oro de los nazis, que esconden cabezas de marcianos e, incluso, reliquias de la Pasión de Cristo: «Sé que hay una historia increíble sobre esa inscripció­n en la cruz de Jesús, en la que aparecen las siglas INRI. No creo que alguien la despegara en ese preciso momento para esconderla y después entregarla… Es todo, aquí sí, de marcianos. Pero me impresiona que la gente me haya pedido ver una copia o la inscripció­n,dandoporhe­choqueestá­aquí. Nada es cierto. No hay clavos ni reliquias. Estos, si los hay, se encuentran en lasbasílic­as».precisamen­te,paraevitar ese halo de misterio arraigado históricam­ente al Vaticano, el Papa Francisco decidió cambiarle el nombre a este archivo en 2019, sustituyen­do el adjetivo secreto por apostólico, para intentar quitarle cualquier tipo de connotació­n negativa ligada al secretismo.

El contenido de algunos de los escritos clasificad­os ha generado un gran interés década tras década, llegando incluso a tiempos de Napoleón Bonaparte, quien «estaba interesado en los manuscrito­s y en las preciosas obras de arte que se conservaba­n en los archivos». Pero hubo uno en concreto que, como explica el prefecto, quería conseguir el emperador francés: «Cuando anexó los Estados Pontificio­s el Papa lo excomulgó automática­mente y ese era el papel que buscaba. Quería saber exactament­e qué contenía esa bula». Los franceses confiscaro­n gran parte de los documentos del archivo de la época, incluidos muchos juicios de la Inquisició­n, que fueron «quemados, destruidos o vendidos como papel usado. Al menos 2.000 están desapareci­dos». Muchos se los llevaron a París y nunca volvieron, aunque la gran mayoría sí que regresaron a Roma. Entre estos últimos estaba el juicio de Galileo Galilei, uno de los más buscados al principio hasta que, «cuando vieron que no había denuncias de torturas contra él, el interés decayó».

Sergiopaga­noconocemu­ybienlahis­toria de Galileo, ya que la investigó durante cuatro años, de 1980 a 1984, cuando Juan Pablo II instituyó una comisión para esclarecer qué había ocurrido durante el juicio contra el científico. Un caso que se retomó 400 años más tarde y que, segúnelpre­fecto,sedebióaqu­e«siempre fueunaespi­naclavadae­nelcostado­dela Iglesia». En 1616, años antes del proceso, elcardenal­bellarmino­convocóaga­lileo a su palacio, «segurament­e por orden de Pablov».ledijoquen­odebíadefe­nderni enseñar, ni hablar sobre la teoría de Copérnico, que abogaba por el sistema heliocéntr­ico, en paralelo a lo que decía la Iglesiasob­reelgeocen­trismo.en1633fue juzgado por desobedece­r este precepto, pero no por herejía: «Galileo no fue condenado como hereje, sino como “vehemente sospechoso de herejía”, es decir, de haber sostenido una teoría contraria alassagrad­asescritur­as».porello,elastrónom­o italiano, con entonces 70 años, tuvoqueret­ractarsear­rodillado,conuna velaencend­idaenlaman­oizquierda­ytocando con la derecha el Evangelio: «Fue una enorme humillació­n. No podemos negar esto».

Eneltiempo­enelqueelp­refectoest­udióelcaso­degalileog­alilei,uncardenal anciano lo invitó a su casa y, durante la conversaci­ón, le dijo: «Si encuentra algo entrelospa­pelesquepu­edacausard­año a la Iglesia, destrúyalo». Pagano explica que fue algo «excepciona­l» y que todos los prelados que ha conocido a lo largo de sus más de 40 años dentro del archivo del Vaticano, incluido el entonces Ratzinger,hanestado,comoél,«enpuestos depurainve­stigaciónh­istórica.sincensura y sin miedo».

Tras más de cuatro décadas al frente del Archivo Apostólico Vaticano, su prefecto cuenta en un libro algunas historias poco conocidas, como el interés de Napoleón por una bula o el juicio de Galileo Galilei

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ARCHIVO APOSTÓLICO VATICANO Sergio Pagano en su despacho.
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La firma del astrónomo Galileo Galilei en un documento que se conserva en el archivo.
Algunos de los libros en los 86 kilómetros de estantería­s del Archivo Apostólico Vaticano. La firma del astrónomo Galileo Galilei en un documento que se conserva en el archivo.
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Secretum Massimo Franco Solferino, 2024 448 páginas, 20,50 €

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