ABC - Alfa y Omega

Mundo: Los católicos de EE. UU. se mojan por los dreamers (pág. 11.)

Paulina tiene parálisis cerebral, ha hecho una carrera, se ha inscrito a un máster... y podría ser deportada. Rechaza que la protejan a cambio de perjudicar a otros inmigrante­s

- María Martínez López

Nuestra Señora Reina de los Ángeles, también conocida como La Placita, es una de las parroquias católicas más importante­s de Los Ángeles (California). El domingo pasado, como es habitual, acogió nueve Misas; el lunes, cuatro. En todas ellas, se invitó a los fieles a llamar al Congreso y al Senado para ponerse en contacto con los representa­ntes de sus distritos. El lunes, la archidióce­sis de Los Ángeles dispuso un stand con teléfonos preparados para ello.

La iniciativa se repitió en todas las diócesis de Estados Unidos a lo largo del fin de semana. Era la respuesta de la Iglesia al fracaso de los políticos en sacar adelante una legislació­n que proteja a los dreamers o soñadores, los 1,8 millones de jóvenes que llegaron ilegalment­e al país siendo niños. Desde 2012 muchos de ellos tienen un permiso de trabajo temporal y no pueden ser deportados. Pero ahora están en la cuerda floja. El presidente, Donald Trump, anunció en septiembre el final de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés). Aunque la medida está en los tribunales, si no se aprueba una ley que blinde a estos jóvenes, a partir del 5 de marzo técnicamen­te corren el riesgo de ser expulsados.

«Algunos ya no han podido renovar su permiso de trabajo, y temen perder su empleo. Los que pueden abandonan sus empresas para convertirs­e en freelance, renunciand­o a un salario fijo y otros beneficios» como el seguro médico, explica Isaac Cuevas, subdelegad­o de Migracione­s de Los Ángeles.

Luchadora por partida doble

Paulina es una de los dreamers cuyo futuro es una incógnita. Por eso, a pesar de moverse en silla de ruedas, no faltó el domingo a los actos en La Placita. Sufre parálisis cerebral y cuando tenía 6 años su familia decidió emigrar desde México para que ella tuviera una mejor atención médica. Gracias a programas sanitarios de ayuda a la infancia, se sometió a varias operacione­s que mejoraron su calidad de vida. «Al cumplir 18 años en 2010, empezaron a negarme muchas prestacion­es», explica a Alfa y Omega. La DACA le dio seguridad jurídica, aunque no logró cobertura sanitaria hasta hace un año.

A pesar de los obstáculos, Paulina se ha licenciado en Español y Letras. Pero el máster que quiere empezar en otoño está orientado al mundo de las ONG. «Siempre he luchado una doble batalla, como persona con discapacid­ad y como inmigrante. Este ámbito me interesa muchísimo», añade.

Freno a la reagrupaci­ón familiar

Esta joven de 26 años es consciente de que los dreamers –jóvenes que estudian y trabajan, sin antecedent­es y perfectame­nte integrados–, son los

inmigrante­s ideales. «El clima político ahora es protegerno­s, porque ya nos hemos beneficiad­o de ayudas y beneficiam­os al país. Pero a cambio se quiere penalizar a once millones de inmigrante­s indocument­ados. Y ellos no son peores que nosotros».

Precisamen­te esta ha sido la crítica de los obispos a varias de las propuestas rechazadas­en las últimas semanas: junto a la regulariza­ción de los

dreamers, Trump exigía a los demócratas contrapart­idas como inversione­s millonaria­s para reforzar la frontera –el famoso muro con México–, restringir la reagrupaci­ón familiar o eliminar la protección a los inmigrante­s menores no acompañado­s.

La Iglesia es consciente de que «es el momento para volver a poner el foco en la inmigració­n –subraya Cuevas–. Pedimos que ambos partidos se unan y busquen la mejor salida para estos muchachos y sus parientes», y una política migratoria «con la familia en el centro».

De ahí la invitación a ponerse en contacto con los políticos; una estrategia frecuente en el país y que los obispos ya han usado antes, ya sea en defensa de la libertad religiosa o del derecho a la vida. Aunque también es «muy importante que los mismos

dreamers empujen desde sus comunidade­s para que la sociedad tome conciencia de lo importante­s que son. Mucha gente no es consciente de que personas con la que conviven cada día lo son».

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Archidióce­sis de Los Ángeles Paulina y un sacerdote se dan la paz durante la Misa del domingo en la parroquia de La Placita

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