«No nos olvidéis»: el Parlamento de la Juventud de Madrid
Creamos en los jóvenes protagonistas activos del cambio presente, vivamos con ellos y pongámoslos en ruta para reconocer, interpretar y elegir el camino de la realización del ser humano como tal
«No nos olvidéis» es el grito que realizan los jóvenes de todo el mundo. En todas las partes del mundo, la Iglesia se prepara para celebrar el Sínodo de los Obispos sobre un tema de importancia capital: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Y el Papa Francisco nos invita a preguntarnos «cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que ayuden a la Iglesia a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia». Desde el momento en el que los obispos recibimos el documento preparatorio, vino a mi mente y a mi corazón cómo podíamos percibir, a través de los mismos jóvenes, la voz del Señor que resuena también hoy.
Como se recordaba en el mensaje final del Concilio Vaticano II para los jóvenes, el 8 de diciembre de 1965, «la iglesia os mira con confianza y con amor. […] Posee lo que constituye la fuerza y el encanto de los jóvenes: la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo hacia nuevas conquistas». Ante la gracia de un Sínodo dedicado a los jóvenes, pensé que la mejor manera de saber lo que los jóvenes quieren, desean, realizan, era propiciar un lugar de encuentro, de parlamento, donde ellos sean los protagonistas y todos podamos escuchar lo que quieren, anhelan y desean; así nació la idea y la realidad del Parlamento de la Juventud en Madrid.
¿Quiénes formarán y cómo se constituirá el Parlamento de la Juventud? Todos los jóvenes de todas las parroquias, movimientos, asociaciones, grupos y comunidades de instituciones de la Iglesia estarán representados en este parlamento. Un joven por cada realidad eclesial. Los grupos parlamentarios estarán constituidos según la estructura pastoral que tiene la misma diócesis: vicarías y arciprestazgos. Serán 30. Cada uno tendrá su reunión y elegirán un portavoz para que en las sesiones generales hable y comunique lo que el grupo piensa. El estatuto por el que se regirá el parlamento será el libro del Papa Francisco Padre nuestro y el reglamento, mi libro Conversaciones de Jesús con los jóvenes.
«No nos olvidéis». He trabajado toda mi vida con jóvenes, he intentado escucharlos siempre, he comprobado que hay tres realidades especialmente importantes en la vida de los jóvenes. Y mi deseo es que en el Parlamento de la Juventud se manifiesten:
1. Creamos en los jóvenes protagonistas activos del cambio presente y no meros destinatarios de programas que otros hacen para ellos. Esto requiere que se les dé oportunidad de vivir la disponibilidad para la participación, en la que el aporte personal es ocasión de reconocimiento de identidad; que les demos espacio para manifestar sus deseos, sueños, proyectos.
2. Vivamos con los jóvenes, con esos tres deseos que la Iglesia ha tenido siempre y que tan bellamente manifestó el Concilio Vaticano II: a) encontrémonos con los jóvenes, con todos, no tengamos miedo; b) acompañémoslos, y c) cuidemos a todos sin excepción. ¿Cómo realizar el encuentro, acompañamiento y cuidado? Los jóvenes son quienes mejor lo realizan, no tienen tantos perjuicios. Aconsejo un plan que en el fondo y la forma nace del encuentro con Jesucristo. Eliminemos de nuestra vida el desaliento: frente a la fe combativa, no dejemos que nadie siembre las semillas del pesimismo. El que comienza sin confiar ya perdió de antemano la mitad de la batalla. Fiémonos de Jesucristo y de su Iglesia. No separemos antes de tiempo el trigo de la cizaña, no forcemos ningún proceso humano; lo puro está en Dios y en los hombres, ya que se lo dio Dios. No privilegiemos los valores del cerebro sobre los valores del corazón. No nos avergoncemos de la fe; la fe hay que pedirla, seamos pedigüeños. Así nos reconocemos más criaturas necesitadas.
3. Pongamos a los jóvenes en el camino de reconocer, interpretar y elegir el camino de la realización del ser humano como tal. Seamos capaces de mostrar cómo en la vida existen dos proyectos: el de la fe, que reconoce a Dios como Padre y en el que hay justicia y hay hermanos; y otro proyecto que es el de Dios ausente, donde la ley del más fuerte se impone, donde el relativismo se establece. Hay que poner en esta situación a los jóvenes, hay que situarlos en tal dirección que no escondan ninguna pregunta; al contrario, que sepan hacerse las preguntas oportunas.
Ojalá el Parlamento de la Juventud de Madrid sea como el monte de las Bienaventuranzas, donde todos los jóvenes unidos, simplemente por ser discípulos de Cristo y miembros de la Iglesia, a veces con oscuridades y penumbras y otras con claridades, se lanzan apasionadamente con el potencial liberador del Evangelio a dar la noticia más importante para los hombres: somos hijos de Dios y, por ello, hermanos todos. +Carlos Card. Osoro Arzobispo de Madrid